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    Feroz, como la belleza

    “Jezabel”, de Irène Némirovsky

    La mujer está sentada en el banquillo de los acusados y todos esperan que hable. El público es numeroso. Y es el más refinado de la sociedad parisina de 1934. En la sala se escuchan comentarios por lo bajo, algunas muestras de piedad, otras de regocijo frente a la humillación ajena. La acusada es una mujer madura y muy bella que había sido el centro de atención en los salones franceses de comienzos del siglo XX. Ahora todos la miran, pero por otro motivo: ella asesinó a un joven humilde de 20 años que vivía en una pensión para estudiantes. El público quiere saber si era su amante y por qué lo mató. De eso se trata esta historia.

    Quienes comienzan a leer Jezabel, novela de Irène Némirovsky por primera vez traducida al español, también quieren saber quién es esa mujer y cuál es su historia, como si estuvieran allí, sentados entre el público del juicio. Si los lectores son uruguayos, tendrán un motivo más para la intriga: la mujer acusada nació en La Paloma, “un pueblo situado en la frontera entre Brasil y Uruguay”, y su padre había sido un armador de barcos en Montevideo. Un dato puramente anecdótico aunque muy curioso para una novela publicada en 1936 y escrita en Francia por una mujer de origen ruso.

    Pero en esta historia, como en toda la obra de Némirovsky, hay varios motivos para sorprenderse y continuar leyendo.

    Némirovsky pintó la sociedad de su época sin eufemismos. Trasladó a sus narraciones las contradicciones de la burguesía, las miserias del alma humana y también las conflictivas relaciones que mantuvo con el judaísmo y con su propia madre. Igual que la protagonista de Jezabel, la escritora tuvo una educación privilegiada y una vida de viajes y lujos, pero sufrió la distancia de una madre frívola por quien nunca se sintió querida.

    Había nacido en Kiev en 1903, hija de un próspero banquero ruso. Cuando estalló la revolución bolchevique, la familia Némirovsky escapó de su país hacia Europa y se estableció en París. Allí, la escritora se casó y adoptó el francés como su lengua escrita, aunque Francia nunca le otorgó la ciudadanía legal. En 1929 impactó con su primera novela, “David Golder”, que le valió el calificativo de “sucesora de Dostoievsky”. Luego publicó otras diez novelas, hasta que los nazis invadieron París y fue capturada. Murió en 1942, a los 39 años de edad, en el campo de concentración de Auschwitz, donde también fue asesinado su marido.

    Sin embargo, el tiempo le alcanzó para dejar una obra literaria exquisita que el mundo continúa descubriendo en sucesivas traducciones. En su momento, sus dos hijas, de 5 y 13 años, lograron huir de París con los manuscritos de “Suite francesa”, la novela que estaba escribiendo cuando fue capturada y que se publicó por primera vez en 2004. Allí narró con crudeza las reacciones, no siempre admirables, del pueblo francés frente a la invasión nazi.

    En Jezabel la historia se centra en la vida de Gladys Eysenach desde su niñez y juventud, cuando París era una fiesta, hasta su vida de mujer adulta en la entreguerra. La protagonista había vivido hasta los 18 años “con una madre fría, severa, medio loca, una vieja muñeca repintada, tan pronto frívola como atemorizante, que arrastraba por todos los rincones del mundo su hastío, sus gatos persas y su hija”. Allí están los trozos de vida de la propia Némirovsky; no en vano, cuando su madre murió en 1989, tenía dos libros en su caja fuerte: “David Golder” y Jezabel, ambos con un retrato odioso de la figura materna.

    Para defenderse en la vida, la protagonista de la obra tiene una fortuna considerable y una excepcional belleza, armas fundamentales para conquistar a la alta sociedad. Con su gran poder de seducción, Gladys se convirtió en una “femme fatale” a quien los hombres adoraban. Así tuvo varios amantes, un marido rico que murió joven y una hija que también falleció en plena juventud. Pero lo peor para esta mujer es llegar a la vejez, perder el reconocimiento social y la admiración de los hombres.

    A medida que avanzan los años, ese deseo de la eterna juventud se vuelve una obsesión y Gladys se convierte en una verdadera “Jezabel”, como la mujer bíblica: seductora, peligrosa y dispuesta a todo. Así llega a asesinar a Bernard Martin, un joven que aparece en su vida en el momento menos adecuado. Quién era el muchacho y por qué lo mata es lo que hay que descubrir.

    La novela retrata también a la sociedad parisina de las apariencias, de las fiestas y de las joyas. Las mujeres de la alta burguesía habían adoptado “la costumbre victoriana de los endearments, las expresiones de cariño. Se trataban de ‘querida’, ‘darling’, ‘my sweetheart’, ‘my love’... y se miraban sonriendo, pero sus ojos eran duros”.

    Némirovsky no perdona a nadie: ni a la servidumbre acostumbrada a callar lo peor por miedo o necesidad ni a las mujeres y hombres casados que se disputan a los amantes jóvenes. Y todo está narrado con un ritmo de guión cinematográfico, con diálogos ágiles y directos, sin concesiones. Una vez más se explica por qué cada novela de la ucraniana vuelve a tener éxito. Solo hay que leer la condensada historia de Jezabel para comprobarlo.

    “Jezabel”, de Irène Némirovsky. Salamandra 2012, $ 370, 190 páginas.