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    La educación como antídoto a la violencia

    Sr. Director:

    Trabajé como maestra durante 40 años. Los últimos 20 los ejercí en la dirección de una escuela. Me sentí en la educación como “pez en el agua”, ya que me parece que nací para ser maestra. Durante esos 40 años trabajé bajo diferentes banderas políticas, con diseños curriculares tradicionales e innovadores, muy cerrados y muy abiertos. Pero en todos los casos siempre encontré la intención de promover cambios, dándole a la educación un valor fundamental en la formación de las bases de una sociedad sólida y sana.

    Hoy me defino como maestra jubilada, pero no retirada.

    ¿Por qué, si bien estoy jubilada, no me siento retirada de la educación? Porque hoy, con más tiempo, escucho, observo, pienso, y me pregunto. Me formulo muchas preguntas. Con mi nueva condición de maestra jubilada pero no retirada, estoy más en contacto con los medios de comunicación. Y hay una constante que me ha llamado poderosamente la atención. Ante cada hecho social que se analiza, siempre aparece la palabra Educación como camino para modificar la sociedad.

    ¿Cómo resolver la difícil situación de las adicciones? Educar.

    ¿Cómo resolver los problemas en el tránsito? Educar

    ¿Cómo manejar y superar la influencia negativa de la tecnología? Educar.

    ¿Cómo resolver el flagelo de la violencia de género, la violencia en el fútbol, la violencia en las calles, etc., etc.? Educar.

    Sin duda, y estamos de acuerdo, todo lo que se enseña en la niñez y queda grabado con bases sólidas permanece a lo largo de la vida. Sin embargo, los resultados parecen no ser los esperados. Un clamor no solo de los educadores sino de la sociedad toda, indica que la educación necesita cambios profundos, ya que estamos convencidos de que: la Educación es el mejor antídoto, no solo para toda clase de violencia, sino para los grandes males que hoy nos afectan.

    ¿Podremos hacer algo para que los que hoy son niños crezcan realmente con otra concepción de vida? ¿Podremos hacer algo para que dentro de 40 años otra maestra jubilada pero no retirada escriba un artículo como este pero diga: ¡¡¡Lo logramos!!!?

    Hoy, a tantos años de haber comenzado mi trayectoria como maestra, observo con proyección histórica lo realizado y me queda la grata sensación de haber trabajado priorizando lo humano, sin descuidar lo académico. Sin embargo, aprecio que esta labor responde aún a esfuerzos aislados. Hoy me dispongo a realizar los aportes que estén a mi alcance en todos aquellos movimientos que busquen mejorar la educación, para que la corrección, la sanción, la reglamentación pasen a un segundo plano, desplazados por la formación de valores permanentes conscientemente incorporados a la vida. Es momento de pensar en soluciones eficaces. Soluciones cuyos resultados tal vez no se aprecien de manera tan inmediata, pero sí segura.

    Y empezar ¿por dónde? Si consideramos los factores que inciden en la educación de los niños surgen ante nuestra vista tres grandes círculos de acción: los padres, las instituciones educativas con sus docentes y el entorno social.

    Los padres: Hoy entendemos que debemos hablar de los padres, ya que el concepto de familia se encuentra en franca transformación. Ser padre es un rol al que no debe renunciarse, más allá de la conformación de la familia a la que se pertenece. Muchas veces, en nuestra tarea como docentes hemos dicho que los padres se divorcian entre sí pero no pueden ni deben divorciarse de sus hijos. El ser padres es un deber al que no se debe renunciar.

    ¿Dónde se aprende esto? Muchas veces hemos escuchado que nadie nos enseña a ser padres. Lo cierto es que ningún hijo llega con un “manual de uso”. Entonces los padres crecemos como tales junto a nuestros hijos, y muchas veces aprendemos por ensayo y error.

    ¿Solución? ¿Tal vez crear en cada barrio una escuela para padres, en las que equipos multidisciplinarios atiendan las necesidades de cada lugar? Y mejor aún: escuelas de prepadres. Escuelas en las que todos aquellos jóvenes que tienen en sus planes ser padres puedan empezar a reflexionar sobre tan importante misión antes de serlo.

    Las instituciones educativas con sus docentes. Para la preparación académica existen múltiples instituciones públicas o privadas que otorgan títulos habilitantes, y organizan constantemente cursos de actualización. No nos referiremos entonces a los aspectos técnicos que, aunque siempre pueden ser mejorados, entendemos que están muy bien atendidos por nuestro sistema educativo.

    Queremos concentrarnos en los aspectos humanos que consideramos básicos en el hallazgo de las verdaderas soluciones a los problemas que hoy nos ocupan. ¿Será que también deberemos pensar en escuelas para docentes en las que se disponga de espacios y tiempos de reflexión acerca de los conflictos en los que se ven envueltos nuestros alumnos? Conflictos que no necesariamente tienen que ver con el aprendizaje de las diferentes asignaturas. Más bien conflictos que provienen de situaciones de vida, que los afectan desde todo punto de vista, también en el aprendizaje.

    Imaginamos una escuela en cada barrio en la que se conjuguen ambos trabajos: padres y docentes por separado y a veces de manera conjunta, buscando dentro de sí mismos en primer lugar aquellos recursos que nos van a ayudar a cambiar nuestro enfoque, a renovarnos, y estar en mejores condiciones de llegar a los más jóvenes de la sociedad. Esta sería una muy buena inversión para cualquier gobierno, no importa la divisa política.

    Padres y docentes más capacitados nos permitirán trabajar por la conquista de valores permanentes conscientemente incorporados a la vida.

    ¿Por qué permanentes? Porque debemos insistir en formar niños, que sean los mismos en la escuela, en sus casas, en la calle, delante de los adultos o cuando están solos. Entendemos que la figura del adulto-vigilante debe ser sustituida por la del niño autónomo. Ello permitirá asegurarnos de que, aunque no estemos presentes, será capaz de tomar las decisiones adecuadas.

    Niños capaces de tomar decisiones adecuadas nos aseguran adultos responsables.

    Angelica Benvenuti