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El Diccionario del español del Uruguay, aprobado por la Academia Nacional de Letras y editado por Banda Oriental en 2011, da a la palabra “garra” acompañada del sustantivo “celeste” o “charrúa” la siguiente acepción: “Empuje o empeño que muestra una persona o un equipo deportivo uruguayos”. Como el significado parece atado a lo deportivo, pidámosle prestado por un momento esa “garra” al mundo del deporte, para aplicarla al mundo de la música clásica y más concretamente al de la ópera. Porque la puesta de Così fan tutte de Wolfgang Amadeus Mozart que hizo Ópera Joven y que pudimos ver y escuchar el sábado 29 en la Sala Zitarrosa es, entre otras cosas, el fruto del empeño, del anhelo y de la obstinación.
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Pero la garra no está solo en la valentía de asumir este desafío heroico, sino también en el resultado apreciado en el escenario. Allí aparece una escenografía despojada, inteligente y funcional que soluciona todo con una cama, un mostrador y seis blancos que se desplazan y colocan de varias maneras, pautando divisiones y cierres de la escena, dentro de una superficie claramente escasa como la de la Zitarrosa. Marcelo de los Santos y Yael Carretero, responsables de esa escenografía, lo son también de un vestuario donde campea la austeridad y el buen gusto, con predominio del blanco y algunos toques de negro y rojo. Todo lo anterior adquiere la plasticidad necesaria con la iluminación de Lil Cetraro, que por momentos hace aparecer el escenario más grande de lo que es. Edgardo Rocha mueve con soltura lo que a veces es una multitud en escena, e imprime un aire general de desenfado y jolgorio donde no faltan ni el pucho ni las latas de cerveza. Es ingeniosa la utilización de los dos corredores de platea para los desplazamientos del coro.
En lo musical, la orquesta formada por músicos de la Ossodre y de la Filarmónica tuvo en Esteban Louise un director de empuje, prolijo y atento, elástico en tiempos y en volumen para el acompañamiento de las voces. Un disfrute aparte fue el clave sonoro y exacto de Mariana Airaudo en los recitativos. Excelente el coro dirigido por Alice Méndez.
Los seis protagonistas del sábado 29, algunos de ellos con escenas breves, en lo vocal rindieron en muy buena forma. Álvaro Godiño tiene un caudal abundante y bonito timbre de bajo-barítono. Sin fallas en el canto, a su Don Alfonso le faltó un mayor trabajo de expresión corporal. La soprano Denise Girard (Despina y el Notario) cantó casi siempre con gran corrección; si algún descuento menor se le puede hacer en ese aspecto, lo compensó con la soltura escénica y el desparpajo con que encarnó a sus dos personajes.
El tenor Andrés Barbery (Ferrando) y el barítono Santiago García (Guglielmo) cumplieron sus papeles con esmero. Barbery tiene una voz pequeña que fue de menos a más culminando con gran aplomo el aria Un aura amorosa del final del primer acto. García tiene buena apostura, una voz llena y un timbre agradable. Por momentos algo tenso, se desempeñó en general con corrección vocal y escénica. Las hermanas Fiordiligi (Lucía Leite, soprano) y Dorabella (Claudia Drescher, mezzosoprano) fueron un placer constante. Muy interesante el marcado contraste entre los dos caracteres: Leite más compuesta, Drescher más rea. Ambas tienen sus tesituras muy definidas, Leite con un timbre de gran belleza, Drescher con una emisión muy generosa, y un vibrato en ocasiones algo excesivo. Smanie implacabile fue un gran momento de Drescher en el primer acto y Leite arrancó merecidos aplausos con sus dificilísimas arias Come scoglio immoto resta en el primer acto y Per pietá ben mio perdona en el segundo. Ensamblaron a la perfección y cantaron con mucha gracia el dúo Prenderó quel brunettino al comienzo del segundo acto.
En el Uruguay de la fractura social, del viento de frente en la economía, de los paros y la esencialidad, de los menores golpeados, de la saga de Amodio, en semejante sopa de bajón, una luz, chiquita pero luz al fin, aparece en el túnel. Y esa luz brota de 50 o 60 jóvenes que estudian y cultivan la ópera, y han resucitado el proyecto de Ópera Joven arrastrados por la locomotora que forman Esteban Louise (dirección musical), Edgardo Rocha (puesta en escena) y Nicolás Zecchi (producción). Todos se han comprometido de forma honoraria (sí, leyó bien) con la apuesta audaz y arriesgada de hacer esta ópera mozartiana a pulmón, con escasez de medios materiales, durante seis funciones y con dos elencos alternativos. Ojalá en otros ámbitos se prendan otras luces como esta.