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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáSobre la Guía de Educación y Diversidad Sexual. En las últimas semanas, nuestros medios de prensa han hecho particular hincapié en el nuevo proyecto del Ministerio de Desarrollo Social, conocido como Guía de Educación y Diversidad Sexual. El equipo responsable de la elaboración de dicha guía —que se encuentra publicada en la web a pesar de haber sido rechazada por el Consejo Directivo Central el 6 de noviembre pasado— está formado por la coordinadora general del Departamento de Género en Políticas Distributivas, Gabriela Sarasúa, y por algunos representantes del colectivo Ovejas Negras, quienes se han encargado de la elaboración de los contenidos.
Respaldan esta labor de investigación y estudio sistemático, la directora de la División de Políticas Transversales y Empoderamiento, Nohelia Millán, y la directora del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres), Beatriz Ramírez Abella.
Son de público conocimiento las diversas expresiones que se han realizado en torno al tema en cuestión, desde las palabras vertidas por el consejero de la Educación, Daniel Corbo, sobre los inconvenientes de la ya mencionada guía y la respuesta del miembro del colectivo Ovejas Negras y representante del Partido Comunista, Federico Graña. Asimismo, ha sido de gran atención general el cruce de palabras entre Beatriz Ramírez y el arzobispo de Montevideo, monseñor Daniel Sturla.
Más allá de los dimes y diretes, nos encontramos en una encrucijada de carácter filosófico y conceptual, donde me atrevería a realizar algunas precisiones que quizás puedan arrojar un haz de luz a toda esta cuestión, donde se entrecruzan intereses de diversa índole.
La Guía de Educación y Diversidad Sexual está basada en los postulados centrales de la ideología de género. La ideología de género defiende que las diferencias entre el hombre y la mujer, a pesar de las obvias anatómicas, no corresponden a una naturaleza fija —naturaleza humana— sino que son roles meramente culturales o convencionales.
Dicha ideología se encuentra ampliamente extendida debido al fuerte impulso que recibe desde importantes universidades norteamericanas, entre las que se destacan la Universidad de California en Berkeley y la John’s Hopkins University. Desde los años 60, los estudios de género han adquirido un carácter científico y han tenido como plataforma de lanzamiento la IV Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre la Mujer en Pekín, en setiembre de 1995. Asimismo, la ideología se hace presente desde los años 90 en todas las agencias de las Naciones Unidas, entre las que se destacan la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Unicef y la Unesco.
De rápida y eficaz difusión por el mundo, la presente corriente de pensamiento se encuentra reflejada y fundamentada en la obra de la filósofa posestructuralista estadounidense Judith Butler, la que es de referencia fundamental en la construcción de los contenidos de la Guía de Educación Sexual antes mencionada. Por otra parte, las ideas son preconizadas por actrices de renombre internacional como Emma Watson —quien recientemente ha visitado nuestro país como embajadora de las Naciones Unidas— y se reflejan en algunas series de ficción y animadas de la industria cinematográfica hollywoodense Disney-Pixar.
La ideología de género hunde sus raíces filosóficas en el existencialismo ateo de la escritora francesa Simone de Beauvoir, quien sienta los elementos fundamentales del feminismo en el siglo XX. Sin embargo, debemos bucear en la historia para encontrar muchos de los argumentos que justifican esta corriente en la antropología individualista del neoliberalismo radical y en los postulados de algunos de los representantes de la revolución sexual como Wilhelm Reich o Herbert Marcuse.
Finalmente, nos encontramos con el marxismo a través de la obra de Federico Engels, titulada “El Origen de la Familia, la Propiedad y el Estado” de 1884. La ideología de género es una interpretación neomarxista de la historia que, habiendo comprendido el fracaso del marxismo por centrarse en aspectos meramente económicos de la realidad, se vuelca hacia su realización en el plano cultural bajo la influencia de los intelectuales franceses Michel Foucault y Jacques Lacan —ambos discípulos de Sigmund Freud— y, fundamentalmente, del filósofo neomarxista italiano Antonio Gramsci.
La ideología de género sostiene que el término sexo hace referencia a la naturaleza humana que implica las dos posibilidades de varón y mujer; mientras que el término género procede de la lingüística y admite más variaciones, como masculino, femenino, neutro y algunos otros elementos librados a la imaginación. Siendo el gran enemigo de la ideología la diferencia hombre-mujer, sus teóricos sostienen que no existen los sexos sino roles sexuales, orientaciones mudantes que pueden cambiarse a voluntad a lo largo de la vida. De esta manera, se sostiene que no existe una naturaleza humana que indique que algunos seres humanos son varones y otros, mujeres, sino que todo ello es producto de una construcción cultural.
Dice la feminista radical Judith Butler al respecto: “El género es una construcción cultural; por consiguiente, no es ni resultado causal del sexo ni tan aparentemente fijo como el sexo (…); en consecuencia, hombre y masculino podrían significar tanto un cuerpo femenino como uno masculino; mujer y femenino, tanto un cuerpo masculino como uno femenino”. (Gender Trouble: Feminism and the Subversion of Identity, Routledge, New York, 1990, p. 6).
Partiendo de esa base, la perspectiva de género plantea la necesidad de emprender un proceso de deconstrucción del lenguaje, de las relaciones familiares, de la sexualidad, de la educación, de la religión y de la cultura, para la “liberación total” del hombre en todos los órdenes. Para ello, será necesario destruir una serie de realidades dentro de la sociedad que se denominan “roles”.
De esta manera, los roles de masculinidad y femineidad deben ser suprimidos pues se sostiene que el ser humano nace sexualmente neutral y luego es socializado como hombre o mujer. Ello explica la línea de muchas actividades presentes en la Guía de Educación Sexual, donde se busca educar a los niños sin tareas “sexo-específicas”.
La ideología de género ha adquirido un alcance global en los últimos años, impulsada al ritmo frenético de los medios de comunicación de masas y centrando parte de su ataque en las religiones monoteístas a las cuales tilda de “fundamentalismos”. De esta manera, sostiene que la religión es una invención del hombre para someter a la mujer a sus deseos y fundar en ella una sociedad patriarcal y represiva. Dicho argumento, con una prosa elegante aunque no exenta de errores históricos severos, se encuentra en la tesis central del best seller del escritor norteamericano Dan Brown, titulado “El Código Da Vinci”. Así, los representantes de la ideología de género atacan tanto a Jesucristo como a Mahoma, argumentando sobre la inexistencia de dichas figuras históricas.
El tránsito que plantea esta deconstrucción de lo establecido se dirige hacia una sociedad “polimórfica”, donde el final de la familia biológica eliminará la necesidad de la represión sexual. Las mismas categorías de homosexualidad y heterosexualidad serán abandonadas y la misma institución de la relación sexual en que el hombre y la mujer desempeñan el rol bien definido de otorgar la vida, desaparecerá, salvo expresa necesidad del Estado para la continuidad de la especie.
Dice la feminista canadiense Shulamith Firestone al respecto: “Asegurar la eliminación de las clases sexuales requiere que la clase subyugada (las mujeres) se alce en revolución y se apodere del control de la reproducción; se restaure a la mujer la propiedad sobre su propio cuerpo, como también el control femenino de la fertilidad humana, incluyendo tanto las nuevas tecnologías como todas las instituciones sociales de nacimiento y cuidado de niños. Y así como la meta final de la revolución socialista era no solo acabar con el privilegio de la clase económica, sino con la distinción misma entre clases económicas, la meta definitiva (...) debe ser igualmente —a diferencia del primer movimiento feminista— no simplemente acabar con el privilegio masculino, sino acabar con la distinción de sexos misma: las diferencias genitales entre los seres humanos ya no importarían culturalmente”.(Shulamith Firestone, The Dialectic of Sex, Bantam Books, New York, 1970, p. 12).
Finalmente, la ideología de género buscará la deconstrucción de la familia, no solo porque dicha institución esclaviza a la mujer sino porque eso condicionaría socialmente a los hijos para que estos acepten el matrimonio, la familia y la maternidad como algo natural.
Esbozados sucintamente algunos de los principales conceptos de la ideología de género, me gustaría retomar las palabras de la directora del Instituto Nacional de las Mujeres, Beatriz Ramírez, cuando el día 26 de diciembre expresaba en “El País” que “La guía no quiere uniformizar nada. Aborda una problemática que existe en Uruguay, que es la discriminación dirigida a ciertos sectores, en este caso la gente con orientación sexual diferente”, respondiendo al arzobispo Sturla y en clara alusión a los objetivos de la Guía de Educación y Diversidad Sexual.
Me permito disentir profundamente con las palabras de la directora. La Guía de Educación y Diversidad Sexual, bajo el escudo de la discriminación y la diversidad, coloca al hombre como un ser eminentemente instrumental. La ideología que se preconiza atenta contra el desarrollo de nuestro pueblo y es destructiva para la sociedad, desmantelando las bases de las relaciones familiares y laborales.
Los derechos implican el reconocimiento de una estructura ontológica que sea común a todos, la “ley natural”; pues un derecho implica una base universal o no se puede proponer como derecho. Si cada uno es ley de sí mismo, si yo me construyo a mí mismo, solo el poder que se impone puede fundar la sociedad de los hombres. Y así, la directora se equivoca pues el relativismo del pansexualismo ateo que ella propone nos conduce a un totalitarismo, el “absolutismo” de la no-obligatoriedad, a la uniformización que ella desmiente y que tanto fue criticada en el siglo XX con otros rostros.
Así, los precursores de la ideología de género y sus seguidores en nuestro país nos devuelven al absolutismo de una normativa absoluta que nos retrotrae a la máxima del filósofo Thomas Hobbes: “El hombre es el lobo del hombre”; solo que esta vez, como en los cuentos de hadas, nuestros lobos se disfrazan de corderos.
Prof. Fernando De Amores
CI 4.185.784-2