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    Inversión en pasturas podría resentirse, producto de la abundancia de pasto, la caída del precio del ganado y otros factores, afirman operadores del sector

    Al junio de este año se estima que la dotación de vacunos alcance los 12 millones de cabezas y eso supone un desafío desde el punto de vista alimenticio que estará determinado por los mejoramientos que los productores realicen en esta época

    La exuberancia de pasto en los campos, fruto de las lluvias de verano, la baja en el precio de los ganados y cierta incertidumbre en el plano político, son algunos de los factores que los operadores identifican para justificar una zafra de semillas forrajeras que definen hasta ahora como “lenta” y “apática” y que puede “resentir los niveles de inversión” en pasturas por parte de los productores ganaderos, según afirman.

    Varios operadores de este mercado consultados por Campo coinciden ­—aunque con matices— en esta apreciación y muchos de ellos no descartan que la comercialización se dinamice en las próximas semanas.

    Para Ariel Asuaga, de la empresa El Sembrador, la zafra está “apática”, aunque admite que aún es temprano para sacar conclusiones y no descarta que en los próximos meses “se dinamice un poco”, según declaró a Campo. De todas maneras, afirmó que este año no ve “avidez” por sembrar pasturas.

    Rafael Gallinal, por su parte, sostiene que “el balance forrajero extraordinario del campo hace que la gente tenga una tendencia a sembrar menos”. Gallinal, que es productor en la estancia La Mariscala del departamento de Florida y creador de la variedad forrajera Lotus Rincón, dijo a Campo que la zafra está “tranquila y tardía” y que muchos se van a acordar “cuando sea tarde, allá por mayo y junio”.

    A la abundante oferta de pasto actual, Asuaga suma como un factor de incidencia importante para el desarrollo del comercio de semillas la “descomunal cosecha de avena”, que implicaría un nivel de “autoconsumo” y un “comercio entre productores” muy importante. Gabriel Foderé, de Fadisol SA, coincidió al señalar que la zafra de avena fue extraordinaria y que hoy “las ventas vienen muy retrasadas y con stocks importantes''.

    Desde PGG Wrightson, empresa que controla entre el 50 % y el 60 % del mercado de las semillas forrajera en Uruguay, las cosas se ven con algunos matices respecto a las afirmaciones anteriores. Luciano Sapelli, integrante de la firma, dijo a Campo que “la zafra no va a ser mala” y agregó que “tampoco la definiría como “muy lenta”. Sí reconoció que viene “más atrasada” por los excesos hídricos de enero y febrero, pero afirmó que “hoy en día la mayoría de las praderas se siembran atrás de la cosecha de soja” y que por eso “quizás se retrase algo más la zafra de pasturas perennes”. Para Sapelli, este “no es un dato menor, si consideramos que hay más de un millón de ha de soja, muchas de las cuales van a ser sembradas con pasturas una vez que el campo quede libre”.

    “Jugados” a un invierno benigno

    Más allá de la coyuntura, hay coincidencia en la preocupación con respecto a la suficiencia de “comida” para el ganado en los meses venideros. “El invierno siempre llega” y “no hay inviernos buenos”, sostenía Jaime Rovira, destacado investigador de INIA, fallecido en setiembre de 2006 y uno de los hombres a los que se atribuye desde la academia una formidable contribución al desarrollo ganadero en la segunda mitad del siglo XX.

    De la benevolencia del invierno dependerá en buena parte la producción de carne de este año. En Uruguay “es normal que los ganados pierdan peso durante el invierno”, sostuvo Sapelli y agregó que “Uruguay está muy jugado” a cómo se dé el clima en esa estación.

    Pero este año se agregan algunos factores adicionales que podrían complicar aún más la producción de carne: una muy alta parición de terneros, cercana a los 3 millones, y una retención de vientres importante para lograr ese nivel de nacimientos.

    Según el anuario 2013 de la Oficina de Política y Programación Agropecuaria (Opypa) del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP), solo el 15% del total del área destinada a la ganadería (13,5 millones de ha) tiene sembradas pasturas mejoradas, mientras el 85% restante es exclusivamente campo natural. La información oficial agrega que 2013 se cerró con 10,9 unidades ganaderas y para los especialistas, con este balance “la cuenta no da”, salvo que se presente un invierno extremadamente “benigno”. Este panorama es más grave aún en la zona de basalto, donde solamente el 5 % de la superficie está mejorada con pasturas, o en la zona este, donde llega apenas al 10,8%.

    “La ganadería de carne se ha vuelto más eficiente sin dudas. En una menor área, mantiene e incrementa sus niveles de productividad”, sostiene Rafael Gallinal, para quien, sin embargo, este año con el exceso de lluvias de verano se generarán “consecuencias agronómicas importantes”. Señala que “este pastal que tenemos hoy, come todos los nutrientes del suelo y en julio o agosto empezaremos a oír los lamentos sobre la poca calidad de las escasas pasturas de esos meses”. Agregó que “después de veranos como estos, los ciclos invernales son más pobres que después de los veranos secos”.

    Política

    y caída del precio del novillo

    Otros dos factores, además de la actual oferta de pasto, son apuntados por Asuaga y Gallinal como elementos que podrían determinar una aún menor inversión en pasturas.

    Asuaga sostiene que “el tractor de la inversión en pasturas es el precio del novillo gordo” y que “las señales que está dando la industria van en contra de la inversión”. Esto, según el técnico, podría condicionar muchas de las decisiones de siembra de los ganaderos ante la falta de estímulo por la vía del valor de su producto. Asuaga afirma que ''el stock necesita una determinada cantidad de alimentación. Los 3 millones de terneros, más la retención de vacas, aumentan la demanda de comida, hasta que llegue un momento en que va a ser insuficiente y quedan dos opciones: o se hacen más pasturas o se entra en una baja de precios con liquidación de stock. Es 2 más 2'', aseguró.

    Por otro lado, para Rafael Gallinal la coyuntura política también está jugando un papel en las decisiones de los productores. “Están los que no piensan y creen que todo va a seguir bien, y están los que piensan y miran el mercado internacional y la acción del equipo económico y saben que en algún momento el gobierno va a tener que echar mano a los ganaderos, que son los que van a sobrevivir”. Gallinal afirmó que “las empresas que están pagando el impuesto al patrimonio son las que definen el partido” y puntualizó: “Me da la impresión de que se están moviendo con precaución, no paran, pero están cautos”. Sostuvo que “en la ganadería somos más eficientes y por ahí podemos haber aumentado la productividad, pero los horizontes tienen un componente político y el nivel de inversión se va a ir enlenteciendo”.

    Pasturas perennes versus verdeos

    En la sequía de 2008/2009 se perdieron 400.000 hectáreas de praderas que nunca volvieron a recuperarse dentro del 15 % de área mejorada a nivel nacional y los productores ganaderos apostaron y apuestan a los verdeos para obtener una oferta de forraje de buena calidad, abundante y de producción rápida. Esto viene sucediendo hace años, a pesar de que el costo de ese pasto es “mucho más caro”.

    Pablo Outeda, director de la empresa Lebu SRL, explicó a Campo que los productores apuntan a los verdeos por “costos y adaptación al manejo”, pero fundamentalmente porque la producción intensiva “necesita una oferta violenta de forraje”. Outeda dijo que hoy los ganaderos, por ejemplo, “siembran un rye grass con tetraploide para quemarlo y ponerle una soja o un sorgo forrajero en el rastrojo que está saliendo del trigo” y que eso “produce una entrega de forraje instantánea mucho más fuerte”.

    Consultado sobre por qué la opción de un verdeo frente a una pastura perenne, Ariel Asuaga señaló que “el verdeo es más confiable, más o menos sé lo que va a dar, la probabilidad del fracaso es menor, y si bien es más caro, ahí juega la seguridad”. Dijo que lo mismo pasa con los concentrados, que “es muchísimo más caro que el pasto y sin embargo se usa cada vez más porque la gente lo percibe como una técnica donde invierte y sabe lo que va a pasar”.

    Para Asuaga, “la producción de pasto es mucho más prolongada y termina siendo un pasto mucho más barato en una pastura perenne”, pero muchas veces “se prioriza la seguridad de sembrar algo que produce en forma rápida, abundante y segura, y quizás ni hace la cuenta de que durante seis meses en el año ese suelo está sin uso”.

    Gabriel Foderé, de la firma Fadisol SA de Ombúes de Lavalle, en diálogo con Campo atribuyó la caída de pasturas permanentes al desplazamiento de la ganadería producido por el crecimiento de la agricultura en el litoral y al hecho de que a los productores extensivos “les cuesta hacer inversiones a largo plazo y siguen sin invertir en reservas y en una buena pastura”. Sostuvo que “los verdeos les cuestan más caros, pero obtienen un resultado rápido y después van viendo cómo siguen año a año”.

    Asuaga, por su parte, señaló que “sin dudas que el pasto sigue siendo, ya sea de campo natural o de pasturas sembradas, sobre todos las perennes, la alimentación para el ganado más barata que hay”, pero dijo que “muchas veces la gente no se toma el tiempo para resolver los problemas de fondo y termina decidiendo rápidamente por cosas más simples”.

    En opinión de Pablo Outeda, el área de verdeos complementa la disminución del área de praderas permanentes, e incluso aumenta el total de mejoramientos, “por lo que debiéramos estar por encima de lo que teníamos hace 10 años”. Sostuvo este técnico que el área hoy “debe situarse entre las 800.000 y 900.000 ha entre verdeos de invierno, de verano y pasturas perennes” y para él, esto explica que a pesar del desplazamiento de la ganadería a campos más marginales, no haya bajado la producción de carne en lo nacional. Aseguró que solo de sorgo, “debe haber 200.000 o 300.000 ha y “eso es un verdeo de verano que se rota con algo”.