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Cuando empezó a circular la publicación Cotidiano Mujer, en 1985, había pocas revistas feministas en América Latina y prácticamente ninguna en Uruguay. Existía una publicación de corte académico, La Cacerola, que desde 1984 editaba un grupo de estudios sobre la “condición de la mujer” (Grecmu), liderado por la socióloga Suzana Prates.
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El movimiento feminista en Uruguay había tenido una fuerte impronta a comienzos del siglo, con las llamadas “sufragistas” y la figura clave de Paulina Luisi, la primera mujer en recibirse de médica en 1909. Pero tras la conquista del voto femenino, que se aprobó en 1932, el movimiento se aplacó.
Tuvieron que pasar varias décadas para que el feminismo volviera a tomar fuerza y resurgiera con vigor a la salida de la dictadura (1973-1985). La semilla comenzó a brotar durante el período de facto, cuando se creó el Grecmu, en el ámbito del Centro de Informaciones y Estudios del Uruguay (Ciesu), que dio inicio a lo que sería un “feminismo académico”.
“Allí se realizaron las primeras investigaciones sobre trabajo femenino, participación política y educación”, dice un artículo titulado Dueñas de la calle, de la historiadora Graciela Sapriza, que formó parte del Grecmu. “Importaba tener investigaciones veraces, poder comprobar la desigualdad, tener los datos. Porque si no, te decían ‘no es tan así’”, contó Sapriza a Búsqueda. “No teníamos ese tipo de información que demostrara la desigualdad, y había que producirla”, explicó.
“Cuando tenías el censo, la encuesta de hogares, los ingresos, te llamaban a un debate televisivo o lo que fuera, y lo más contundente era tener esos argumentos, los números”.
Para difundir ese conocimiento se decidió crear el boletín La cacerola.
Prates “luchó porque se usara la palabra feminista”, dijo Sapriza. Ya en ese entonces había una particiapción amplia de mujeres en diversos grupos, pero “que no se llamaban feministas y les costaba identificarse así”.
En 1984, Prates organizó en Montevideo una conferencia con el sugestivo título: “De los estudios de la mujer a los estudios feministas”.
“Hay una corriente que es feminista, impulsada por algunas pioneras, que se va consolidando, y que obliga a las participantes a pronuciarse y decir: ‘soy feminista’. Hoy todo el mundo dice feminismo, perspectiva de género. Pero en ese entonces nadie hablaba de eso”.