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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáTodas las personas tratan naturalmente, de no complicarse la vida.
Dicho de otro modo: buscan hacerla lo más simple posible.
Veamos algunas recomendaciones:
—No se debería usar nombres propios dobles, el segundo nombre solo sirve para crear confusiones.
—No se debería cambiar los nombres, porque se producen molestias y confusiones.
Las autoridades municipales suelen cambiar los nombres de calles y de plazas.
—La mujer cuando se casa, cambia su apellido por el del marido.
—Numerosas palabras del idioma castellano se cambian por palabras del lunfardo argentino (que no tiene aceptación universal).
En este caso se producen además problemas de comunicación, como le sucedió a la interprete que debió traducir el discurso que nuestro presidente pronuncio en su visita a los EE.UU. a principios de esta década.
—El padre que aplica a su hijo su propio nombre lo está condenando a confusión perpetua.
—No se debería usar sobrenombres ni apodos, es una práctica ordinaria propia de delincuentes.
—Si se firmase con letra clara no sería necesaria la aclaración de firma.
—La rúbrica es un mamarracho presuntuoso que ya no se justifica.
—Algunas personas adornan su nombre con conjunciones (de, y, i…), barras, y tildes y de ese modo se hace difícil ubicarlos en la guía telefónica.
—Algunos escritores firman con seudónimo.
Tal vez el nombre sea tan importante como el talento, pero en estos casos se debe agregar un texto aclarando el verdadero nombre.
—Las letras dobles (ch, ll, rr, …) deberían suprimirse del abecedario (observar que no figuran en el diccionario).
—Las recargadas (y difíciles de dibujar) letras mayúsculas caligráficas, deberían sustituirse por las letras mayúsculas de imprenta.
—Los niños que comienzan a manejar la computadora, verían su aprendizaje notablemente simplificado si el teclado de las mismas se ajustase al ordenamiento alfabético, en lugar del orden dactilográfico (innecesario y caprichoso).
—Se debería abandonar toda clase de supersticiones (incluso las religiosas).
En este último caso, una nueva generación debería despojar a Dios de sus atributos supersticiosos (tal como los describe el Credo) cuidando, sin embargo, de mantener los beneficios morales y espirituales que otorga la religión.
Ing. Ruben Castro Rivera
Exdirector general de UTU