En el ballroom del hotel Radisson, ejecutivos de México, Chile, Perú, Colombia y El Salvador —entre otros países— esperaban el inicio del XIII Seminario de la Federación Internacional de Administradoras de Pensiones (FIAP). Junto a ellos había economistas, representantes de organismos internacionales y presidentes de algunos bancos centrales de América Latina. Entre el jueves 24 y el viernes 25 discutirían estrategias para enfrentar la creciente longevidad de la población, que alarga el cobro de la jubilación con costos crecientes por la dependencia física. O de qué manera comunicar a los jóvenes la importancia de ahorrar hoy pensando en la vejez, inmersos en sociedades con escasa educación financiera. Pero, según el presidente de la FIAP, Guillermo Arthur, antes de todo eso América Latina debe abandonar “trincheras ideológicas”.
En 1996 Uruguay reformó su sistema de seguridad social creando dos pilares: el de solidaridad intergeneracional en manos del Banco de Previsión Social (BPS) y el de capitalización individual —con casi 1,3 millones de afiliados— gestionado por las administradoras de ahorro previsional (AFAP). Desde el PIT-CNT y sectores de izquierda se quiso derribar ese segundo pilar por la vía de plebiscitos, con el argumento de que no debe haber lucro con la seguridad social por ser un derecho humano. La iniciativa no prosperó, pero se mantienen combativos frente a las AFAP.
El ballroom del Radisson fue el nuevo escenario de esa “trinchera”. En una esquina, el presidente del BPS, Heber Galli, y el director de Seguridad Social, José Luis Baumgartner, esperaban las palabras inaugurales del ministro de Trabajo y Seguridad Social, Ernesto Murro. Del lado opuesto del salón aguardaban los gerentes de las AFAP privadas: UniónCapital, Sura e Integración. En el centro, los directivos de República AFAP, de capitales estatales. Y ausentes con aviso, los representantes de los trabajadores y jubilados en el directorio del BPS, quienes a través de un remitido de prensa esgrimieron la “contradicción con los principios históricos fundamentales” de la seguridad social que según ellos conllevan las AFAP, fomentando “fuertemente el individualismo, reforzando el capitalismo financiero y el lucro”.
Por “motivos de agenda” el ex presidente y actual senador José Mujica canceló un almuerzo con los asistentes. Otras figuras del gobierno dieron conferencias, como el presidente del Banco Central, Mario Bergara, y el director de la Oficina de Planeamiento y Presupuesto, Álvaro García. El equipo económico tiene una postura favorable al sistema mixto, defendido por el ministro Danilo Astori.
“Teníamos que estar acá. Estos sistemas existen más allá de las discusiones que hemos tenido y tenemos”, dijo Murro, fuerte crítico de las AFAP. Lo hizo desde la mesa central, donde quedó solo a pesar de que un cartel a su lado marcaba la presencia del presidente de la FIAP. Arthur le contestaría luego, desde el atrio.
Aludiendo al monto de las prestaciones pagadas por el pilar de capitalización individual, que consideró bajo, Murro señaló que el sistema “no ha cumplido” con las expectativas de la gente ni con la “propaganda” que se hacía. Habló varias veces del “negocio” de las AFAP —a las que se refirió como “sociedades anónimas”— y reivindicó el rol central del Estado uruguayo “que se preocupó por construir un sistema de protección social”.
“Somos administradoras privadas y hay un negocio, pero no hay un divorcio en servir a nuestros afiliados y buscar para ellos la mejor pensión. De lo contrario no va a haber negocio”, le contestó Arthur. Ese abogado y ex ministro de Trabajo en Chile dijo que es “evidente” que los sistemas de capitalización “son más eficientes” para enfrentar el envejecimiento de la población “porque no traspasan el problema al Estado” y “no presionan las finanzas públicas”.
Murro había criticado las jubilaciones de U$S 200 pagadas por el régimen de AFAP uruguayas (que son todavía pocas jubilaciones y tras algunos años de cotización), y dijo que “en Chile es peor”. Arthur apuntó que en su país las personas con más de 10 años de cotización en una administradora cobran como jubilación 80% del que era su sueldo en actividad “o más”.
“Hemos vivido bajo el brillo del engaño de una ilusión y enfrentados a décadas de empobrecimiento. Hoy tenemos un sistema sostenible. Quienes siembran las ilusiones no es la misma generación que cosecha las desilusiones”, sentenció Arthur. Y entre aplausos, comenzó el evento.
El problema de la longevidad
En América Latina las mujeres viven un promedio 76,6 años y los hombres 70,7. Considerando que la jubilación se cobra a partir de los 65, ellas tienen por delante casi 12 años dependiendo de una pasividad y ellos otros seis. Para 2050, estudios de las Naciones Unidas indican que las mujeres vivirán 22 años con una jubilación y los hombres casi 19.
“Hoy es financiable, pero ¿qué va a pasar a futuro con niveles de dependencia que a los 80 años son altos, y los gastos de salud también?”, cuestionó Solange Berstein, una especialista del Banco Interamericano de Desarrollo.
Estudiando los sistemas de Colombia, Chile, Perú y México, propuso un seguro de longevidad que se financie con un 1% de la renta durante la vida activa del trabajador y que comience a pagarse a los 80 u 85 años. Esto abarataría las rentas vitalicias (que una compañía de seguros paga a partir de lo generado en la AFAP). A quienes cobran un retiro programado (instrumento que no existe en Uruguay y por el que el ahorro sigue generando rentabilidad incluso en la jubilación), se extiende el tiempo de la renta. Y quienes acceden a una suma “alzada” (no alcanza para una renta vitalicia y se cobra de una vez), se aseguran un ingreso en la edad avanzada.
“Sabemos que hay un conjunto de problemas importantes que llega a edades muy avanzadas, cuando la posibilidad de trabajar o tener el soporte de una familia es menor. Tenemos el problema de mantener a las personas muy longevas. Este instrumento asegura un piso mínimo independiente de la modalidad de pensión”, explicó Berstein a Búsqueda.
Los gobiernos de los cuatro países modelo no discutieron la instalación del seguro; para el caso de Uruguay debería “explorarse” su aplicación, dado que “el mercado de rentas vitalicias no está desarrollado”.
“Me preocupan los casos donde la población (longeva) es pequeña pero el costo es enorme, por ejemplo vivir 35 años más que el promedio. O el impacto del Alzheimer. Tenemos que hacer más en el mercado de seguros y rentas vitalicias para ayudar a la gente a mantener su calidad de vida”, apuntó Moshe Milevsky, profesor de Finanzas en la Universidad de York, en Toronto (Canadá).
Para encontrar la respuesta, Milevsky exploró en la historia. En 1653 el banquero Lorenzo di Tonti creó los “bonos tontine” con la idea de financiar operaciones militares de Louis XIV; también se instalaron en Inglaterra. El gobierno emitía un bono que era comprado por un pool de inversores, a quienes pagaba un dividendo fijo, anual y vitalicio. Si uno de los inversores moría, su cuota se repartía entre el resto. El bono mantenía su vigencia hasta la muerte del último tenedor del papel. El sistema se mantuvo hasta el siglo XVIII.
“Hoy no podemos, pero 300 años atrás podíamos optar entre un bono tontine con una rentabilidad de 8% o una renta vitalicia de 14%. Incluso si la persona no quiere el tontine, entiende mejor qué es una renta. Necesitamos algo más que acciones o bonos para ampliar la longevidad del dinero”, dijo Milevsky.
El economista Joseph Ramos propuso hipotecas revertidas, donde la aseguradora paga una renta fija al dueño del inmueble hasta el día de su muerte, cuando se queda con la propiedad.
Para lograr una mejor comunicación con el ahorrista, el investigador de Microsoft Daniel Gray Goldstein, mostró un software que proyecta la imagen envejecida del trabajador, y cuánto le quedará de renta en base al ahorro en su juventud.
“La innovación muchas veces tiene que ser de afuera. Es difícil para una organización imaginar algo diferente. Una compañía de seguros que vende renta vitalicia no quiere vender otra cosa. También hay crisis y están enfocadas en eso. Pero no es algo uruguayo, en Australia tienen el mismo problema”, explicó Milevsky.
Modelo “costoso”
En abril de 2014 la presidenta chilena Michelle Bachelet creó una comisión de expertos para analizar cambios al sistema de seguridad social, en manos de seis administradoras privadas, un seguro de salud estatal y pensiones no contributivas. El informe final del grupo, entregado en setiembre de ese año, apuntó a reforzar el sistema actual junto con las pensiones no contributivas.
“Muchos esperaban un borrón y cuenta nueva, se generó ese ambiente. Pero se reitera (lo que surgió de la comisión) Marcel (en 2006), en el sentido de que este es un sistema que puede perfeccionarse pero en lo esencial contribuye a dar pensiones. Hay mucha cosa que falta hacer, hay temas de mercado laboral muy complicados, las lagunas previsionales son enormes y no hay nada que hacer excepto mejorarlo”, explicó a Búsqueda Ricardo Paredes, quien integró esa comisión.
El modelo uruguayo fue analizado por la comisión, pero descartado por su “altísimo costo”. El sistema absorbe siete puntos del Impuesto al Valor Agregado, todo el Impuesto a la Seguridad Social, y otros tributos afectados.