Los denunciantes, víctimas de las torturas en la DNII y la Metropolitana, celebraron que el fallo reconociera que se trató de crímenes sistemáticos contra la humanidad perpetrados por “los guardianes del orden y custodias últimos de los derechos individuales de cada ciudadano”.
Un proceso
La hipótesis de que Charleta fue un topo plantado por alguna agencia nacional o extranjera para infiltrar, primero a las Brigadas Juveniles Socialistas (BJS) y luego a la UJC, nunca fue confirmada ni tampoco descartada.
Sin embargo, la mayoría de sus excompañeros coinciden en que en realidad se trató de un proceso de descomposición que tuvo su momento crítico poco después de caer detenido a fines de octubre de 1975. Aunque no existen pruebas al respecto, todo indica que poco después de ser trasladado a la extintorería Biere, en Maldonado y Paraguay, donde se torturaba a los detenidos bajo las órdenes del inspector Castiglioni, tuvo que ser internado en el sanatorio Impasa debido a una crisis nerviosa e intento de autoeliminación. Si todo eso no fue una actuación, por si lograba seguir en la organización, después de esa descompensación Gundelzoph decidió seguir el consejo de su abuelo herrerista y volcar todos sus conocimientos y energías en la lucha contra la organización que acababa de dejar.
“Mi abuelo me dice que no podía renegar de mis raíces”, declaró Charleta al juez Dos Santos y explicó que este estaba muy relacionado con el general Mario Aguerrondo, fundador de la logia anticomunista Tenientes de Artigas y candidato a la presidencia por el Herrerismo en 1971. Respondiendo al pedido de su amigo, Aguerrondo, a su vez, había contactado al jefe de Policía de Montevideo, coronel Alberto Ballestrino, y este con el comisario José Bonaudi para que el nieto descarriado tomara un buen rumbo.
Babita
Mucho antes de llegar a ser “brazo derecho de Castiglioni” y aún antes de que sus compañeros socialistas comenzaran a decirle Charleta, por su capacidad de discursear, los comunistas del Liceo Zorrilla de mediados de la década de 1960 lo apodaron despectivamente Babita, e incluso algunos, para burlarse, cuando él hablaba en las asambleas abrían un paraguas porque escupía.
Era un estudiante inestable pero inteligente, un tipo bien parecido, que siempre estaba muy preocupado por su blonda cabellera, que se expresaba muy bien en público y destacaba en las polémicas. No tomaba alcohol, no fumaba, no salía con mujeres y leía mucho, aunque no siempre lo que pedían los profesores. No hacía esfuerzos por ganar amigos, aunque los sábados salía al cine o a cenar como casi todos. A la hora de comer perdía la compostura.
Algunos de sus compañeros de entonces lo ubican en las listas gremiales de derecha. Otros, al contrario, en la anarquista Resistencia Obrero Estudiantil (ROE). En todo caso, en 1970 el luego decano de Humanidades Álvaro Rico lo había hecho miembro de las BJS, los “latas”, que estaban saliendo de la clandestinidad impuesta por el gobierno de Jorge Pacheco Areco y emprendían el camino del Frente Amplio (FA).
El fervor puesto en la actividad política, que ganó a muchos jóvenes en 1971 con el nacimiento del Frente, hizo que Gundelzoph perdiera el año. En esa época cursaba primero de bachillerato de Derecho en el Colegio Juan XXIII, donde fue compañero del ahora diputado frenteamplista Carlos Varela, el ministro colorado del Tribunal de Cuentas Álvaro Ezcurra y del actual presidente de la organización de ex presos políticos Crysol, Gastón Grisoni.
El primer examen que perdió fue Biología. Él y otros estaban tan absorbidos por la militancia en el comité de base de institutos católicos del FA que desatendieron todo lo demás.
En 1972, eliminado del Juan XXIII porque no logró salvar el mínimo de tres materias, ya estaba de vuelta en el Zorrilla. En la militancia socialista conoció a la que sería su primera esposa. Cuando se casaron —él con 20 y ella con 17 años— se fueron a vivir a un apartamento en el barrio Palermo y al año siguiente Jorge comenzó a trabajar en Secundaria y ella en la Corte Electoral, gracias a los contactos del abuelo Gundelzoph, que se hacía cargo de casi todo.
A la huelga general, que comenzó en junio de 1973 y se extendió por 15 días, Charleta ingresó socialista y salió comunista, algo que fue muy común en esos días. Otros habían ingresado a la UJC el año anterior como reacción al asesinato de los ocho obreros de la seccional 20 del Paso Molino.
Clandestino del Regional 1
La vida clandestina no resultaba el mejor estado para alguien que se destacaba sobre todo por su oratoria. El 1° de mayo de 1974, el Charleta cayó preso en una manifestación en La Teja, pero al parecer logró salir rápido gracias a su abuelo.
Al año siguiente, el Regional 1 de la UJC, que estaba dividido en cuatro seccionales, lo designó para un cargo de responsabilidad que incluía el trabajo de resistencia a la dictadura en los cuatro turnos del Liceo Zorrilla. En el seccional, que llevaba el nombre de la militante del IPA Nibia Sabalsagaray, muerta por torturas en una unidad del Ejército, el Charleta fue designado secretario de organización.
En octubre, en paralelo con la Operación Morgan contra el Partido Comunista, la DNII redobló los esfuerzos para reprimir la actividad en el Zorilla y unos 20 militantes fueron procesados por la Justicia militar después de haber sido torturados en la calle Maldonado.
Al lado de “la máquina”
Gundelzoph declaró en el juzgado que, a pedido de Castiglioni, dictó tres conferencias para oficiales de diferentes fuerzas, en el entonces intervenido Teatro El Galpón, y que escribió cuatro tomos sobre la UJC, de los cuales se publicaron solo dos, bajo el sello Universidad de la República, Ministerio del Interior y DNII.
Aunque su nombre no figura, en el prólogo del tomo I de UJC Escuela de Comunismo, publicado en 1977, se informa al lector que el trabajo de 100 páginas “ha contado con la invalorable colaboración de un joven exdirigente de la UJC, que está de vuelta de ese mundo extraño y que desea volcar toda su experiencia en todo aquello que sirva para alertar a otros jóvenes de lo engañoso que es el ‘canto de sirena’ del comunismo”.
Para explicar por qué el comunismo es intrínsecamente perverso, recurrió, además de los archivos policiales, a citas del papa Pío XI, de León XIII, pero también del periodista argentino Mariano Grondona y del columnista de La Mañana, Ricardo Peirano.
Aunque declaró que no fue nunca policía ejecutivo, sino analista de inteligencia, la justicia lo procesó por haber participado en la tortura a los detenidos. El papel de asesor de Gundelzoph en “la máquina”, como los presos llaman en forma genérica a los métodos de tortura, fue reafirmado por el testimonio de los expresos Silvia Bruzzone, Alfredo Rivera, Lilian Toledo, Juan Errandonéa, Sonia Hornos y Daniel Bolani, entre otros.
Don dinero
El vínculo de Guldenzoph con la DNII se habría extendido por más de 20 años: entre 1975 y 1996 y, luego de Castiglioni, bajo el mando de Máximo Costa Rocha.
En la actividad anticomunista y de inversiones privada, su nombre estuvo vinculado a Impresora Polo, editora del diario Últimas Noticias, Banco de Crédito y Hotel Radisson Victoria Plaza, las principales empresas del grupo económico que dirigió el reverendo coreano Sun Myung Moon, que entre 1980 y 2010 fue uno de los principales del país.
El Grupo de los 33, cuyo secretario general fue Guldenzoph, tenía como objetivo que “gente de distintos ámbitos presentara a las esferas de la sociedad la visión que el reverendo Moon tenía para Uruguay”, expresó en 2012 una fuente de la organización a El Observador. ?El reverendo Moon, procesado por evasión y lavado de dinero en Estados Unidos, volvió a visitar Uruguay en 2005 junto con su esposa y, en esa ocasión, el presidente Vázquez y su esposa María Auxiliadora Delgado los recibieron en el Palacio Legislativo.
El grupo también realizó donaciones al programa de salud bucal impulsado por Delgado. Cuando Vázquez recibió oficialmente a Moon y aceptó el regalo de un barco en presencia de Gundelzoph, la exesposa del ahora procesado le envió una carta de tono fuerte, donde explicaba el error que había cometido como frenteamplista, aunque nunca recibió respuesta.
Muchos años antes, la periodista María Urruzola, exesposa de Gonzalo Carámbula, detenido y torturado en la DNII, se había retirado de un cocktail para la prensa de la organización judía B´nai B´rith. “¿Ustedes se van a quedar tomando whisky con este hijo de puta?”, les reclamó a sus callados colegas, entre los que se encontraba el expreso político Alberto Grille. Urruzola publicó una contratapa en Brecha, pero la situación no cambió demasiado.
A diferencia del Parlamento de Holanda, que en 2002 negó invitar al suegro de la futura reina, Jorge Zorreguieta, a su casamiento porque había sido secretario de Agricultura de la dictadura argentina, Vázquez no fue el único en la izquierda en recibir a Gundelzoph. Cuando era presidente de la Junta Departamental, el diputado Carlos Varela también aceptó compartir una charla por “razones de protocolo” con quien conocía de su militancia socialista.
Durante su declaración ante el juez dijo que recibió cursos de contrainteligencia y se especializó en la exagencia soviética KGB. El narcisismo más elevado de la media de Charleta también pudo crecer porque su nombre llegó a un libro de testimonios, a una obra de teatro que estrenó en 2002 Horacio Buscaglia en El Circular y a una novela, Geranios en la ventana, en la que el exdirigente comunista Esteban Valenti alude a su caso.
En un texto publicado en el libro colectivo Memoria para armar, que sirvió como base a la obra de teatro, Juana Canosa, su exesposa, escribió: “Lo habían devuelto vacío y relleno con una sustancia desconocida. Le hicieron lo peor, lo vaciaron y él creyó que se salvó. (…) Los servicios de inteligencia hicieron un trabajo perfecto. Sí, perfecto. Lograron un robot a su servicio para toda la vida”.