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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáTrucheces: ¡otra vez! Nada tiene de nuevo que en tiempos electorales se agiten banderas de cambio.
En la reciente elección jugaba además el fenómeno de algunos outsiders, quienes por definición vienen a barrer con los insiders y sus rémoras. Por otra parte, no hay dudas de que nuestro país precisa cambiar muchas cosas. Así pues sonó la música electoral: ¡a cambiar!
Pero pasó la elección y paró la música y entonces vimos cómo algunos dirigentes corrían a sentarse.
El termómetro de esa mudanza de actitud ha sido el proyecto de ley de urgente consideración: si bien quedó algo empachadito de temas, la mayoría había sido acordado o entendido de antemano y, sin embargo, cuando vino las de apretar…
El ejemplo más paradigmático debe ser la proyectada desmonopolización de los combustibles. El presidente Lacalle lo viene anunciando desde que arrancó su campaña. No recuerdo haber oído objeciones de los integrantes de la coalición y así, como era de esperarse, el tema aterrizó en la famosa LUC.
Y ahí empezaron las reculadas.
¿Con qué argumentos? Dos básicamente: 1. Que la desmonopolización no hará, per se, que bajen las tarifas. 2. Que lo que realmente se precisa es hacer una “transformación profunda” de Ancap.
Falacias, truchas.
Concedamos que –quizás– al día siguiente de terminar con el monopolio, los combustibles no bajarán de precio. ¿Y? ¿Entonces vamos a concluir que, en todas las actividades con escasa elasticidad en los precios, lo mejor es el monopolio? Absurdo. Por otra parte, no se caerá en el ridículo de sostener que la libertad haría subir los precios. Entonces, si es neutro en cuanto al efecto sobre precios, es decir, no hace daño, ¿por qué no preferir la libertad?
En paralelo con este argumento por la negativa se ha sostenido que nadie se instalaría en Uruguay a importar petróleo refinado. ¿Y? ¿Qué daño produciría eso?
Un monopolio implica que el gobierno le está diciendo a la gente: “Esto no sabés ni podés manejarlo tú, correte y déjamelo a mí”. Claramente debe tratarse de algo muy excepcional, que requiere de una fundamentación contundente.
El otro argumento es igualmente trucho: ¿en qué te va a dificultar la desmonopolización para tu famosa transformación de Ancap? Dale, hacela. Por el contrario, es probable que ante la inminencia de tener que competir, se te facilite la tarea, reduciendo las resistencias.
Recordemos algunas cosas concretas: cuando en el gobierno de Lacalle Herrera se planteó la desmonopolización de los seguros, saltaron objeciones como las que ahora vemos, junto con anuncios de catástrofes. ¿Y qué pasó? Pues que el BSE presta hoy mucho mejores servicios que cuando era monopólico. Otro tanto ocurrió con la telefonía móvil Y aquí la historia es todavía más reveladora: en la Ley de Empresas Públicas habíamos puesto la desmonopolización total de las comunicaciones, pero la izquierda (y el Foro Batllista) inventaron la “defensa de la telefonía fija”, bloqueando su desmonopolización. Gracias a ellos estamos clavados con algo cuyo uso cae día a día.
Pero quizás el ejemplo más revelador esté en el campo de la energía eléctrica. Ahí el Frente ha hecho gárgaras con la “transformación de la matriz energética”. Pero hete aquí que la tal transformación se pudo hacer gracias al gobierno de Lacalle (p). Como con Antel, en materia de energía eléctrica, la Ley de Empresas Públicas preveía la desmonopolización total del sector y también aquí entre el Frente y el sanguinettismo nos bloquearon la iniciativa. Solo pudimos liberar la generación de energía y eso porque creían que sería imposible: nadie construiría represas o centrales térmicas. No previeron las energías alternativas.
Conclusión: es falso que el chucho que le ha entrado a algunos líderes sea por los motivos que aducen: reculan por miedo. Miedo político y cultural a las reacciones frente al cambio. Del que todos hablan, pero prefieren que lo banque otro.
Ignacio de Posadas