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“Todas estas 120 y pico de personas hacen que esta comisión tan chiquita pueda llevar adelante todo esto. Si no, en realidad sería imposible. Aquí hay muchísima gente que labura gratis, mucha gente que pone dinero y que pone el corazón en esto, porque estamos seguros de que la música nos puede cambiar. ¿Ustedes creen que no después de esto?”, dijo Horacio Macoco Acosta desde el escenario de la Manzana 20, pasada la medianoche del domingo 21, rodeado por una decena de personas. A continuación, Nancy Fondado, presidenta del Movimiento Cultural Jazz a la Calle (MCJC), tomó el micrófono y anunció: “El próximo encuentro será del 11 al 19 de enero de 2025. Allí nos volveremos a encontrar. Gracias por todo”. Fondado es quien lidera actualmente esta asociación civil y Acosta es el principal referente de esta organización única en el país, que desde 2007 produce una reunión de músicos que hace rato está inscripta en el circuito musical de la región.
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Entre el sábado 13 y el domingo 21 Mercedes recibió una nueva edición del Movimiento Cultural Jazz a la Calle. Fue la número 16. Y volvió a ocurrir lo de siempre, es decir, lo extraordinario. Pasaron 20 formaciones por la Manzana 20, el predio sobre la rambla hermosa de Mercedes destinado a conciertos al aire libre. Pasaron decenas de músicos en cada puesta de sol por las calles Mario Cassinoni, Leandro Gómez y 19 de Abril, en el barrio Puerto. Tocaron músicos de Uruguay, Brasil, Argentina, Paraguay, Chile, Rusia, Alemania y Portugal. La mayor parte pasó por la Casa de la Cultura de Mercedes, donde se dictaron tres clínicas diarias durante ocho jornadas. Muchos se quedaron después de los conciertos para animar la jam que se realizó cada noche en la plaza de comidas de la Manzana 20, hasta bien entrada la madrugada.
Una muestra inequívoca de la proyección internacional que ha logrado Jazz a la Calle (Jalc) es la cantidad de músicos que se postularon para participar del encuentro: 1.344, la gran mayoría de Argentina, Brasil y Uruguay y del resto de Latinoamérica. “Fue gigantesco”, dijo Acosta a Búsqueda y agregó que hubo un récord de inscripciones desde Europa. Acosta es uno de los máximos responsables de la continuidad en el tiempo que ha tenido el encuentro. Pero la clave para el éxito de este proyecto cultural y educativo es el grupo, esa comunidad de mercedarios que trabaja todo el año en forma honoraria y cooperativa en el más amplio sentido de estas palabras. Según contó Mirian Lamas, otra de las principales organizadoras, quien se encarga de organizar la logística de los alojamientos (en hoteles y en casas particulares), el núcleo duro se compone de una docena de personas, la comisión directiva del movimiento.
Pero para hacer posible el encuentro participan más de un centenar de personas. Algunas, como Faustina Peñalva, hospedan a músicos en su casa desde la primera edición. Incluso les prepara un buen desayuno. Otra es Betty Peresini, profesora de Literatura y cantante con mucha experiencia en el campo coral, que ofrece su casa para suministrar electricidad en uno de los escenarios, el de la calle (adoquinada) Mario Cassinoni. Además de energía, Betty brinda el servicio de almacenar los instrumentos que allí se utilizan todas las tardes. Durante años, la profesora de Historia y gran divulgadora de ballet Lucía Chilibroste fue quien se encargó, 24/7 durante todo el encuentro, de la logística de los traslados y hospedajes. Ahora pasó la posta.
Una figura clave en los últimos años es Ana Nuez, una de las grandes anfitrionas de Jazz a la Calle. Además de hospedar a participantes, esta empresaria mercedaria saca a pasear por el río Negro en su lancha a los visitantes. Los lleva a visitar las islas que están del otro lado del puente de la Ruta 2, pasando la playa Biguá, donde el río da una vuelta amplia y el paisaje regala una postal nueva en cada curva de la orilla. Ana Nuez llena una heladerita con refrescos y cerveza y llega con sus pasajeros hasta Arenitas Blancas, una playa preciosa en la que pasar una tarde es un verdadero privilegio. Pero, además de organizar ese servicio personalizado de turismo fluvial, Ana agasaja con un asado en su casa (o en la de otros voluntarios) a músicos, periodistas, técnicos y allegados. Allí demuestra sus grandes virtudes como asadora, con la única condición de que haya música en vivo. Este año el dúo argentino Rulo-Vaccaro, integrado por el por el vibrafonista Julián Rulo y el guitarrista Leandro Vaccaro, se hizo presente con una combinación tímbrica pocas veces vista en Mercedes: vibráfono y guitarra española. Mientras se degustaban las delicias (cárnicas y vegetales) que salían de la parrilla, Julián Rulo, instrumentista de formación académica y jazzera, ensambló las armonías de su gran instrumento de metales con la guitarra de Leandro Vaccaro, músico que practica un estilo de guitarra folclórica, de impronta popular. El resultado sonoro fue tan apetecible como el gastronómico.
Marco Antonio es un chofer de la Intendencia de Soriano (IS) que colabora con Jalc desde sus inicios. Es que la Intendencia de Soriano es uno de los principales sostenes logísticos para la realización del encuentro. Según explican los organizadores, la comuna del “Departamento Fértil”, el característico eslogan publicitario de la IS, aporta dinero para costear pasajes aéreos y otras áreas de la producción pero también aporta recursos humanos, como este funcionario oriundo del estado brasileño de Río Grande del Sur, radicado desde su juventud en Mercedes. Marco Antonio va y viene de la terminal a los hoteles, de la Manzana 20 a la Casa de la Cultura y de la Escuela de Jazz a la Calle a la Utec. Lleva y trae gente, lleva y trae instrumentos, lleva y trae comida y todo lo que haya que llevar y traer. Siempre con una sonrisa y siempre con algún cuento de alguna de las 15 ediciones en las que ha llevado y traído.
Para esta edición la IS construyó un nuevo escenario en la Manzana 20; un escenario permanente, hecho de hormigón, que facilita el montaje de todo tipo de espectáculos, en cualquier momento del año. Además este año se incorporó una nueva pantalla LED de alta definición y se instaló una nueva plaza de comidas, cuya gestión fue tercerizada y contó con una amplia oferta gastronómica. Desde chorizos al pan a tacos veganos, pasando por pulpón a la parrilla, pasta, hamburguesas de espinaca y torta diamanta. Para tomar, mucho más que cerveza común y refrescos: hubo un local de tragos y un par de puestos de cerveza artesanal.
Sin embargo, hubo algunos detalles del nuevo escenario que no estuvieron a la altura de la historia del encuentro. El folclore de la Manzana 20 indica que la platea de sillas playeras que cada espectador lleva para presenciar cómodamente los conciertos deja el espacio delantero para que el público más joven se siente en el pasto, que siempre está repleto. Bueno, esta vez no hubo pasto porque a alguien se le ocurrió cubrirlo con piedritas grises, de esas que están de moda en los jardines. Unos pocos solucionaron la incomodidad con un almohadón. Pero la gran mayoría tuvo que resignarse a sentarse sobre el empedrado. Otro sinsentido fue la valla de rejas amarilla colocada junto al proscenio, como en los grandes recitales de rock, que afeó considerablemente la vista de los espectáculos. Como si hubiera peligro de que el público trepara al escenario… Sería bueno recuperar el pasto y la vista limpia del escenario.
Es sabido que Jazz a la Calle es, más allá del encuentro, una institución que funciona todo el año con un fin eminentemente educativo. La Escuela Jazz a la Calle ha ofrecido durante los últimos 18 años formación específica en jazz a cientos de alumnos no solo de Mercedes sino de todo el país. Desde hace cinco años la Utec instaló en Mercedes su Licenciatura en Jazz y Músicas Creativas, a la que asisten estudiantes uruguayos y también de la región. Estas dos escuelas mantienen una gran sinergia académica y proveen con orquestas y ensambles al encuentro. Sus directores, los músicos argentinos Federico Lazzarini (trompeta) y Juani Méndez (saxofón) mantienen un estrecho vínculo artístico y participan en varias instancias del encuentro.
Desde este año también, los estudiantes de la Escuela de Jazz a la Calle son quienes gestionan los toques callejeros y la jam, ámbitos que funcionan como plataformas para que los músicos en formación puedan foguearse y compartir escena con experimentados. Uno de esos veteranos del jazz que no falta nunca a Jalc es Daniel Escanellas, saxofonista que actualmente es el presidente del Hot Club de Montevideo y que es infaltable con su caña virtuosa en el escenario de la calle Leandro Gómez.
Sobre el escenario de la Manzana 20 sucedieron, como siempre, escenas memorables. Alexandre Ribeiro es un talentoso clarinetista brasileño. Un todoterreno del instrumento de ébano y plata nacido hace 45 años en el interior del estado de San Pablo, que vive en la mayor urbe brasileña. Años atrás grabó con el guitarrista argentino Alan Plachta, docente de la Utec y habitué en las últimas ediciones de Jalc, un disco inspiradísimo llamado Encuentro encontro. Este hermoso maridaje sonoro sonó en Mercedes el sábado 20 y contó con la percusión de la exquisita pandeirista paulista Roberta Valente. Ribeiro y Valente volcaron su conocimiento del choro y otros estilos populares brasileños en una clínica muy celebrada por los melómanos el sábado 20 por la mañana.
Otros dos puntos altos fueron la Carricola Jazz Orchestra, una big band compuesta por una docena de intérpretes, integrada casi completamente por mercedarios, que ofreció una celebradísima sucesión de estándares finamente arreglados por sus integrantes, y la talentosa pianista y compositora rusa Julia Perminova, que ofreció una excelente muestra de jazz contemporáneo europeo, junto al baterista portugués Luis Possolo y el bajista alemán Josef Zeimetz.
El público de Mercedes merece un gran reconocimiento por el respeto, la atención, la apertura y el entusiasmo con el que reciben las diversas propuestas musicales que desfilan por la Manzana. Pero, como siempre, el aplauso mayor fue para esa legión de voluntarios mercedarios que pronunciaron las palabras que encabezan esta nota y que siguen haciendo posible este prodigio cultural llamado Jazz a la Calle.