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Un recitado en primera persona que habla de un amor desgarrado por el dolor suena en un casete, en un viejo radiograbador. El que aprieta play es Marco Norzagaray, un mexicano de 32 años, del DF, actor recibido en el conservatorio que vive de sus clases de actuación. La imagen de Kurt Cobain en el Unplugged de Nirvana se proyecta sobre la vieja puerta de madera rústica de la sala.
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A las ocho en punto de la noche, la hora anunciada para el inicio de la obra, está conversando en el hall con quienes han ido a verlo. “Fumamos un cigarro y empezamos”, sugiere, y la audiencia casi completa apura el pucho en la vereda.
El hombre viaja por Sudamérica con su obrita a cuestas, y con ella se paga el viaje. No podía haber recalado en mejor sitio que Tractatus, un hermoso teatro y boliche de tapas y toques, abierto el año pasado por una pareja de españoles en la plaza de la rambla portuaria e Ituzaingó. Siempre hay extranjeros, gringos que se quedan en hostels, gente con onda.
Marco se para en el medio del recibidor, un espacio cálido poblado de sillones, alfombras, cuadros de Izaguirre y copiosas bibliotecas llenas de libros interesantes. Se despoja de los prejuicios sobre su nacionalidad: “No veía El Chavo, no echo picante a todo, no soy un desaparecido”.
Mientras se ve el video de My Girl, el narrador bebe del pico de una botella de cerveza. Comienza a contar la historia, más o menos conocida, del suicidio de Kurt Cobain, y la suya, o su personaje, que es lo mismo. Habla de una mirada de la malograda alma máter de Nirvana durante ese concierto en Nueva York, y especula sobre lo que pasaba por su cabeza en ese instante. Dice que nunca tuvo un arma, y que solo conseguiría una para matarse. Pone play en su laptop y sigue contando su penosa historia, ahora desde la pantalla. Mientras, el actor sale a la vereda.
Durante una hora, y con un estilo performático poco frecuente en la escena uruguaya actual, Norzagaray consigue concentrar la mirada de la veintena de espectadores. Más allá de lo que cuenta, al tipo le sobra magnetismo para captar la atención, juega con la verdad y la mentira, siembra dudas sobre la realidad y su representación y genera un atractivo misterio con su relato: un adolescente que busca existir a través de la aceptación y la pertenencia a su entorno, descubre tempranamente la posibilidad de quitarse la vida, y asume la complicada misión de salvarse a sí mismo, con el muchacho de Seattle como banda de sonido y fuente de inspiración. El chamaco hará tres funciones más. Se deja ver.
La mirada de Cobain, de Marco Norzagaray (México). Viernes 17, miércoles 22 y jueves 23, 20 h. Centro Cultural Tractatus (Rambla 25 de Agosto 540). Entradas: $ 190. Reservas: 2914 6511, [email protected].