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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáSanta Bernardina: un sueño realizado. Luego de la gratificante convocatoria veraniega que los productores autoconvocados nos han regalado, hemos asistido a múltiples análisis de las concausas que facilitaron la misma: Las redes sociales, las dificultades estructurales devenidas de algunas desatenciones, incrementos de tarifas, posibles e improbables acuerdos comerciales que las ideología evitan, fogoneos político-partidarios, etc. También, en grado mayúsculo, la sensación térmica, física de enero y metafísica del momento político, que deriva hacia el hartazgo con varias actitudes prebendarias políticas de todos los partidos (gastos para prensa y celulares, licencias, secretarías que no pagan BPS, viáticos, retribución (¿?) luego de finalizada la legislatura, cuando, lo sabemos todos, el “contrato laboral” con nuestros representantes es por cinco años, ni un día más. Si quisiéramos reconocerles esta excepción sería buena cosa limitarla a —máximo— dos sueldos mínimos nacionales (SMN). O para ser más republicanos, un solo SMN con diploma honorífico adjunto.
No obstante lo previo, que es parte del análisis ex post que hoy se hace, quiero compartir lo que hace seis años, en 2012, se escribió en el ensayo, La Salud en Uruguay, un rompecabezas a armar. El autor, Neste Tosera, describe las situaciones que hemos vivido los últimos días —no por capacidad de prever, menos de prevenir — sino ante lo expuso como deseable y necesario para sortear las falencias y carencias de nuestros políticos. Transcribo parte del texto:
Advertencia
Sabemos que no todo está mal, pero todo podría y debiera estar mejor… el ensayo pretende aportar ideas a discutir. La intención manifiesta y declarada es sacudir la modorra nacional y escapar de la inercia, sin excusas, contemplaciones ni dilaciones. (pp. 13)
Primero lo primero
b) Será un proceso de larga y difícil implementación. Debe tener un cronograma tentativo. No será la panacea sino un instrumento de mejora continua y permanente si las cosas se hacen bien. La sociedad debe estar enterada de esto para no crear falsas expectativas.
c) Señalamos carencias y falencias, no con el afán o espíritu crítico negativo sino de aporte constructivo y propositivo.
d) Tenemos la convicción de que la responsabilidad de lo indicado no recae en un solo gobierno —ninguna administración previa afrontó en tiempo y forma los desvíos y defectos que marcaremos,
e) Ni defensa acrítica y a ultranza por tener responsabilidad de gobierno ni crítica sistemática por ser oposición. Ambas situaciones son a término, circunstanciales y reversibles.
f) Somos todos corresponsables como sociedad, porque en la base hay un problema inherente a nuestra cultura, identidad, idiosincrasia y costumbres,
g) Está en todos nosotros, con los políticos, hacer el esfuerzo de plantear crudamente las realidades e impregnarlas de racionalidad,
h) En suma, creemos llegado el momento de manejar ideas y no ideologías, diálogos y no dialécticas. Debemos pasar de los dichos a los hechos.
Hecha esta catarsis, nos sentimos con más fuerzas y esperanzas para la tarea siguiente. (pp. 39)
Sistema sistemáticamente asistémico (SSA)
Este fenómeno, que predomina en demasiadas áreas de la actividad nacional, es un problema que interpretamos de raíz cultural, pues de otra forma no podría estar tan diseminado ni ser tan difícil de superar.
Los SSA se generan, adaptan y reproducen a partir de sectores con intereses particulares que lenta e imperceptiblemente van logrando imponer condiciones en el conjunto de la actividad social, laboral o empresarial que les corresponde.
La mayoría de las veces no son producto de un plan maestro; no hay un proyecto previo que los determine, simplemente son un conjunto de logros, exigencias e intereses que se van logrando de forma unitaria y que, al sumarse a otras condiciones previas, se van constituyendo en SSA.
Analicemos, sin exigirnos mucha imaginación, lo que sucede en la salud, la educación y el desarrollo en nuestro país. Todos tienen una alta cuota de SSA, todos podrían estar mucho mejor y avanzar en función del bien común, pero con la omisión/comisión del sistema político y la parsimonia ciudadana, mantienen la “asistemización” de los sistemas.
Los uruguayos cuando emigran se adaptan fácil y rápidamente a funcionar en empresas y sociedades donde hay una verdadera sistematización de los sistemas. El problema no es, por lo tanto, de los individuos, es del conjunto social, de nuestra actitud y cultura nacional.
La forma de superar los SSA es: a) comenzar por el razonamiento crítico, en plena libertad y sin condiciones, ideologías o dogmas, b) descartar el método proyectivo para pensar en el futuro, pues lo último que deseamos es continuar por ese camino, y adoptar el método prospectivo, el que nos permite imaginar, diseñar y construir el futuro diferente, c) tener la capacidad de complementar el razonamiento lógico formal con el pensamiento sistémico y d) ponerle, de una vez por todas, una buena cuota de racionalidad a la realidad. (pp. 63)
Nosotros los ciudadanos: ¿espectadores o protagonistas?
Nuestra sociedad está acostumbrada a que los políticos expongan planes que bien fundamentados e implementados podrían derivar en el bien común atendiendo el interés general, a lo cual, tras cartón, resulta que se renuncia a llevarlos a la práctica vía comisión u omisión. En este sentido nos constituimos en cómplices de un sinsentido consentido: nosotros los elegimos para que nos representen.
¿Por qué, si entre vecinos de diferentes orientaciones político-partidarias de todas partes del país podemos tener —y tenemos— coincidencias en los objetivos, resultados y metas a lograr, al momento de llevarlas a cabo debemos arriar banderas porque surgen actores y sectores políticos, sindicales, empresariales, corporativos que así lo disponen? ¿Cómo es que las trabas, excusas, explicaciones, reclamaciones y/o disensos de unos pocos pueden más que los verdaderos, posibles y legítimos reclamos de muchos ciudadanos? Basta de pseudo “costos políticos” que en realidad son temores electorales que se invocan sotto voce para seguir pagando la cuenta del enorme costo social de la inacción nacional.
Solo así los ciudadanos podremos dejar de ser, en la organización y estructura del Estado, el equivalente al Tribunal de Cuentas de la Nación: un mero testigo opinante —no vinculante con la realidad cotidiana— al cual ni por descuido se le presta atención y menos se le lleva el apunte. (pp.129)
Nuestra época
Vivimos una época de globalización y efervescencia mundial. Se mira el presente y se apunta al pasado, el Manifiesto Indignaos de Hessel inspira los reclamos y las redes virtuales detonan movimientos de protesta en varias partes del mundo.
Creemos que en Uruguay bien podríamos poner la mirada en el futuro y generar un manifiesto para reavivar ideales y acollararlo con un movimiento de realizaciones.
Al analizar el Manifiesto Indignaos vemos que es un enfoque retrospectivo que deriva inconscientemente en un movimiento desorientado y desorientador en lo conceptual, y táctica y fácticamente deconstructor. Resulta en una convocatoria al paro, caceroleos, piquetes de rechazo que terminan en un dualismo antagónico y excluyente. La perspectiva que queda del futuro es una realidad incierta, indefinida y abierta.
Si se lograra un Manifiesto por los Ideales, bien podría resultar una brújula, guía conceptual, táctica y fáctica; una prospectiva que inspire un movimiento proactivo, constructivo, ejecutivo y ampliamente convocante.
Este movimiento inspirador, desafiante y renovador, por la positiva, se basaría en la responsabilidad social ciudadana, tema que está a nuestro alcance aspirar. La perspectiva de un Movimiento de Realizaciones sería, en este caso, ir hacia una realidad definida y querida.
Retomando el subtítulo, Nuestra época, podríamos plantear una rebelión cívica con ideas e ideales que habilite quebrar algunas rigideces político-partidarias que resultan funcionales a ciertos intereses sectoriales y/o corporativos. Sería una tímida aproximación a la democracia directa, que en rigor debiera denominarse participativa, que permee a nuestros representantes políticos y, en consecuencia, a los partidos.
De esta forma quizás se revertiría la sensación de que, demasiado frecuentemente, nuestra política hace el camino inverso: 1) reunión y decisiones en la cúpula de los partidos, 2) mandato y bajada de línea a los políticos, 3) imposición a la ciudadanía.
No perdamos la ilusión y menos la esperanza de que, como dice la canción, “Lo mejor está aún por llegar”. ¡En la medida que lo hagamos!
Si a esta altura alguien piensa que estamos contra los políticos, o no entendió o no fuimos claros. Estamos a favor de ellos o, mejor dicho, de su función, y por ello es que queremos que la cumplan a cabalidad. Como a veces parece que están distraídos deseamos que asuman sus responsabilidades, y de no ser así es que pensamos que hay que ayudarlos. Desde la ciudadanía.
Estamos convencidos de que todos los partidos políticos tienen una cuota importante para aportar a las soluciones requeridas, y que ninguno puede llevarlas a cabo en solitario. Esto no es cuestión para frenteamplistas, colorados, blancos o independientes, tampoco para Asamblea Popular u otros. Es de y para todos, trasciende los límites y las fronteras partidarias.
No son temas partidarios a resolver por un gobierno. Son temas nacionales a resolver con auténticas políticas de Estado; o sea, con la activa participación ciudadana. (pp.136)
Hasta aquí la transcripción de lo que se escribió hace seis años. Casi nada ha cambiado; desde el punto de vista político lo único fue la creación del Partido de la Concertación y luego del Partido de la Gente. Pero en esencia, siguen —seguimos— igual.
No hay voluntad efectiva de diálogo constructivo, tenemos más disensos que consensos, pululan los éticos personales (“yo en su lugar” renunciaría, o no lo hubiera hecho, o, o, o...) y falla la de los partidos, o del Parlamento en su conjunto. Y nos damos el lujo de “poner la vara ética” o muy baja, cosa de poder saltearla sin mucho esfuerzo a nivel departamental, o muy alta, cosa de pasar por debajo sin tener que agachar la cabeza y seguir tan campante —luego de renunciar para no ser incinerado por los propios compañeros— en la política nacional.
Como se escuchó en Santa Bernardina: ¡Basta, no va más! Era hora; el tema es que no alcanza con la producción, hay que ampliar las exigencias en educación, en salud, en seguridad, en desarrollo, en ciencia, tecnología e innovación, en infraestructura, en relaciones internacionales y comerciales, en la buena administración y gestión de las empresas públicas, en los derechos practicados más que enunciados, en ética, etc., etc.
Respecto a la proclama de unos miles de estar de acuerdo con el ingreso de funcionarios a los servicios de educación, salud o seguridad, dados los antecedentes cercanos, habría que condicionarlo fuertemente a la forma en que van a desarrollar su actividad y a cómo se va a evaluar su aporte en función de los resultados perseguidos. Y de paso, ya que estamos en año pre-electoral (tradicionalmente año de carnaval político-electoral), ¿qué tal si se prohíbe toda nueva presupuestación de cargos contratados, salvo que sean aprobados en el Parlamento con mayorías especiales?
Gonzalo Pou