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“Hasta hace pocos días existían dudas de si los empresarios endeudados en dólares podrían pagar. Ahora existe la seguridad de que no las podrán pagar”, advertía un directivo de la Cámara Nacional de Comercio a fines de noviembre de 1982. Poco antes, en la medianoche del 25 de ese mes, el gobierno militar había anunciado el abandono de la “tablita” que preanunciaba el valor del dólar y el pasaje a un régimen de libre flotación, junto a una apertura comercial y cambios tributarios. En medio de la desconfianza en la economía, el tipo de cambio saltó —de N$ 13,8 a N$ 30 primero, y llegó a N$ 47 en enero de 1983—, y dejó mal paradas a muchas familias y empresas que habían tomado préstamos en moneda extranjera. Hubo quiebras y hasta suicidios.
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Al cierre de 1982, cerca de la mitad de los préstamos bancarios al sector privado habían sido tomados en dólares. Esa proporción rondaba el 40% en el agro, y cerca de 60% en la industria y el comercio. Las gremiales empresariales se movilizaron pidiendo mecanismos de refinanciación —a través de la Federación de Asociaciones de la Industria y el Comercio del Uruguay, y de la Asociación y Federación Rural—, y en diciembre el Banco Central (BCU) aprobó una prórroga para el pago de hasta la mitad de la deuda, con un mínimo de cinco años más dos de gracia. “No podemos dar un tipo de cambio preferencial para los deudores en moneda extranjera sino solo un mayor plazo”, alegó entonces su presidente, José María Puppo (ver Búsqueda Nº 172).
La devaluación de 1982 fue un episodio traumático, especialmente para quienes contrajeron deudas en una moneda distinta a la que tenían sus ingresos. Una situación similar se vivió cuando en junio de 2002 se abandonó el régimen de “banda de flotación” (paridad deslizante) que funcionaba desde hacía 12 años; en ese momento cerca del 90% de la cartera de créditos de los bancos privados estaba nominada en dólares (aproximadamente 79% en el estatal Banco República).
Ahora, la cotización del dólar viene aumentando —cerca de 20% en lo que va del año— y muchos que tomaron préstamos en esa divisa miran con preocupación las pizarras de precios en los bancos y las casas de cambio. Pero, según las autoridades, esa depreciación tendrá efectos acotados sobre los balances de las familias y las empresas. “La gente no se endeudó en dólares y por lo tanto, el aumento que se dió del tipo de cambio no le afectó la capacidad de pagar sus deudas. (...) Los uruguayos han incorporado que la dolarización de sus deudas no es un buen negocio”, dijo en rueda de prensa el 28 de setiembre pasado el titular del BCU, Mario Bergara.
A julio el 58% del crédito bancario había sido contraído en moneda extranjera. Esa proporción había llegado a un máximo de 65% en 2005, y en los años siguientes se ubicó algo por encima de 50%.
Pero la dolarización de la deuda bancaria varía sustancialmente por sectores. En las familias es algo menor a 5%, mientras que en las empresas ronda el 99% en el agro, 92% en la industria, 83% en el comercio, 74% en la construcción y 71% en los servicios, según el BCU.
Una proporción mayor de deuda dolarizada no necesariamente indica una mayor exposición al riesgo cambiario. De hecho, los sectores de actividad cuya producción tiene comercio internacional (transables) precisan tener al menos parte de su endeudamiento expresado en moneda extranjera para que esos pasivos estén “calzados” con sus ingresos, que normalmente son también en divisas.
En el caso de las familias, cuyos ingresos son en general en pesos, una valorización del dólar las golpea en sus finanzas si su endeudamiento en dicha moneda es importante. Pero en la actualidad ello está siendo algo menos común que en el pasado, y se trata en general de gastos con tarjeta de crédito en el exterior, así como créditos para adquirir viviendas o automóviles.
Las estadísticas de crédito bancario que lleva el BCU tienen una desagregación mayor por rubros de actividad del sector privado y el público (unos 300 en total). Del agrupamiento realizado por Búsqueda con la información disponible a julio surge que varios del campo —servicios agropecuarios, cría de animales y cultivos como el arroz, trigo, cebada y oleaginosos— presentaban la mayor proporción de su deuda en moneda extranjera, en torno a 99%. En la minería, las fábricas textiles, la madera, y la industria alimenticia y de la bebida, ese porcentaje era algo menor, pero superior a 90%.
En los servicios en general la dolarización de la deuda bancaria llegaba en julio a 77% del total y a cerca de 71% en la industria papelera.
En el comercio al por menor ese porcentaje era de 61%, de 34% en la educación y aproximadamente 27% en la salud. La administración pública tenía un endeudamiento en dólares más bajo (21%).