—Los datos que analizamos son los públicos, como la recaudación, los del mercado laboral e indicadores de actividad. Y claramente todos muestran que el primero no ha sido un buen semestre; se continúa con un crecimiento muy bajo o nulo. Hay factores unidos a un escenario regional y global más desfavorable, que nos afecta.
Para el resto del año esperamos una mejora, pero no significativa. Se cerraría el 2019 con algún crecimiento positivo, basado en el Ferrocarril Central u alguna otra obra de infraestructura. El arranque de UPM se va a ver claramente en 2020.
—¿La proyección de crecimiento de 0,7% para este año sigue vigente?
—Por ahora es la que mantenemos. Hay que ver qué pasa esta semana en Argentina con la misión del Fondo Monetario, el mercado cambiario y la inflación, porque son todas variables que tiene su programa con impacto en cómo puede terminar esa película. Claramente hoy hay alta incertidumbre y no esperamos grandes noticias positivas; un escenario de relativa estabilidad sería compatible con nuestro 0,7%. Pero una mayor volatilidad podría tener algún efecto adicional, en especial sobre el canal del turismo.
'¿Quieren achicar el Estado? Es válido como enfoque. Pero que no usen como estratagema decir que se gasta mal. Se pueden generar ahorros, pero no en las magnitudes que se dicen, al menos no sin que se pierdan servicios'.
—Tanto el Producto, el nivel de empleo como el déficit fiscal tuvieron una evolución peor de lo que se proyectó desde el MEF. ¿Hacen algún tipo de autocrítica sobre estos desvíos?
—Las proyecciones son la mejor estimación que se tiene, con las herramientas disponibles, y ante un entorno externo que en general tomamos como dado y es el que predicen los organismos internacionales.
Si se revisa lo que poníamos en las Rendiciones de Cuentas, no vemos un sesgo sistemático hacia el optimismo. Nunca fueron escenarios totalmente increíbles y no fundamentados desde el punto de vista técnico. Y está claro que desde 2015 para acá hemos recibido noticias negativas para la economía uruguaya; entonces nadie iba a prever que todas las malas noticias se concretarían.
Por otro lado, las proyecciones que uno hace, por lo menos desde el punto de vista fiscal, no las puede estar cambiando semana a semana, o mes a mes según los ruidos que aparezcan, porque la política actúa con cierto rezago. No se puede estar saltando de escenarios. Además, lo que decimos forma expectativas.
—¿El deterioro económico reciente obedece solo a factores externos o hay alguna responsabilidad del gobierno?
—El crecimiento de una economía es el resultado de decisiones de muchísimos agentes y la política pública influye, pero el gobierno no es el principal actor.
—¿Qué herencia se dejará al nuevo gobierno? ¿Cuál será el punto de partida?
—Una de las herencias más importantes es que quien venga recibirá un país con un marco de políticas estables y creíbles, y con fortalezas financieras muy importantes para encauzar algunos de los problemas que tiene el país, que son de empleo, de inversión. La prioridad número uno debe ser volver a crecer. Desde ese punto de vista, quien asuma va a recibir un escenario que no está mal: habrá un paquete de obras de infraestructura con impacto en 2020 y 2021, así como la inversión de UPM en la que se trabajó mucho en este gobierno para lograrla. Eso pondrá un piso de crecimiento autóctono en los primeros dos años de administración, lo que es muy importante teniendo en cuenta el contexto de incertidumbre global y regional. La economía tendrá un crecimiento sólido, aunque no al ritmo que quisiéramos.
Está claro que el déficit fiscal es uno de los temas que preocupan. Pero hay que tener en cuenta que hay un 0,8% o 0,9% del PIB que es el déficit del Banco Central, que no tiene nada que ver con la política fiscal; sin esto, el déficit es 3,9% o 4%. Ese nivel, además, incluye ingresos transitorios que son los de los “cincuentones”; no es caja, pero sí reduce la deuda. La economía uruguaya no está con unos niveles de deuda que hayan explotado respecto a la proyección que se tenía, sin perder de vista que hay desafíos y que el déficit es demasiado alto si no logramos crecer más y si no logramos estabilizar el gasto en relación con el Producto.
Entonces, la situación que queda no es una herencia maldita, si bien hay desafíos. Pero hay un punto del déficit que se debe a que hace un año la economía básicamente no crece o lo hace muy poco respecto a su potencial.
—Los blancos y colorados sostienen que no alcanza con recuperar el crecimiento económico y ponen énfasis en la necesidad de hacer un ajuste del gasto público. ¿Tienen una visión equivocada?
—Es inconsistente decir que el tema del gasto se puede atacar de forma gradual —a eso apuntan cuando proponen no renovar vacantes de funcionarios en los cinco años— y afirmar que la herencia es enorme y hay una urgencia fiscal. No cierra.
Otra inconsistencia son los propios números: algunos de los recortes o las ganancias de eficiencias que plantean no sé de dónde surgen. Hay que mirar muy bien el estudio del BID invocado, por ejemplo, por Ana Inés Zerbino (referente económica de Ernesto Talvi); lo que dice es que Uruguay es el tercer país con mayor eficiencia del gasto como porcentaje del PIB en la región. También muestra que el programa de Asignaciones Familiares o las pensiones no contributivas son de los mejores focalizados. La narrativa del derroche del gasto que no llega a nadie, etcétera, es erróneo; recortar el gasto en US$ 1.000 millones y decirle a la gente que es grasa que se corta sin afectar nada, no es verdad. No se puede hacer.
—¿Ve posible acordar una regla fiscal, algo que está siendo propuesto por los partidos Nacional y Colorado?
—Hay que lograr que el gasto crezca menos que el PIB nominal; si para eso tenés que ayudarte con una norma, lo podemos discutir. También el instrumento del tope de deuda se puede perfeccionar, por ejemplo ya no expresarlo en unidades indexadas sino en términos del Producto.
'Una de las herencias más importantes es que quien venga recibirá un país con un marco de políticas estables y creíbles, y con fortalezas financieras muy importantes para encauzar algunos de los problemas que tiene el país, que son de empleo, de inversión'.
—Y en cuanto a una eventual reforma de la seguridad social, ¿considera posible un consenso interpartidario?
—Hay una historia de que gran parte de la sociedad y el sistema político se pone de acuerdo con estos temas. Claramente está en la agenda; para nosotros la sostenibilidad fiscal tendría que ser un eje. Otro tiene que ver con la equidad entre generaciones. Hay un mundo del trabajo que está cambiando y hay que contemplar eso en la seguridad social. Y la discusión no se puede centrar en el pilar de causal común en el BPS; hay que ver cómo interactúan las jubilaciones con otras prestaciones. Otro tema es la gobernanza del sistema en su conjunto; hoy está bastante fragmentado. También se debe pensar en un sistema que sea flexible; si hay parámetros que deben ser modificados, que se puedan incorporar sin que haya que hacer una gran reforma políticamente difícil.
Veo muy factible que se logre un acuerdo amplio.
—¿Cómo caracteriza la propuesta en materia económica de Daniel Martínez?
—Como muy ambiciosa para construir sobre algunas de las fortalezas que tiene el país. En el centro está que debemos retomar la senda del crecimiento, y que en un mundo que está cambiando muy rápidamente, hay algunas ventanas de oportunidad para economías como la nuestra. Tomamos la agenda que ha venido trabajando la OPP y Transforma Uruguay para identificar sectores con alto potencial demostrado, como las TIC, madera, celulosa, biotecnología; la idea es ampliar y dar un salto de calidad, lo que debe ir unido a políticas en ciencia y tecnología. También el Inefop debe tener un rol mucho más importante, porque las personas no van a seguir haciendo las mismas tareas rutinarias y necesitamos darle herramientas para insertarse en ese mundo cambiante. Son políticas transversales en las que hay que apostar fuertemente.
Desde lo macro, Daniel ha mostrado en la intendencia, por ejemplo, capacidad de gestión y de rever presupuesto. Lo que estamos proponiendo es rever las asignaciones entre ministerios, generar ahorros, con un presupuesto por resultados, más moderno y en un marco de austeridad como principio ético. Es algo en lo que el Ministerio de Economía ya ha estado trabajando desde las sombras.
—Mucho de lo que menciona son cosas en las que ya se viene trabajando. ¿Un gobierno de Martínez sería más de lo mismo o daría una impronta distinta?
—No todos son logros, obviamente, pero la trayectoria de la película muestra progresos muy importantes desde 2004. Es una apuesta al crecimiento acompañado de políticas sociales y de ingresos que generan distribución. Y la inserción del país es también una apuesta importante que Daniel seguirá jugando fuerte.
—¿Cómo jugaría fuerte en ese aspecto?
—Por ejemplo, Uruguay XXI es un gran logro; que una agencia de promoción esté presente y ayude a las empresas a insertarse en los mercados, unido con Relaciones Exteriores. Se ha avanzado. Pero se puede hacer más. Eso requiere una apuesta en esa dirección.
—Si ese es el camino, ¿por qué no se avanzó más durante el actual período de gobierno?
—Hemos tenido un cambio en el contexto externo muy fuerte y una disrupción tecnológica que es de los últimos años. Construir agenda y capacidades en esa dirección lleva algo de tiempo.
Varios de los instrumentos, programas o instituciones se han ido perfeccionando en el tiempo. Hay que construir sobre lo que se ha hecho pero con una mirada al futuro, con los desafíos y oportunidades que se vienen. Nadie está planteando refundar totalmente el país; es construir sobre cosas que han mostrado resultados e ir por más.
—La ministra de Educación, María Julia Muñoz, planteó el fin de semana en El País que si ganan los “rosaditos”, se perderían muchas conquistas sociales. Según usted, ¿ hay también un riesgo de retroceso en lo económico si el Frente Amplio es desplazado del poder?
—Lo que me preocupa desde el punto de vista económico es la discusión que hay en torno al recorte del gasto. Sin desmerecer la preocupación —que es compartida— por el resultado fiscal, creemos que hay que ir por retomar el crecimiento económico y lograr una trayectoria del gasto de menor aumento en relación con el PIB. Ahora, si se habla de recortes y se pintan como que igual se pueden mantener los derechos y servicios, o es gente que no conoce cómo funciona el Estado —como hemos visto en Argentina— o lo que hay atrás son otras visiones. Eso, en lo personal, me genera la mayor duda.
¿Quieren achicar el Estado? Es válido como enfoque. Pero que no usen como estratagema decir que se gasta mal. Se pueden generar ahorros, pero no en las magnitudes que se dicen, al menos no sin que se pierdan servicios. Claramente hay cosas que se tienen que hacer mejor y capaz que no les hacemos suficiente marketing a las cosas que hacemos para mejorar la calidad del gasto, pero es un trabajo de hormiga: costear por programas la transversalidad de los programas.
—Algunos señalan como un mérito de Danilo Astori haber evitado ciertas cosas en los gobiernos del Frente Amplio, como contrapeso de sectores más radicales. ¿Todo pudo haber sido peor sin él? ¿Cómo imagina una eventual cuarta administración si él no mantiene ese rol?
—La gran importancia que ha tenido Danilo en las tres administraciones fue haber conjugado la estabilidad macroeconómica con algunas prioridades del Frente Amplio. Por decir algo, la creación del Fonasa: es algo que nadie discute actualmente. Fue un gran logro para la gente que planteaba desafíos fiscales.
Danilo logró articular, darle el rumbo estratégico a la política económica, con contenido en las otras áreas. Eso no es sencillo, y fue su gran logro.
Por otro lado, hay un tema que es que los Ministerios de Finanzas son los de la restricción presupuestaria como un dato de la realidad: es necesario ese cuidado para evitar tener que quitar políticas mañana. Danilo ha cumplido ese rol de manera espectacular, ayudando a priorizar y a encontrar los equilibrios.