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    La “grieta” en las redes

    N° 1955 - 01 al 07 de Febrero de 2018

    No tengo cuenta de Twitter ni estoy registrado en Facebook. No frecuento ni me interesan las redes sociales. Leo diariamente prensa escrita y visito páginas web de periódicos extranjeros. No me siento desinformado ni desactualizado y creo que mi decisión supone una administración adecuada de mi tiempo.

    Pero ocurre que viviendo en esta galaxia resulta imposible abstraerse totalmente de lo que discurre en las redes sociales: noticias seguidas de comentarios, alegatos honestos, militancia política, ironías, descalificaciones personales, insultos, agresiones verbales. Por supuesto, también fake news.

    Es más, hay contendientes que se buscan en la red para antagonizar y descalificarse. Y lo peor: en la mayoría de los caos los comentarios se hacen desde el anonimato, parapetados tras seudónimos creados para asegurarse de que no se pueda identificar al emisor. No es esta una actitud seria, honesta, responsable. Pero bueno, es lo que está de moda hoy.

    Aunque ajeno a lo que discurre por las redes sociales, la semana pasada me entretuve en la lectura de comentarios hilvanados —más bien deshilvanados— en torno a la protesta de los “autoconvocados” en Durazno y al fallo del Tribunal Federal brasileño que confirmó la condena dictada contra el expresidente Lula da Silva. En ambos casos tuve la impresión de asistir a un espectáculo circense, a una suerte de reedición de Titanes en el Ring, antiguo programa de televisión que parodiaba combates de lucha libre que encantaba a plateas infantiles a ambos lados del Río de la Plata y cuyo “héroe” era Martín Karadagián.

    Lo que circuló en las redes en relación con ambos casos no fue inusual.  Más bien es lo que cualquiera puede apreciar en cualquier momento con solo darse una vueltita por las redes.

    Cuando hace casi dos décadas se generalizó el uso de la Internet, se dijo que la nueva herramienta era una enorme contribución a la democratización de la sociedad al crear un ámbito en el que las personas podían difundir sus ideas, inquietudes, opiniones. Donde exponer quejas, denunciar injusticias.

    Una tribuna en la que iniciativas ciudadanas quedaban expuestas y a consideración de sus congéneres, una tribuna que abría la cancha,  que permitía superar sesgos y limitaciones de los medios masivos. Internet fue sin duda —y sigue siendo— una herramienta efectiva, colosal, para que los ciudadanos ejerzan la libertad. No hay duda de ello.

    Pero en la práctica diaria, las redes sociales, “redes morales” según la ajustada expresión que en sus satíricos comentarios radiales suele emplear Darwin Desbocatti, resultan ser expresión de desahogo más que opiniones fundadas, aunque también puedan serlo.

    No es este un fenómeno local, no es propio de la idiosincrasia uruguaya. Es algo constatable urbi et orbi.

    El punto es que estos “intercambios” en las redes van conformando un clima de radicalización de posiciones, de enfrentamiento y de hostilidad, que profundiza las naturales diferencias políticas y que poco contribuyen a una convivencia democrática. Al debate franco pero civilizado de ideas, propuestas y políticas públicas.

    Los casos de Venezuela y de Argentina, también el de  Ecuador gobernado por Rafael Correa, son buenos ejemplos de la fractura política que se genera como consecuencia de un discurso radicalizado emitido desde el poder. Porque la réplica es también radical y tiende a polarizar las posiciones. Quita espacio a quienes creen que la construcción democrática requiere concertar y cooperar.

    Analistas y comentaristas políticos argentinos han acuñado la expresión “la grieta” para referirse a la fractura política profundizada en su sociedad durante las dos presidencias de Cristina Fernández. “Grieta” que persiste en cultivar la expresidenta y sus seguidores y que ha sido, a la vez, funcional electoralmente al actual gobierno.

    Una situación que los uruguayos vivimos a fines de los años 60 y que explica el resultado de la elección de 1971.

    En el caso ecuatoriano, el estilo negociador del presidente Lenín Moreno, que desde su asunción en mayo ha procurado entendimientos con sectores de la oposición, ha logrado distender un clima político hasta entonces enrarecido en el país.

    Mientras, la tragedia nacional venezolana se agudiza.

    A espaldas de la crisis alimentaria y sanitaria de su pueblo, a la persistente inseguridad pública que caracteriza desde hace años la vida de sus compatriotas, el régimen que encabeza Maduro se aferra al poder y sigue hostigando y maniobrando contra la oposición gracias al sustento de la milicia “bolivariana”. Negocia con sectores opositores para ganar tiempo, sin abandonar el carácter represivo y corrupto de su gobierno, sin  dejar de descalificar a quienes quieren poner fin a la era chavista. Profundizar la “grieta” es el único método que conoce —que heredó de Chávez y que le infunde la inteligencia cubana— para mantenerse a flote al costo que sea.

    Que las redes hayan abierto una puerta a radicalismos de todo signo, a desahogos de energúmenos de todo tipo, no es culpa del chancho, sino de quienes le rascan el lomo.

    En recientes declaraciones formuladas a un programa radial de la BBC el expresidente estadounidense Barack Obama, admitió la responsabilidad de gobernantes y políticos en el comportamiento anómalo, poco constructivo, que manifiestan muchos ciudadanos en las redes. Y dio un alerta para que Internet no encierre a las personas en sus propios sesgos.

    “Es más difícil ser tan ofensivo y cruel en persona como la gente puede serlo anónimamente en Internet”,  afirmó Obama. Invitó a los líderes mundiales a buscar maneras de evitar una “balcanización” de las sociedades detrás de Internet.

    “Los líderes debemos encontrar formas para poder recrear un espacio común en Internet” porque el contenido de las redes con frecuencia “distorsiona la comprensión ciudadana de asuntos complejos y deriva en la propagación de la desinformación”.

    Consideró que uno de los peligros de Internet es que la gente “puede tener realidades enteramente diferentes y puede cobijarse en la información que refuerza su sesgo actual”.

    Obama insistió en su idea de que las plataformas de redes sociales pueden llevar a las personas “a hacer juicios rápidos sobre decisiones complejas” y llamó la atención sobre el riesgo de que estas actitudes contribuyan a la “balcanización de nuestra sociedad”.

    Pero la “balcanización” que preocupa al expresidente norteamericano y que se manifiesta en diversas naciones democráticas de occidente no solo es consecuencia de la supuesta incomprensión de los ciudadanos respecto de la complejidad de las decisiones de los gobernantes. El inconformismo que se expresa en las urnas, el antagonismo que enfrenta a muchos internautas tiene también otros orígenes: la forma en que gobernantes y políticos defienden sus ideas y sus intereses, la forma en que debaten públicamente sus diferencias.

    El radicalismo de sus opiniones es asumido por sus simpatizantes, “balcaniza a la sociedad” y finalmente convierte a gobernantes y políticos en rehenes de sus propios partidarios.

    ?? De fastidios y hartazgos