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Tras 10 años de bonanza económica nunca vista en la historia del Uruguay, los vientos han cambiado y la agenda de situaciones aún no solucionadas es amplia y variada; tiene de todo como en botica.
Uno de los problemas de actualidad que preocupa mucho, por cierto, es la jubilación de los llamados cincuentones, un colectivo de compatriotas que tienen actualmente entre 51 y 59 años e ingresaron obligados al sistema mixto de jubilación (AFAPs) en 1996 por disposición de la ley que instauró la reforma. Muchas de esas personas, cuando dejen la vida activa, van a percibir una jubilación aproximadamente 30% menor a la que obtendrían si estuvieran en el BPS.
A continuación trataremos de hurgar un poco más acerca del por qué de esta injusta disparidad y cuáles serían las eventuales soluciones.
De acuerdo a la información disponible (BCU, crónicas y reportajes de prensa, etc.), el fondo administrado por el sistema se sitúa en el orden de U$S 11.000 millones, lo cual representa aproximadamente 20% a 22% del producto. Según las mismas fuentes, de ese fondo 35% a 37% son aportes de los trabajadores y el resto rentabilidad de esos aportes.
Si esa es la situación promedio y allí hay trabajadores que están en el sistema desde hace 20 años y otros desde hace uno, dos, tres o diez, la conclusión lógica e inequívoca es que los famosos cincuentones ponderan mucho más que el promedio. Desconozco con precisión cuánto, pero si hay muchos que ponderan 1 a 1 o 1 a 0,5 (un peso de aporte, uno de rentabilidad, uno de aporte, 0,5 de rentabilidad) o menos aún, la lógica es que para los cincuentones la relación aporte/rentabilidad sea de 1 a 3 o 1 a 4; esto es, sus ahorros están compuestos de 75% a 80% de renta y el resto aportes.
Aislados los cincuentones, si vamos a la estructura individual de sus aportes y seguimos el mismo razonamiento, ahí la situación se repite en función de la antigüedad de los mismos. ¿En qué sentido? En que los aportes de los primeros años rinden mucho más que los de los últimos.
Los cincuentones arrancaron a “jugar el partido” dando 3-4 goles de ventaja ya que cuando ingresaron al sistema tenían 39 años y 11 meses o menos y muchos de ellos ya habían aportado regularmente por 15-16 años o más. Y todos esos aportes quedaron en “la bolsa sin fondos del BPS” y no se pusieron en sus cuentas particulares. Ahí está a mi juicio la razón principal de la asimetría que se da hoy día, y que, como no podía ser de otra manera, esconden los detractores del sistema mixto. La esconden o la citan tangencialmente o la minimizan llegando por tanto a conclusiones erróneas que maliciosamente les llevan a decir que la culpa de todos los males es de las AFAPs.
El “pecado original” no es del sistema en sí, que está bien diseñado, funciona, ha generado confianza y ofrece expectativas de jubilaciones sensiblemente mejores a las del BPS, sino de la ley que lo creó que tuvo la impericia (¿o la intención?) de no prever la situación señalada. Algo que “rompía los ojos” de cualquier observador atento y discriminaba muy fuertemente a un importante sector de la población.
La solución hoy entonces debería venir por cuantificar de lo que se le escamoteó en 1996 a los cincuentones de hoy, adicionarle la rentabilidad correspondiente (estimada en un 600%, 700% u 800% más conforme a lo señalado) y ponerlo en la cuenta de cada cincuentón. Luego de “equilibrar” sus situaciones y hacer justicia, hacer la verdadera comparación entre el sistema de BPS exclusivo y el mixto. ¡Hacerlo antes es trampa! Hacerlo antes es, para seguir el símil futbolístico, desafiar a los amigos del barrio a jugar un picadito y empezar ganando el partido por 4 a 0.
Quizás hoy día la situación de las finanzas públicas no estén en condiciones de “hacer lo que hay que hacer” y por ello las alternativas conocidas que han aparecido arriba de la mesa pasan por “soluciones” que no atacan el verdadero problema. Si esto es así, entonces que se diga claramente y se establezca algún tipo de mecanismo ingenioso hacia el futuro según el cual, aunque sea parcialmente y en forma paulatina, se les vaya reparando a los cincuentones el perjuicio ocasionado.
Las soluciones “perfectas” son siempre difíciles pero ello no implica que, invocando esa dificultad, se adopten medidas muy parciales que ni de cerca reparan el daño causado.
Si no se puede hacer todo ahora, pues entonces que se reconozca la causa del error, se haga lo posible y se asuma el compromiso moral y normativo de irlo solucionando poco a poco en el futuro.
