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Hay que “ser capaces de ver a los bancos sin oficinas” porque con el paso de los años “cada vez menos” personas querrán utilizar servicios presenciales. “El futuro es básicamente móvil y es a eso que hay que apuntar las baterías”, señaló Martín Vallcorba, asesor del Ministerio de Economía y coordinador del plan de “inclusión financiera” que lleva adelante el gobierno, en un panel efectuado el viernes 19 en el marco de las Jornadas de Economía del Banco Central (BCU).
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En un contexto de mayor volumen de negocios pero baja rentabilidad —según evalúan los ejecutivos del sector—, además de cambios tecnológicos, ese futuro se va haciendo realidad. A fines de junio pasado había en el país 304 sucursales de instituciones de intermediación financiera, siete menos que al cierre de marzo, una tendencia que no es del todo nueva: cinco años antes había 340 oficinas (reducción de 10,6%), según datos recabados por Búsqueda de los registros del BCU. Mientras, la cantidad de empleados bancarios mostró altibajos en lo que va de esta década, con un descenso en los primeros años, una recuperación entre fines de 2013 y mediados de 2014, y un nuevo descenso más recientemente: había 8.206 al término de junio pasado.
Estos cambios en la red física así como del número de empleados, asociados en parte a una transformación en la oferta y los canales de venta de los servicios financieros, fueron el tema central del panel sobre “innovación financiera” efectuado en la sede del BCU. Además de Vallcorba, hablaron Fernando Barrán (oficial de riesgos de Banco Itaú Uruguay), Leonardo Vernaza (ejecutivo de la aplicación para pagos electrónicos Paganza) y Andrés Levin (socio de la billetera electrónica Qoollet), nuevos jugadores en la plaza local que a escala internacional se los identifica como fintech.
La tecnología “está provocando cambios disruptivos” en el negocio financiero y, en general, las entidades bancarias no han sido capaces de rentabilizar” dichas transformaciones, que también alteraron los hábitos de las personas, evaluó el asesor ministerial. Se refirió a los bancos como “no demasiado dinámicos, con excepciones”, lo que “da espacio a jugadores no tradicionales, con estructuras más ágiles y eficientes”.
“Recién después de la ley de inclusión financiera se ven algunos esfuerzos más o menos sistemáticos de los bancos” para adaptarse a la nueva competencia, aseguró. Esa norma aprobada en 2014 y que se está implementando en etapas, apunta —con estímulos y prohibiciones— a sustituir el dinero en efectivo por medios electrónicos de pago y a formalizar las transacciones económicas. Sus efectos se van viendo, por ejemplo, con el crecimiento del uso de las tarjetas de débito así como del número de aparatos disponibles en el circuito comercial para registrar las operaciones electrónicamente (conocidos por la sigla POS, del inglés pointofsale).
Según Vallcorba, los bancos “van a tener que renovarse para poder sobrevivir” o, “exagerando un poco”, el dilema al que se enfrentan es “innovar o morir”. Hoy las fintech “están presentes en las actividades bancarias más tradicionales”, como la captación de ahorro y la concesión de préstamos, comentó. Y acotó enseguida: “No decimos que sea el fin de los bancos” sino que se precisa “remodelar el sistema”.
Aliarse con las fintech, comprar esas empresas o desarrollar una estrategia tecnológica propia como “respuesta defensiva”, son los caminos que visualiza para las instituciones bancarias. “Lo más apropiado sería la colaboración” y “complementación”, opinó.
Barrán —quien fue superintendente de Instituciones Financieras del BCU entre 2002 y 2007— dijo que visualiza a los bancos en el futuro “más asesores que (como) operadores” porque la relación de costos con las tecnologías es de 15 o 20 a uno. Son cambios que a Uruguay pueden demorar “pero llegarán”, lo que traerá aparejado “menos agencias” y empleos.
Varios bancos privados apuestan a los canales digitales para proveer servicios a sus clientes, lo que además les permite reducir costos. Santander, por ejemplo, culminó la migración a tarjetas de débito con chip (que brinda mayor seguridad ante posibles clonaciones) y realiza mejoras a su aplicación para celulares. Itaú, otro de los grandes jugadores, va por un camino similar (ver Búsqueda Nº 1.865).
El líder del mercado, el estatal Banco República —BROU—, acaba de extender el régimen de apertura tres días de la semana a 21 sucursales del interior (siete ya funcionaban así). Varias de esas oficinas, ubicadas en localidades pequeñas, no cubren los costos con la actividad que canalizan.
El sindicato de bancarios rechaza ese tipo de medidas.
Más allá de eso, el BROU apuesta a mejorar la “usabilidad” de su sitio web y de la aplicación para dispositivos móviles, dijo a Búsqueda su presidente, Jorge Polgar.
Los pagos de facturas y servicios a través de celulares por parte de clientes del banco se quintuplicaron en 2015, respecto al año anterior.
A su vez, el canal e-BROU (on line) permite realizar pagos, consultar movimientos y saldos, hacer giros, cambiar moneda, comprar obligaciones negociables y depositar en pesos a plazo fijo con una tasa preferencial.
Polgar escuchó la charla sobre “innovación financiera” desde las primeras filas de la sala de conferencias Enrique Iglesias del BCU.
La regulación.
Barrán opinó que “no es razonable” que la regulación sea distinta para las fintech si estas realizan la misma actividad que los bancos. Tarde o temprano “la regulación va a venir”, auguró.
Vernazza y su colega de Qoollet aseguraron que antes de poner a andar sus proyectos consultaron al BCU sobre el marco regulatorio para los servicios financieros que ofrecen.
El ejecutivo de Paganza aseguró que la actividad de la empresa viene creciendo y que procesa aproximadamente un millón de transacciones por unos U$S 120 millones anuales. Eso, dijo, la posiciona como “líder” en pagos móviles.
De todos modos, consideró que es un sector que recién está despegando y comentó como “números de bolichero” que de todas las transacciones que pueden hacerse electrónicamente solamente se realiza cerca de 6%. Vernazza puso énfasis en que las fintech formen parte de un ecosistema, para lo cual se requiere una interoperabilidad de todos los agentes que actualmente no existe. “Tenemos el noventa y pico del mercado para ganar” a fuerza de “sinergias”, planteó.
Levin subrayó que con las aplicaciones para pagos electrónicos se logra reducir la atención en las sucursales bancarias y se bajan costos operativos.
Como Qoollet, están autorizadas por el BCU a emitir dinero electrónico otras nueve empresas: Redpagos, Dinero Electrónico Anda, Scanntech, Sodexo, Edenred, Prex, $ero, Blanico y la Cooperativa ACAC. Tres son elegibles para canalizar pagos de salarios, pasividades y servicios personales fuera de la relación de dependencia.
Vallcorba opinó que la regulación no debe ser una “barrera de entrada” para los nuevos jugadores del sistema financiero. También resaltó la importancia de que se asegure la “confianza” de los servicios que prestan, porque un episodio negativo puede ser “devastador para su desarrollo futuro”.