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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáDistraigo su atención y la de sus lectores con un par de apuntes en relación con una carta del Sr. Daniel Mazzone publicada en la última edición de su semanario.
El Sr. Mazzone se agravia por el tono de mi respuesta a la descabellada acusación que me hiciera el autor del libro “Jorge Batlle, el profeta liberal”, en el sentido de haber participado de una conjura con el fin de empujar en 2002 al presidente de la República a presentar renuncia a su cargo.
Es libre de hacerlo, y tomo nota.
Pero seguramente entusiasmado por esta incursión epistolar, va más allá:
a) Asume una curiosa personería, en su calidad de docente de la Escuela de Comunicación de la Universidad ORT, y lo hace avalando el texto y la infundada acusación de su alumno: algo que resulta por lo menos curioso en quien se duele cuando se “botijea” a un joven profesional, y nos lleva a pensar que, tal vez, de ahora en más deberemos defender nuestro nombre no solo del falsario que lo enlode, sino de la institución académica a la que deba su formación, así convertida en una nave nodriza de tardíos adolescentes.
b) Formula, pese a sus sonoros juramentos a favor de la verdad y la transparencia, la siguiente teoría: si el cargo levantado es falso, no debería contestarse, desde que “ni siquiera valdría la pena referirse a él”. Y esta enormidad contra la lógica y hasta el refrán que reza “el que calla, otorga”, es seguida, de inmediato, por la peligrosísima tesis de que “la forma de negar lo que un periodista sostiene es presentar evidencias en contrario”. Si esta idea forma parte del herramental académico que el Sr. Mazzone emplea en la Escuela de Comunicación de la Universidad ORT, permítame desde ya desestimarla por nociva e inconveniente para un centro de estudios: es siempre y en todo caso a quien voluntariamente se erige en acusador que incumbe la carga de probar sus alegaciones.
Agradezco, de todos modos, al autor de la nota sus esclarecedores comentarios, desde que ellos me permiten entender aún mejor el árbol del que cayera este fruto.
Alvaro Diez de Medina