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    Haciendo boca

    Ranking improbable de probables futuros presidentes.

    Un estudio de la consultora “Estándar and Pobres, la única encuestadora que no le importa lo que diga la gente”.

    Desconozco el motivo, pero en estas fechas no paran de aparecer encuestas de cuán simpático/antipático nos cae tal o cual político, así como de intención de voto (les aviso a los que ya se afilan: “El camino al infierno del balotaje está empedrado de buenas intenciones de voto”, Oscar Botinelli). En Estándar and Pobres no queremos perdernos esta zafra, en caso de que lo fuera, y optamos por el ranking, que es más fácil y directo.

    Oscar Washington Tabárez (#1, indiscutido).

    En este momento su popularidad es tan grande que podría ganar las elecciones hasta con un 75% de votos. Podría reformar la Constitución y ponerle “Proceso Integral de la Excelencia y Profesionalización Holística de Selecciones Nacionales Aplicado A La Sociedad En Lugar del Fútbol”, y no enfrentaría un rechazo significativo (apenas un 11% estimó que era demasiado largo el nombre, y que estaría de acuerdo si solo se le tuviera que decir “El Proceso”). Podría quedar afuera del próximo Mundial, insistir con Arévalo Ríos de titular hasta el 2022, o conducir alcoholizado su carrito de los entrenamientos y atropellar un perro ciego en el Complejo Celeste, y no perdería más de un 7% de aprobación. Su popularidad está a nivel de Kim Jon Un en Corea del Norte, o la de Putin en Rusia, y hasta podría alcanzar los niveles de la popularidad de Donald Trump (en Rusia también, lógico, lo aman los rusos, si se lo pusieron ellos a los yanquis).

    Si el Maestro Tabárez acepta ser presidente no tendríamos ni que votar, con que diga “sí, sí, agarro” alcanza, no habría que parar el país durante un año entero para hacer campaña ni gastar en la Corte Electoral para montar las elecciones que son carísimas, se pierde un tiempo tremendo, los partidos políticos tienen que salir a conseguir guita de cualquier lado y después generan sospechas, nada de eso.

    José Mujica (#2, contra su voluntad).

    Él dice que no quiere ser presidente (nótese que ya saltea la parte de candidato, y lo bien que hace porque si se presenta gana, eso lo sabemos todos) pero se comporta como si ya estuviera en campaña. En el 2009 tampoco quería pero “lo empujaron”. Como buen tupamaro, disfruta más de la escenificación engañosa que de la vida misma. El principal postulado tupamaro —adoptado posteriormente por el MPP— es: “Cuando no sepas qué quieres hacer, apela a la confusión generalizada, entrevera las cartas, genera confusión; en cambio, cuando sepas perfectamente qué es lo que quieres hacer, también”. Tanto enredan que llega un punto en el que genuinamente no saben lo que quieren hacer (revisar “caso Pluna” y Alas U en Presidencia Mujica).

    Punto de inflexión para la carrera presidencial de Mujica: la película de Kusturica. Calculan que si el pelotudo de Kusturica la termina, para el 2019 va a tener 17 Goyas, 1 Palma de Oro, 4 Palmas de Mimbre, y 2 Oscar Orgánicos abajo del brazo, solo por la presencia en la película del “Maestro Yoda del Progresismo de Facebook” o el “Chomsky de Sandalias y Joguineta” como también se lo conoce en círculos más intelectualoides. Mujica ya ganó premios (¡sin participar del filme!) con documentales que se basan en discursos suyos en la ONU. A esa altura, finalizando su Mujica World Tour Anticonsumista, votar a Mujica va a ser como si los ingleses votaran a Mick Jagger, o como cuando los italianos votaron repetidas veces a Berlusconi: de alguna manera el pueblo asume que su ícono más representativo debe estar al frente del país, para no llevarle la contra al éxito internacional, si eso es lo que entiende el mundo cuando se piensa en el ciudadano ejemplar de ese país, debemos ser eso.

    Liliam Kechichian (#3).

    Es una de las ganadoras de lo que va del 2017. Después que pasa Semana de Turismo se empieza a enfriar, como el clima, pero en este instante, con la épica feminista como viento de cola, es la 3 del ranking. El único precio inmediato a pagar como sociedad sería quedarnos sin telenovelas turcas. Con una presidenta mujer y armenia, los turcos no nos mandan nunca más una telenovela, olvídense. Ese efecto secundario, bien explotado con una campaña de temor, puede espantarle el voto-vieja que es una porción fundamental del electorado para ganar elecciones.

    Nota: A partir de abril, con el fin de la temporada turística, este puesto será ocupado por Carolina Cosse, ministra de Industria y Líder Todopoderosa de Ántel. Si terminan el Antel Arena para el 2019, que Martínez se vaya buscando una peluca rubia porque con suerte va de doble de riesgo de “Carolina, la Zarina del Galaxi” en la lista.

    Daniel Martínez (#4)

    No puede dejar de ver la vida con un optimismo fervoroso, enceguecido, y el problema del optimista empedernido lo sabemos todos: tiende a negar la realidad, que permanentemente manda insumos para que se luzca el pesimista. ¿Qué pasa con los que niegan la realidad? Un día la realidad los termina vejando, disfrazada de Ana Olivera, metida en un contenedor de basura, o afiliada a Adeom; no es que al resto de los mortales no los termine vejando también la realidad, pero el impacto es menor. En su cabeza ya es el próximo candidato a presidente del FA, y está a dos o tres mates de sentirse presidente. Esa es la ventaja del optimista: no hay señal que lo haga aflojar, y en muchos casos su optimismo fantasioso termina contagiando círculos concéntricos, y propaga una mentira colectiva que, durante un breve lapso, luego de una tormenta perfecta (ver estudio “La Mentira Colectiva Fugaz: cómo llegó J.R Carrasco a ser DT de la Selección Uruguaya habiendo dirigido menos de un año en el fútbol profesional”), abre una ventana en la realidad y se cuela. En ese proceso está Martínez. A tal punto que, según cuentan, ya le fue a pedir la bendición política a Mujica para ser presidente, quien por supuesto se la dio (revisar el postulado de vida de los tupamaros). Gracias a ese optimismo desenfrenado, es casi seguro que Martínez le haya creído.

    Lacalle Pou (#5).

    Todavía busca una personalidad política alternativa después de haberse mostrado como un consumidor compulsivo de Flores de Bach en la campaña electoral pasada. Todavía alguna gente lo sigue encasillando en ese personaje porlapositiva a pesar de que casi nadie se lo creyó. Sería el líder de la oposición, si la oposición tuviera líder. Necesita un foniatra y un peluquero si pretende avanzar puestos en este ranking, y la colaboración involuntaria del FA. Porque el Frente Amplio es el Partido Colorado del siglo XXI, y los blancos siguen siendo los blancos.

    Pablo Mieres (#197, dos puestos debajo de Irma Leites).

    Impresiona el odio contenido que despierta Mieres en la población. Cómo desde su impronta sosegada, levemente gasificada, que no debería andar generando grandes pasiones, cómo desde esa intrascendencia ante las grandes decisiones del país (ni siquiera puede ser el fiel de la balanza legislativa, entre Unidad Popular, Amado, y los desilusionados del FA le arruinaron su rol), cómo desde esos 15-20 segundos al final de la ronda de opiniones políticas en los informativos, ha podido construir un rechazo colectivo tan sólido. Es inexplicable para nosotros los cientistas ocultos sociales. Lo que empezó siendo un blanco fácil de chistes de asado y descalificación socarrona de accesibilidad universal (cualquiera puede generar sorna con Mieres), se transformó en un rechazo social desproporcionado. Recordemos el incidente trivial de la puteada a los inspectores de tránsito el año pasado, donde Mieres fue filmado con actitud prepotente, y gracias a la viralización del video consiguió algo insólito: la gente se volcó a favor de los inspectores.

    Raúl Sendic (#226, un puesto debajo de “que lo sortee Rodríguez Tabeira en TV y participamos todos con los últimos 3 números de la cédula”, dos puestos por debajo de Rodríguez Tabeira).