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    La estrategia de Lacalle Pou

    Sr. Director:

    El concepto de “gobierno para evolucionar” presentado el 14 de octubre en Flores —en el marco del congreso nacionalista y lanzamiento de la precandidatura de Lacalle Pou— constituye el primer gran error de enfoque y estrategia de esta campaña que comienza. Parece que el fracaso de la campaña Por la Positiva en las elecciones pasadas no hizo mella suficiente en los estrategas de campaña del sector Todos del Partido Nacional. Querer innovar quitando la palabra “cambio” —demasiado trillada, es cierto— de la discusión política y eliminar las pretensiones de restauración o refundación en cada campaña electoral, puede resultar a priori, en un análisis superficial, una visión acertada. Pero no lo es. En otro contexto podría haber sido adecuado, no en las condiciones actuales de este país que literalmente se cae a pedazos; donde se destapan en nuestros medios audiovisuales y escritos —un día sí y otro también— múltiples hechos de corrupción; donde una delincuencia desbocada mantiene presos a los ciudadanos decentes detrás de rejas, y se vive una profunda crisis cultural producto del estrepitoso fracaso de la política educativa del Frente Amplio.

    Afirmar que se trata de “evolucionar” implica avalar implícitamente a un gobierno que, poniendo las cosas en perspectiva y pasados los 10 años de bonanza económica más cuatro de estancamiento, resulta cada vez más difícil encontrarle aciertos. A medida que se avanza en repasar e investigar las políticas de los últimos 13 años, lo que se descubre es que hay una enorme olla de corrupción destapándose (Ancap, negocios con Venezuela, Regasificadora, ASSE, Aduanas, etc.), no muy diferente a la de nuestros vecinos que —ya hace unos años— comenzaron a ventilar los hedores atrapados bajo la alfombra del socialismo del siglo XXI. A un gobierno que ha fracasado en los dos aspectos más importantes que hacen a un Estado como lo son seguridad y educación, que además de tener en su prontuario una larga lista de hechos de corrupción y de incapacidad de gestión, ha sofocado libertades, no respeta la Constitución y posee una injustificable hemiplejía moral al apoyar con su silencio cómplice gobiernos dictatoriales como el de Maduro, no se le puede dar tregua en una campaña electoral. El temblequeo de pulso del presidente Vázquez para cortarle la mano a Sendic (por meter la mano en la lata) y el exagerado terror que genera en los oficialistas un eventual gobierno de Bolsonaro, comienza a generar un manto de sospecha de posibles salpicaduras hacia estos lares, producto de mayores avances en investigaciones de corrupción en torno al PT y a la constructora OAS en Uruguay.

    No se debe ir por la positiva y decir que se va a evolucionar, porque más bien lo que hubo en estos 13 años fueron retrocesos en prácticamente todos los órdenes del Estado. Hacer campaña en estos términos significa no comprender lo que les sucede a nuestros vecinos, cuyos procesos políticos y económicos históricamente han determinado el destino de nuestra nación. Es no entender las razones del fracaso del gradualismo de Macri para la corrección de la trayectoria de déficit y deuda externa en Argentina, o el ascenso de un candidato como Bolsonaro en Brasil. El “optimismo” de Macri con sus promesas de inversiones y de brotes verdes de la economía se chocaron de bruces contra un mercado que empezó a hacer preguntas incómodas, cuestionando la viabilidad de estos países con Estados obesos, adictos al endeudamiento y con incapacidad política para encauzar los desequilibrios económicos.

    Uruguay no se puede dar el lujo de cometer los mismos errores, de patear la pelota para adelante y no asumir que la realidad del país es alarmante. No es viable este país —con 4% de déficit fiscal, trayectoria ascendente de deuda, estancamiento económico, caída de empleo, caída de inversiones, atraso cambiario, y un largo etc.—, independientemente de quien gobierne, si no se hacen las reformas necesarias.

    Se necesita más que nunca líderes fuertes, combativos, profundamente críticos con la realidad actual y con todos los políticos de este gobierno nefasto que ha convertido este país en un lugar violento, inseguro y desigual. No se puede pecar de optimistas, subestimar la dura realidad y no oponerse firmemente a las relativizaciones de Mujica sobre los hechos de corrupción en Argentina y Brasil. El Partido Nacional debe —hoy más que nunca— confrontar fervientemente con el gobierno y comunicar a la sociedad claramente y sin pruritos los tremendos desafíos que tiene un futuro gobierno —de cualquier pelo que sea— para recomponer este país maltrecho, sumido en una lenta y agónica decadencia cultural y económica.

    Enrique Halty Baroffio

    CI 4.356.262-5