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He intentado seguir la buena noticia de la creación de la UTEC (Universidad Tecnológica) a través de los medios orales y escritos. Sin duda, esto de la UTEC constituye una excelente iniciativa, con enorme potencial como instrumento de desarrollo económico, social y cultural para todo el país y no exclusivamente para su interior. El concepto de la UTEC es consistente con valoraciones sobre la realidad universitaria del Uruguay que ofrecí en entrevistas que me hicieron en El Espectador (http://www.espectador.com/noticias/170699/cientifico-uruguayo-propone-cambio-radical-en-educacion-terciaria) y en el Semanario Voces (http://www.voces.com.uy/entrevistas-1/danielgianola) hace más de dos años, sobre las cuales no abundaré, pero me permito anotar que están basadas en mi experiencia como académico en universidades de no menos de 30 países, especialmente en EEUU.
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Según lo trascendido en la prensa, no es del todo claro que el proyecto de universidad tecnológica surja como resultado de estudios hechos por un equipo de personas idóneas, por ejemplo, consultores o especialistas en organización universitaria con reconocimiento internacional. Parecería más bien lo contrario, dado que los desarrollos sobre los cuales la prensa ha informado sugieren la existencia de una batería de criollas improvisaciones (“atadas con alambre”), incluyendo dos que pueden llegar a tener carácter letal, por lo menos en lo que a calidad e impacto académico de la UTEC se refiere.
Sobre la primera de estas, Daniel Gianelli en su artículo “Por ahora, solo dos titulares”, publicado en Búsqueda el 27 de diciembre de 2012, hace alusión a comentarios críticos emitidos por el rector de la Universidad ORT, Ing. Jorge Grunberg, que comparto. Aparentemente, la UTEC estaría físicamente desagregada en una red de pequeñas “academias”, distribuidas en varias ciudades del interior. Sin duda esto requerirá docentes itinerantes (o en “préstamo”) y eliminará la posibilidad de realizar cualquier tipo de investigación seria. Es prácticamente imposible crear una masa crítica de personas trabajando en un área dada (la universidad no tiene como cometido exclusivo dar clases, como si se tratara de un instituto privado de lenguas extranjeras) con ese absurdo modelo de atomización académica. Para que el proyecto de la UTEC tenga mínimas probabilidades de éxito, habría que hacer exactamente lo contrario: desarrollar un único campus físico, adyacente —por ejemplo— a un hospital universitario sobre el cual se podrían recostar las ciencias biomédicas, la informática y la biotecnología aplicada, sea a la medicina, a las ciencias agropecuarias o a la biología en sí misma. Un campus universitario con esa naturaleza catalizaría la creación de parques de investigación, así como la posible instalación de empresas de avanzada, en un ambiente en el cual se potencie la figura del académico-empresario, común en países de alto nivel de desarrollo, y el fomento de la relación universidad-empresa. En adición, es importante tener en cuenta que las mejores universidades tecnológicas del mundo (por ejemplo, MIT en Cambridge y ETH en Zurich) poseen excelentes departamentos en las áreas relacionadas a las ciencias sociales, y que aportan un apoyo indispensable a la ciencia y a la tecnología. Hoy en día resulta inconcebible que cualquier currículum universitario, por más tecnológica que sea su orientación, omita en su composición la posibilidad de cursar materias en ciencias sociales, así como humanidades u opciones de estudio de lenguas extranjeras, especialmente el idioma inglés y el mandarín (no menos del 50% del producto bruto global se asocia a estas dos lenguas), sin olvidarnos del portugués. Es una condición sine qua non que los “tecnólogos”, para que sean efectivos, manejen correctamente por lo menos una de esas lenguas. Nada de esto se podrá hacer con una casita de estudios emplazada en la plaza principal varias ciudades del interior, aun cuando esto satisfaga las aspiraciones políticas de una media docena de intendentes. La efectividad de la “fórmula” del campus universitario ha sido probada más allá de la duda razonable, y no está fuera de nuestras posibilidades. Basta remitirse a cualquiera de los rankings mundiales de universidades, donde se podrá constatar que ninguna de las mejores 50 o 100 universidades del mundo tiene una organización física que se asemeje a la que aparentemente se propone en el proyecto de UTEC. Todas, absolutamente todas, desde Cambridge a National University of Singapore, están organizadas sobre la base del concepto de un campus universitario de carácter residencial, y con docentes/investigadores full-time. Nada de esto es “rocket science” (ciencia aeroespacial), y la efectividad del modelo multisede que se propone es equivalente a la de intentar desinfectar un arroyo con cuentagotas.
La segunda preocupación que me causa el proyecto UTEC, y sobre la cual también deseo incursionar, está relacionada con la normativa que se propone. Se insiste con el probadamente fracasado e inefectivo concepto del cogobierno, pero ahora con adicionales y curiosos ingredientes, como ser la presencia de sindicatos, empresas e inclusive de representantes de Intendencias departamentales varias. Un verdadero “pot au feu”, más conocido como puchero en esta región del mundo. Las universidades que hoy son consideradas como de calidad pudieron llegar a ese estatus por no haber sido castigadas con este tipo de gobierno que se piensa estructurar en la UTEC, en una receta que actuará de manera equivalente a lo que produce la exposición a la radiación del polonio: será, definitivamente, letal. No hay duda que las fuerzas vivas de un país pueden hacer una contribución significativa a cualquier universidad en carácter consultivo, pero su participación en la ejecución y conducción universitaria es altamente cuestionable. Se someterá a la UTEC a todo tipo de presiones corporativas y políticas, muchas de las cuales serán incompetentes e inconsistentes con la racionalidad que debe caracterizar a un instituto de educación superior. Finalmente, me parece absurdo (si es que interpreté correctamente algunos sueltos de prensa) que una universidad que necesariamente deberá entrar a competir con otras, públicas o privadas, incorpore en sus mecanismos de gobierno a estas últimas, bajo el falso argumento de ejercer “control” de calidad o de “concertar”. Si bien será deseable que la UTEC acuerde actividades académicas y carreras con otras instituciones similares, esta concertación deberá emerger de manera espontánea, como resultado de la interacción intelectual, y no como resultado de una planificación hecha a priori. Cualquier tipo de eslabón o restricción de este tipo que se imponga a la UTEC desde el vamos repercutirá de manera adversa. Sobran ejemplos en la historia de la humanidad.
Espero que todo esto que me preocupa esté basado en una falsa percepción, que el proyecto de UTEC haya sido depositado en manos de personas con experiencia en materia de organización de la educación superior, que la idea e implementación de la UTEC se discuta lo más ampliamente posible antes de cometer errores irreversibles, y que finalmente contemos con una universidad autónoma apuntando a la excelencia, en lugar de contribuir a la reproducción ilimitada de la mediocridad. Lamentablemente, lo que he escuchado o leído hasta el momento me infunde serias reservas y temores.
Aprovecho la oportunidad para desearle a Búsqueda y a sus lectores un muy buen 2013. También a la UTEC.