Faltan líderes

Faltan líderes

La columna de Andrés Danza

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Nº 2173 - 12 al 18 de Mayo de 2022

No siempre la culpa es de la burocracia o de los funcionarios públicos o del tamaño del Estado. No quiere decir que esos factores no tengan responsabilidad en lo cuesta arriba que se hace concretar cambios en Uruguay, pero asignarle el poder de frenar cualquier tipo de movimiento en ese sentido parece un poco exagerado. De hecho, en algunos lugares concretos de la administración pública sí se hicieron o se hacen las cosas de forma distinta. Son pocos ejemplos, como pulgas en un elefante, pero también son pruebas de que se puede.

Lo que sí es necesario para lograr avanzar, aunque sea solo un poco, son liderazgos fuertes, decididos a ejecutar los cambios cueste lo que cueste. Pueden ser ejercidos por una sola persona o por algunos referentes que trabajen en conjunto, dispuestos a dinamitar los muros que encuentren por el camino. Y antes que nada, es necesario que ese o esos líderes tengan muy claro hacia dónde quieren ir, de qué forma y qué es lo que buscan lograr en concreto.

Eso es lo que hace falta. Son muy pocos los que tienen un plan de acción que implique reformas o al menos cambios significativos en la estructura estatal. Entrar a ese mundo de la administración pública, sea desde el lugar que sea, suele parecerse a ingresar a una especie de secta donde ya están todas las reglas preestablecidas y la individualidad se diluye entre la quietud y el conformismo, tan grande como un océano.

No hay casi motivación para los que no se rinden ante la primera frustración. Algunos de ellos, esos que viven solo si hacen, pueden llegar a ocupar cargos públicos importantes pero después suelen ser arrastrados por esa desidia generalizada, esa frase hipnótica de “para qué nos vamos a complicar si así como estamos está bárbaro”.

Tratando de ir un poco más allá, da la sensación de que hay un problema de concepción que incluso transciende a los partidos políticos y a los gobiernos de turno. El Estado uruguayo no está pensado para fomentar los liderazgos positivos y casi no da espacios ni libertad como para que puedan llevar adelante sus ideas, por más buenas que sean. Son ellos los que tienen como desafío intentar superar la estructura y no la estructura adaptarse a ellos, y ese es un problema serio.

Faltan líderes dispuestos a jugarse la ropa por defender sus ideas y una forma distinta de gestión. Para dejar más clara esa idea, lo mejor es empezar con la enseñanza como ejemplo. La última reforma educativa importante se hizo a fines del siglo pasado, hace ya más de dos décadas. ¿Qué fue lo distinto de ese momento? El liderazgo ejercido por Germán Rama y por todo su equipo, sin lugar a dudas. Por aquellos años, como cronista de Búsqueda, me tocó seguir a Rama muy de cerca y fui un testigo privilegiado de esa obsesión por hacer, aunque los impedimentos surgieran cada día como truenos antes de la lluvia. De los sindicatos, de la burocracia, de la mayoría del sistema político, hasta de los que se decían liberales. Casi no tuvo aliados.

“El secreto es hacer. No hay que preguntar demasiado ni pedir permiso: hay que hacer”, me dijo durante una cena que le hicieron en su honor, al finalizar su mandato. “Ponerse un objetivo e ir hacia él, evitando cualquier tipo de distracciones”, complementó. Equivocaciones tuvo muchas pero logros concretos también. Y mostró un camino.

Desde ese tiempo hasta ahora es muy poco lo que se ha hecho en el tema. Pero también hay algunos ejemplos positivos, como el Plan Ceibal. ¿Cómo pudo concretarse? Con un liderazgo claro, en este caso del presidente Tabaré Vázquez en su primer período, que resolvió saltearse toda la estructura estatal ya existente y armar una paralela para ejecutarlo. Puso además a personas de su estricta confianza para lograrlo, y lo hicieron. Otra vez, se pudo. Algo similar, aunque a menor escala, ocurrió luego con la Universidad Tecnológica (Utec) desembarcando en el interior del país.

Ahora hace falta eso en educación, que es el ámbito en donde mayor debe ser la apuesta a los que hacen y más la libertad que hay que darles para que concreten sus iniciativas. El titular de la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP), Robert Silva, aseguró en una entrevista publicada en la última edición de Búsqueda que llegó para cambiar y que “la reforma está en marcha”, aunque no lo parezca. Sus intenciones son buenas pero no se está viendo la concreción, aunque él diga lo contrario, y no queda tanto tiempo. Antes, tiene que solucionar dos problemas, y el pronóstico es complicado. El primero es político, porque es imposible llevar adelante los cambios necesarios pensando en la forma de juntar más votos para la próxima elección, y ese parece ser el caso. El segundo es técnico, y tiene que ver con sus décadas vinculado a la ANEP, lo que le hace mucho más difícil pasar por arriba al organigrama ya existente para darle más libertad a los innovadores, algo imprescindible.

Pero también faltan líderes en salud, vivienda, relaciones exteriores, Policía y en todas las ramas de la administración pública. A manera de ejemplo, cuando un hospital funciona y se renueva es porque hay alguien atrás que decidió dar la pelea e ir hasta las últimas consecuencias. Pero son pocos los que sobreviven y casi nulas las armas que tienen para contagiarlo a otras áreas. El Estado, que en Uruguay suele ganar casi todas las batallas, no fomenta al diferente, al emprendedor, más bien todo lo contrario: lo aplasta.

Para cambiar esto también falta liderazgo en el ámbito político. No solo en las principales jerarquías. Los que llegan a la cúspide del poder público son líderes, eso es evidente. El tema es si se rodean de otros parecidos a ellos, dispuestos a dar espacio y libertad a los que solo piden que al menos los dejen intentar. Y no está ocurriendo. Casi en ningún lado ocurre.

El verdadero cambio es darles oxígeno a los que lo reclaman, apostar a la libertad, dejarlos hacer, descentralizar el poder, exigir resultados y profesionalizar la administración pública. No puede ser tan difícil. Hacer, cien veces hacer y dejar hacer. Como dice en una entrevista con la diaria del sábado 7 Miguel Brechner, uno de los principales impulsores del Plan Ceibal, en Uruguay “la gente valora más las ideas que la implementación”, lo que lleva a que haya un “problema de implementación gigante”. Una forma distinta de decir que lo que hace falta son líderes. Y tiene razón.