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    Igualdad de derechos

    Sr. Director:

    Agradezco la publicación de estas líneas que intentan —de buena fe— aportar a un debate que ha tomado, desde mi humilde punto de vista, ribetes por lo menos graves.

    Se trata de las manifestaciones con ocasión del día Internacional de la Mujer y los contenidos que año a año se han ido sumando, especialmente en 2017 y 2018.

    Como primera puntualización, manifiesto mi sorpresa por el tratamiento que le diera Búsqueda al tema, en su número 1.960, donde en el editorial sostiene que fueron 300.000 personas las asistentes al acto de 2017. La cifra —cierta o no— se reitera en la cobertura del acto de 2018 (Búsqueda Nº 1.961) pág. 5, donde además de afirmar que según los organizadores habrían sido 300.000 las personas asistentes, luego, en recuadro aparte, se afirma (esta vez por cuenta del editor) el mismo número de participantes, al realizar la cobertura de un acto “contrario” al que se desarrollara en la Av. 18 de Julio, cuyo copete luce “Acto contra la proclama feminista reunió a unas 80 personas”.

    Vuelvo al editorial del Nº 1.960. Allí se lee: “La libertad es nuestra trinchera y tenemos la certeza de que con todo esto se ha logrado un avance en su defensa. Es la mejor concpeción de la libertad la que se está imponiendo con la lucha que iniciaron un conjunto de feministas y que hoy reivindican 300.000 personas en la calle”. También se reconoce que fuimos los primeros en instaurar el voto femenino y en habilitar el divorcio, pero a renglón seguido se afirma que hoy estamos lejos de serlo.

    La lectura del siguiente texto alienta mi segunda puntualización: “Es la mejor concepción de la libertad la que se está imponiendo con la lucha que iniciaron un conjunto de feministas y que hoy reivindican 300.000 personas en la calle . Igualdad para ser libres, reclamaban y terminaron demostrando que, en las sociedades sanas, lo justo se termina imponiendo”. Por segunda vez se repite la cifra. Y se me dirá: es una cifra. Pero me permito señalar: es la cuarta parte de la población de Montevideo. Y si de símbolos se trata, hablar de una manifestación de esa entidad hasta hace olvidar los postulados. Lo importante es el símbolo. Y bien. Yo no sé cuántos concurrieron en 2017. Pero si sé que fueron aproximadamente 13 cuadras las que se llenaron en 2018: para los expertos en cálculos de este tipo de eventos, las estimaciones van de 5.000 a 10.000 por cuadra (considerando la densidad por metro cuadrado). Es decir que por lo menos en 2018 estamos hablando de un máximo de 120.000. Sin embargo, en la edición 1.961 se reitera la cifra de 300.000, lo que no deja de ser un dato erróneo, por lo menos del evento del presente año. Se me podrá decir que es un tema menor: mucho me temo que se trata de un tema mayor. Si se toma en cuenta que en 2018 existieron las demostraciones de fanatismo, intolerancia y violencia que existieron, reiterar acriíicamente que la cuarta parte de la población de la capital fue a reivindicar la libertad de la mujer, como si estuviéramos en un país dominado por el Islam, no deja de ser distorsivo de la realidad o, lo que es lo mismo, en estas épocas en que se acude tanto al concepto de “relato” (reivindicado también por las feministas a ultranza), Búsqueda está generando un “relato” que contradice el final de su editorial del 8.03.2018 Nº 1.960. En efecto, el mismo termina: “Para eso seguiremos apoyando esta lucha, tratando de que nunca se transforme en una guerra”.

    Como tercera puntualización, en el recuadro de la pág. 5 de la edición 1.961 se minimiza la demostración masculina que se opone a la visión extremista del feminismo, sosteniendo que concurrieron 80 personas, en su mayoría hombres y canosos; a mí, por lo menos, me resulta altamente contradictorio que se editorialice alentando una lucha pero que no se vuelva una guerra y en la cobertura de la semana siguiente se reitera una eventual falacia sobre la concurrencia del acto central y se contrapone a uno con una concurrencia exigua. ¿Se fomenta así la lucha para que no se vuelva una guerra? Es por lo menos discutible.

    Debo advertir, por último, que no tengo ni información ni conocimiento directo de quiénes pueden haber convocado el acto de plaza Gomensoro. Asumiendo que la oratoria tuvo los contenidos que se expresan (incluso en bocas femeninas) se podría concluir que tal acto realmente está fuera de la realidad y quizás algunos de sus contenidos puedan ser discutibles y aun rechazables. Pero el modo en que están presentados no parece reflejar los postulados con que culmina el editorial —ya citado— del 8.03.2018. Volviendo a los símbolos —creo que contraponer del modo en que se hace una manifestación masiva (que tiene un fundamento sólido pero que evidentemente está siendo orientada hacia posiciones extremistas) con un acto pequeño (con contenidos discutibles, sin duda) en alguna medida legitima los desbordes que se han producido este año y que vienen precedidos de polémicas públicas (debates por los medios escritos y radiales).

    Felizmente, en la revista galería del 15.03.2018 la escritora Carmen Posadas (pág. 72) realiza un excelente análisis de algunos extremos verificados en esta lucha por la igualdad entre hombres y mujeres y los matices que a escala internacional se han verificado. Rescato solamente el resaltado: “Creo que no está de más recordar, por ejemplo, que los abusos tienen como blanco no solo a las mujeres sino también a los hombres que están en una situación de desventaja frente a su abusador”.

    Me consta que han existido y existen organizaciones sociales de padres que reivindican —ellos también— el derecho a ver a sus hijos y a ejercer las tareas que el movimiento feminista enrostra como “trabajo no remunerado” del cual quieren ser relevadas. Que quizás no lo han hecho con la tenacidad o habilidad debidas, puede ser cierto. Que quizás sea el contradiscurso que comienza como comenzaron las mujeres a que alude Búsqueda en su edición del 8.03.2018, solo el tiempo lo dirá. Pero me consta —eso sí, por mi condición de profesional del Derecho con más de cuatro décadas de ejercicio— que el tratamiento que se le da al hombre a nivel judicial en el fuero de familia dista de ser justo y sobre ello se pueden escribir ríos de tinta. Me consta también que en cuanto a la violencia física contra la mujer (que es totalmente rechazable y condenable) se han magnificado cifras (pues estadísticamente son minoritarias), pero que debe ser “relatada” en sus justos términos. Me consta asimismo que fue una asociación civil formada por padres la que comenzó a hablar de “violencia psicológica” en los años 90, lo que luego, seguramente con aportes femeninos, terminó consagrándose en el Código de la Niñez y la Adolescencia. Por eso creo que las coberturas que hablan de 300.000 asistentes por un lado y de 80 por el otro (así fueran ciertas ambas cifras) tienden —dicho esto con todo respeto— a generar una visión hemipléjica de la realidad.

    Estimo que la cobertura de este semanario, en los dos números señalados, no solo no ha sido fiel a la realidad, sino tampoco a la historia: la lectura de la primera parte del editorial del 8.03.2018 omite que la mujer empezó a dejar de ser objeto y propiedad del hombre ya a comienzos del siglo XX y que en los últimos 15 años se han aprobado leyes que han significado un gran avance en la búsqueda de la igualdad. El camino que queda por recorrer no puede basarse en un “relato” centrado en el “patriarcado” que, pudiendo ser el origen, no tiene ese carácter en general, en la actualidad. Antes bien, debería basarse en el diálogo y la tolerancia. Sin embargo, de las crónicas de diversos medios de prensa se deduce que el “violentismo” puso una nota de gravedad a una marcha que debió ser reivindicativa (cuando no de celebración de los avances logrados, que algunas crónicas parecen obviarse).

    Como sostiene Pablo Romero en el semanario Voces del 15.03.2018, se está asistiendo a una “banalización del mal” a la luz de pintadas que incitan al odio (de género, para usar el término actual), “un macho muerto, un macho menos”, o cánticos estilo barrabrava del fútbol… “Desde esta mirada no hay lugar a la discrepancia y al debate. Se aniquila la diferencia desde una perspectiva binaria, donde todo se resuelve en un a priori ideológico de buenas y malos…”.

    El motivo de estas líneas, pues, es dejar sentado que en mi muy humilde opinión, las coberturas de Búsqueda citadas están fomentando —muy probablemente sin proponérselo— un movimiento que tiende a aniquilar, precisamente, lo que se dice defender: la libertad, en este caso la libertad de opinión, de disentir, de permitir ver todas las caras de una situación antigua, compleja, multicausal y, por ello mismo, digna de análisis serio, fundado, respetuoso y cuyo fin sea, precisamente, buscar los equilibrios que permitan superar las desigualdades actuales.

    Dr. Enrique Machado

    CI 1.256.495-7