Sr. Director:
Sr. Director:
Accedé a una selección de artículos gratuitos, alertas de noticias y boletines exclusivos de Búsqueda y Galería.
El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáIntroducción. A pesar de sus niveles intelectuales, las manifestaciones de algunos referentes frenteamplistas provocan una reacción similar a la que generan los que se ufanan de su patriótica integridad, pero están lejos de la coherente y digna honestidad con que nuestro héroe y prócer José Gervasio Artigas practicaba, la ética. No evalúan las consecuencias nocivas de sus comportamientos, no priorizan la entidad de nuestros actuales problemas, no avizoran el incierto futuro que le depara a nuestro país. Todo por anteponer y pretender imponer una ideología malograda histórica y mundialmente.
Esto es el resultado de analizar el proceso desarrollado por esa ideología y de confrontar dos concepciones diferentes.
Los principios ideológicos que postulan los frenteamplistas son las ideas (políticas, sociales, filosóficas, económicas e ideológicas de C. Marx y F. Engels, expuestas a mediados del siglo XIX en el Manifiesto comunista y en El capital); genéricamente denominadas marxismo-leninismo, particularmente interpretadas con un objetivo y una finalidad incompatible con el sistema político, económico y social vigente en nuestro país y respaldado históricamente por el resto mayoritario de la población.
El proceso. Un buen día una sutil división izquierda-derecha formó parte de lo cotidiano, naturalizada como la escritura: era de izquierda a…
Lo ideológico comenzó a pesar a escala estudiantil, laboral y partidario. Las diferencias no se dirimían “coloquialmente”, sino en enfrentamientos violentos. La descalificación sustituyó los argumentos. No se intentaba convencer al otro, sino “suprimirlo”, según un código radical: “Si no estás conmigo, estás en contra, y si estás en contra, eres mi enemigo”. La deferencia por el adversario, el cumplimiento por las reglas de juego en las contiendas verbales (el fair play) pasó a ser algo obsoleto y perimido.
La etapa frenteamplista. No obstante las diferencias conceptuales, quienes conformaron la coalición en 1971 (comunistas, socialistas, socialdemócratas, etc.), las dejaron de lado para lograr el número que rigen nuestras elecciones. A la fuerza política sumaron todos los que aportaran votos. Los sindicatos se transformaron en el funcional brazo ejecutor. Empoderaron a grupos socialmente desfavorecidos (minorías étnicas, comunidades LGTB, etc.) con una finalidad netamente proselitista: engrosar las urnas. Establecieron una conducción suprapartidaria, con una fuerte impronta “verticalista”. Elaboraron la estrategia y la táctica para accionar el “qué” y el “cómo”. Muchos paradigmas fueron sustituidos.
Los discursos seleccionaron los destinatarios, los contenidos y el lenguaje. La disconformidad de los extremadamente necesitados, su latente ira y violencia fue aprovechada y explotada. El mensaje dirigido a los “planchas” (los opuestos a los “chetos”) estaba cargado de términos despectivos, llenos de resentimiento. En nuestro vocabulario surgieron palabras frecuentes e hirientes como: grieta (una fisura difícil de salvar), derecha (como sinónimo de fascista), liberales (como ladrones de derechos humanos), etc.
El radicalismo, el fanatismo, el fundamentalismo dejaron de ser extranjeros. Las distintas formas de agresión rápidamente lograron su nacionalización. Las actitudes respetuosas dejaron de ser naturales. La conquista del poder (al servicio del dogma) desplazó el supremo fin de bien gobernar. La chacrita sustituyó al país. El erario público cambió de titular. Las “manos en la lata” dejaron de ser singulares. El dispendio, los gastos injustificados, las malas inversiones se hicieron frecuentes e impunes. Como es sabido “la violencia engendra más violencia”. La escalada conquistó todos los ámbitos: en los deportes (fuera y dentro de las canchas), en las manifestaciones laborales (dentro y fuera de los lugares de trabajo), en la vida político-partidaria (dentro y fuera de los clubes).
La etapa pos-FA. Pese a su organización, su fortalecida logística y su proselitista “discurso”, los antecedentes cívicos y pacifistas de nuestra población, reaccionó ante las cantidad y calidad de irregularidades de público conocimiento. Perdidas las elecciones nacionales, algunos “progresistas” confundieron el tradicional rol de ejercer la oposición. Transformaron criticar (alabar o censurar) por solo reprobar. Se convirtieron en verdugos y pasaron a la sistemática obstaculización. Olvidaron que ir contra las instituciones elegidas por el pueblo es atentar contra la nación, es un remedo asimilable a un golpe de Estado encubierto.
Indigna la amnesia con que censuran al nuevo gobierno luego de haber malversado y dilapidado los haberes del pueblo, esa misma población que ignoraron en aras de una ideología que fue y sigue siendo negativa, perniciosa, más por quienes la practican que por sus principios teóricos.
La decisión del “soberano” convertido en gobierno fue sistemáticamente obstruida con gratuitas demostraciones de fuerza. Las interpelaciones, referendos, movilizaciones, paros, etc., a pesar de estar amparadas legalmente, desplazaron los diálogos, los aportes positivos con dilaciones y declaraciones ofensivas para lograr el perdido protagonismo mediático. La falsedad, el engaño, la falacia constituyeron su nuevo lenguaje partidario.
La representación multicolor en el Poder Legislativo pasó a ser permanentemente cuestionada con una suerte de impugnación sistemática al gobierno y su accionar. Una consecuencia notoria: se dificultaron y postergaron las obras y soluciones necesarias e imprescindibles. Los voceros de los distintos grupos ideológicos opositores comenzaron a demostrar una coincidencia en la forma de argumentar las controversias. Ante cualquier discusión, la metodología seguida es similar: establece una dialéctica cuya estrategia consiste en minimizar o anular el todo por la parte, guarde o no relación con lo discutido.
Epílogo. Iniciada la tercera década del siglo XXI nuestra población está dividida, ideológica y pasionalmente.
Curiosamente, hay mancomunión con la selección Celeste, pero no se ha logrado algo similar en el plano político-partidario.
El antagonismo se parece a “soy de Nacional y jamás seré de Peñarol…, aunque mi cuadro pase a la B”.
Muchos nos preguntamos si tanta polarización puede revertirse en el mediano o largo plazo…, antes de que sea demasiado tarde.
Siempre fui optimista por naturaleza y es la primera vez que tengo serias dudas… Ciertos cambios tardan o no llegan. Demasiados acontecimientos condenables, de un pasado cercano y del presente, además de las irreconciliables posturas ideológicas expuestas, dificultan e impiden armonizar ambas posturas.
Mi escepticismo proviene de haber coexistido la etapa más nefasta de lo sucedido con los bolcheviques, antecesores y referentes de los frenteamplistas en general y de los comunistas en particular. En Rusia, Stalin llevó a cabo una dictadura a costa de millones de personas enviadas a campos de trabajo forzado, deportadas y exiliadas a la Siberia, asesinadas en las famosas purgas.
En la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) la URSS primero se alió al eje Roma-Berlín-Tokio. Su pacto con la Alemania nazi le permitió invadir Polonia, Finlandia, Estonia, Letonia, Lituania, Besarabia y el norte de Bucovina. Hitler violó el pacto y la URSS, tras ingentes pérdidas humanas, terminó uniéndose a los aliados. En los Estados satélites instaló gobiernos adláteres. Se relacionó con Mao Zedong y Kim Il-Sung para ser el “modelo a seguir” de las repúblicas populares de China y Corea del Norte.
Stalin y su gobierno fueron censurados universalmente, incluso dentro de la URSS (XX Congreso del PC en 1956). Nikita Jrushchov inició el proceso de desestalinización. Aprendimos el significado de glásnost (liberación de los amordazados medios para que criticaran el sistema político) y perestroika (restructuración de la economía estatizada de la URSS). Conviví la mutación de quienes no aguantaron las mentiras y los crímenes de los que amparados en una ideología usaron “el fin justifica los medios”, en donde el fin era lograr el poder cueste lo que cueste. Supe de las invasiones a los países satélites que conformaron la Cortina Roja.
En 1993 estando en Beijing presencié cómo el régimen comunista impidió, con una intimidante presencia militar, la conmemoración de lo que se conociera como la masacre de Tiananmén, donde un 4/6/1989 cientos de pacíficos civiles terminaron asesinados y arrestados por acusar al gobierno de represivo y corrupto. Este declaró la ley marcial, envió tanques y soldados. Charlie Cole registró el hecho con la premiada foto apodada El hombre del tanque.
También recuerdo el respaldo del Partido Comunista del Uruguay a los comunicados 4 y 7 (1973) de nuestra malograda experiencia (fuente: https://www.montevideo.com.uy/Columnistas/Opinion—Comunicados-4-y-7-el-poder-y-la-miseria-uc786218).
No abundo lo que acontece con naciones que han abrazado regímenes progesistas porque son de público conocimiento. Pero destaco que naciones como China y Rusia cambiaron a los titulares de los bienes de producción, tienen grandes contingentes de pobres, que coexisten con millonarios y privilegiados, y sus gobiernos no están elegidos democráticamente, sino manejados por políticos reelegidos por partidos únicos.
No es de recibo anteponer las injusticias de cualquier régimen capitalista, que los hubo y no los ignoro ni los justifico, pero acá y ahora se trata de aceptar o no un régimen con muy negativos antecedentes. Cuando mencionan las innegables y necesarias obras realizadas en los últimos 15 años… pregunto: si las erogaciones superan groseramente los ingresos, ¿cómo se llama el saldo?
Los socialistas difieren conceptualmente de los comunistas, ambos integran el Frente Amplio. Si este triunfara, ¿cuál dominaría?
Con amenazas en el horizonte como la crisis mundial posepidemia, el calentamiento global, la incidencia de la inteligencia artificial, etc., etc., necesitamos gobiernos que no se preocupen de otro dogma que no sea nuestro Estado de bienestar y el de nuestras futuras generaciones.
Arq.(J) Ignacio David Weisz