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    Guerra abierta contra las AFAP

    N° 1947 - 07 al 13 de Diciembre de 2017

    Corría el verano 2004-2005. Tabaré Vázquez había ganado las elecciones en primera vuelta y se aprestaba a asumir la presidencia de la República el 1º de marzo. El presidente electo estaba armando su equipo de gobierno. Y había resuelto que Ernesto Murro fuera presidente del Banco de Previsión Social (BPS). Murro, por su parte, estaba haciendo declaraciones hostiles contra las Administradoras de Fondos de Ahorro Previsional (AFAP). Alguien se lo susurró a Vázquez y Murro no habló más. Luego, Vázquez tuvo una conversación con la institución que agrupa a las AFAP y, cuando salió, declaró a la prensa: “¿Por qué vamos a tocar algo que está funcionando bien?”.

    Ahora que Murro es ministro de Trabajo y Seguridad Social, ese tema de fondo volvió al tapete con toda la fuerza y desató una grave crisis en el gobierno, donde hasta se duda sobre la permanencia del ministro de Economía, Danilo Astori. El asunto de los “cincuentones” es apenas un episodio mediante el cual Murro, apoyado por la retrógrada cúpula sindical del PIT-CNT, mantiene su vieja idea de ir erosionando a las AFAP hasta que desaparezcan.

    Hagamos un breve repaso. En 1995 el sistema previsional público se estaba por fundir por malas administraciones anteriores y porque una alocada reforma constitucional de 1989 (a la cual solo se opuso Jorge Batlle) obligó a ajustar las jubilaciones por el índice medio de salarios. El gobierno de entonces, presidido por Julio María Sanguinetti, decidió enfrentar el desastre que se avecinaba y creó un sistema mixto público-privado, estableciendo las AFAP.

    La ley obligó a los menores de 40 años de la época a afiliarse a alguna AFAP, a donde iría una parte de sus aportes jubilatorios; la otra parte, al BPS. Cuando a aquellos ciudadanos se les acerca ahora la edad de su jubilación, advierten que no se les computa todo lo aportado desde 1996 hacia atrás en el BPS. Esa plata está en el bolsillo de los jubilados actuales. Pero los “cincuentones” protestan.

    Para solucionar ese problema, el gobierno está dividido: la alianza Murro-PIT-CNT, aparentemente apoyada por el presidente Vázquez, quiere que las AFAP pongan toda esa deuda en un fideicomiso administrado por el BPS. Pero Astori dice que eso desestabilizaría las cuentas fiscales y pondría en riesgo el grado inversor del Uruguay. Además, según la Oficina de Planeamiento y Presupuesto (OPP), provocaría una distribución de ingresos regresiva, perjudicando a los que tienen menos.

    El proyecto de ley que envió Vázquez al Parlamento tendría un costo de 3.700 millones de dólares, lo que representa un 0,4% del PBI nacional durante 25 años. El propósito es compensar a unas 80.000 personas que vieron afectada su jubilación por el cambio de sistema. Se trata de quienes en 1996 ganaban más de ocho salarios mínimos.

    Es evidente el propósito de Murro y del PIT-CNT: en vez de hacer como el kirchnerismo, que se apropió de un solo zarpazo del dinero de las administradoras privadas argentinas en uno de los tantos robos que ocurrieron en ese período, en Uruguay, Murro y el PIT-CNT quieren debilitar lenta pero metódicamente a las AFAP para que mueran por inanición algún día. Y que quede todo de nuevo bajo el control del Estado.

    El economista Javier de Haedo comentó con propiedad que “la fractura que estamos viendo en el Poder Ejecutivo a propósito del tema ‘cincuentones’ es la más grave que hemos visto en mucho tiempo. Es particularmente grave por las consecuencias fiscales para las próximas décadas, pero también lo es desde el punto de vista de valores: demagogia, injusticia intergeneracional, entre otras cosas. Astori presentó renuncia en 2005 por el proyecto de ley de presupuesto, pero lo de estos días es mucho más grave que aquello. Como siempre, quien es en última instancia decisivo en estas cuestiones es el presidente. Veremos si da con la talla”.

    El nuevo avance sobre las AFAP fue cuestionado también duramente por Sanguinetti, padre de la reforma de 1996. El viernes 1º, el expresidente escribió que el ministro Murro “se abalanzó sobre el sistema jubilatorio vigente, que salvó al país de una catástrofe, afirmando —a raíz del actual debate sobre los famosos ‘cincuentones’— que los partidos tradicionales debían ‘pedirle disculpas a la población por el daño que le han hecho a miles de ciudadanos’”.

    “O sea que, según su reiterado criterio, el gobierno y el Parlamento de 1995 hicieron mal en salvar el Banco de Previsión Social, establecer la historia laboral para asegurar el registro del trabajo realizado, abreviar los trámites de jubilación, disminuir el peso de la seguridad social sobre las finanzas, darles tranquilidad a los funcionarios y combinar el principio de solidaridad intergeneracional con el ahorro individual de cada trabajador, hoy protegido en su libertad de elegir y en la seguridad de sus aportes. En aquel momento, la aplicación del viejo sistema de reparto más el ajuste automático de las jubilaciones, superaba el PBI total del país”, añadió.

    Pero Sanguinetti fue más preciso sobre el fondo del asunto. “El ministro —dijo— odia el sistema y trata por todos los medios de hacerlo inviable. Él no cree que la jubilación deba atarse a la responsable contribución del trabajador; piensa que este no tiene derecho a saber cuánto lleva aportado y dónde está su dinero. Todavía actúa con mentalidad corporativa-marxista y rechaza el ahorro, al que considera práctica burguesa. Incluso repugna de la ‘privatización’, soslayando que la AFAP del Estado es la mitad del sistema”.

    Sanguinetti precisó que cuando en 1996 la ley fue aprobada, había una “razonable idea de que la gente joven de aquel tiempo” hoy se jubilara a los 65 años y no a los 60. Y tiene razón. Porque en 1960, la esperanza de vida al nacer era 68 años y hoy está por encima de los 77, con las mujeres arriba de los 80. ¿Quién se jubila hoy a los 60 años?

    Pero el ministro Murro está soberbio. “Habló el presidente”, responde cuando se le pregunta por las diferencias que hay en el gobierno. Y, es verdad, el presidente es el presidente, pero no es Stalin. Murro y el PIT-CNT tienen su objetivo de derrumbar a las AFAP. Eso está claro. Pero el presidente puede estar simplemente equivocado.

    En su último ataque a su colega Astori, Murro dijo que el Ministerio de Economía “ha hecho mucho terrorismo de cifras”. Para quienes miramos cómo se sacan chispas en el gobierno, el “terror” es que nos roben la plata que es nuestra, que nos endeuden de por vida por manejos irresponsables y demagógicos, y que, otra vez, tengamos que penar por los pasillos del BPS para cobrar jubilaciones ruinosas.