Sr. Director:
Sr. Director:
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEn una nota publicada en el ejemplar 1.913 de ese semanario, referente a un libro sobre el presidente Batlle de reciente aparición, se menciona mi nombre como una de las personas que habría participado en una “conspiración” en el año 2002 para que el presidente diera un paso al costado. Al respecto creí necesario puntualizar algunos aspectos por la inexactitud de las afirmaciones planteadas por el autor.
Primero: es exacto que fui a hablar con el Dr. Sanguinetti en aquellos días en que se vivía una situación crítica en el sistema financiero uruguayo y que, ante la incertidumbre de lo que podría venir, la gente retiraba sus ahorros de los bancos por temor a un corralito como había ocurrido en Argentina, al BCU se le agotaban las reservas mientras el peso se devaluaba fuertemente y los títulos públicos perdían su valor. En la conversación, se abordaron temas delicados relacionados al hecho de que la crisis de confianza no era solo por la conducción económica sino por la conducción política. Al presidente se le veía deprimido —se recuerda con tristeza el discurso en que se le vio lagrimear— y estaba desgastado políticamente. El FMI había emitido un dictamen de que Uruguay no podría honrar su deuda ya que no contaba con recursos suficientes. El presidente Batlle se negó rotundamente a transitar el camino que marcaba el FMI, la situación se agravaba día a día y muchos percibimos que el país se encaminaba a una bancarrota sin precedentes. Era imperioso tomar una decisión urgente para revertir la situación, pero que sin acceso a fondos frescos externos no existían alternativas que fueran aceptables para Batlle. En la reunión transmití que los bancos extranjeros probablemente respaldarían los retiros de los depositantes, pero como el gobierno no tenía recursos para honrar los retiros de los bancos públicos, implicaría que a la larga habría que detener los retiros.
Segundo: mis inquietudes, que juzgué oportuno conversarlas con el líder del partido de gobierno de aquél entonces, surgieron con fuerza luego de haber vivido una circunstancia de falta de confianza en la moneda y del sistema financiero en ocasión de haber ejercido la Presidencia del Banco Central del Uruguay durante la transición a la democracia en 1984-85. En el momento en que se hizo la reunión es indiscutible que la gran interrogante era cómo lograr evitar un desastre mayúsculo. Dar un paso al costado del presidente parecía una alternativa plausible para ser evaluada dada la urgencia con que debía adoptarse una decisión a la que Batlle no estaba dispuesto. Pero no tomar una decisión hubiera implicado esperar a que los acontecimientos llevaran irremediablemente a un default.
Felizmente no ocurrió así y gracias al apoyo personal que obtuvo Batlle del presidente Bush, que a último momento concedió un préstamo excepcional, se resolvió de manera brillante la situación. Aunque no se pudo evitar el default ordenado de la deuda, ni la reprogramación de los depósitos ni la devaluación de la moneda, Batlle salvó al país de una crisis como sí la sufrió Argentina.
Tercero: la conversación con el ex presidente Sanguinetti fue llevada a cabo a título completamente personal. A tal punto que ninguna otra persona estaba en conocimiento de mis inquietudes ni concretamente de la conversación que me proponía tener. Yo no pertenecía a ningún grupo político ni empresarial ni profesional que estuviera representando en ese momento. Es absurdo, en consecuencia, considerar que pudiera ser parte de una “conspiración”, que hubiera requerido un propósito conspirador, y de conspiradores, que no existieron. El propio Dr. Sanguinetti declaró a radio El Espectador que no existió una reunión colectiva e insistió que en el país, en ese momento, había un microclima, por contagio de la situación de Argentina, con una tensión enorme, en que mucha gente del lado económico empresarial también le hizo el mismo planteo. Pero también es absurdo pensar que, ante mi sugerencia, el ex presidente pidiera la renuncia del presidente Batlle. ¿En calidad de qué podía yo, como simple ciudadano, solicitar semejante decisión?
Juan Carlos Protasi