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De un lado Eduardo Mateo, Jaime Roos, Fernando Cabrera y Eduardo Darnauchans, estándares como La llorona y la frescura atemporal de una melodía beatle. Del otro, Johann Sebastian Bach, Henry Purcell, John Dowland y Manuel de Falla. La voz de Carmen Pi y el archilaúd de Gustavo Reyna se unieron por primera vez el 8 de agosto de 2018 en el escenario de la sala Balzo, en una muy original fusión de canción uruguaya y música barroca. Editado en forma independiente y disponible en plataformas digitales, el registro de ese concierto se transformó en De espinas y flores, uno de los mejores discos uruguayos de 2019. Por la belleza del ensamble sonoro, el buen gusto de los arreglos, la coherencia estética de la producción y la calidad de las interpretaciones. Después de algunas fechas esporádicas durante el año pasado, el viernes 4 Pi y Reyna vuelven a presentar este espectáculo, esta vez en Sala Zitarrosa, cuyo aforo ha sido reducido por el protocolo sanitario a 140 butacas (entradas en Tickantel a $ 600). Y es una oportunidad imperdible de apreciar en vivo un espectáculo de alta calidad, en todos los rubros.
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Pi contó a Búsqueda que el concepto del disco surgió en un momento “de baja creatividad compositiva”, por lo que decidió buscar en dos de sus mundos musicales preferidos: la canción popular contemporánea y la música renacentista y barroca. Así se le ocurrió crear estos “maridajes musicales” y convocar a Gustavo Reyna, un reconocido compositor, arreglador y multiinstrumentista de vasta experiencia en la música barroca, como integrante del conjunto de cámara Art Cantorum e instrumentista acompañante de Cristina García Banegas, directora del Coro De Profundis y principal referente local en la música de ese período histórico. Reyna es uno de los pocos especialistas uruguayos en el archilaúd, instrumento de cuerda pulsada surgido en Italia a finales del siglo XVI que protagoniza este trabajo junto con la voz de Carmen. Como la tiorba y la cítara, este instrumento proviene del laúd. Está dotado de una caja más pequeña que una guitarra pero con un brazo sensiblemente mayor, que le confiere una sonoridad más grave y profunda que un laúd, de gran calidez y belleza tímbrica.
Estos maridajes pueden darse, según la cantante, “por sus textos, su temática poética, o por sus enlaces armónicos o giros melódicos; bien sabemos que existen muchas progresiones armónicas que datan del Renacimiento y del Barroco, que aún hoy seguimos usándolas, y se perpetúan en la música popular hasta el presente”, explica. “Mi intención fue ser bastante localista para darle un arraigo uruguayo a estas músicas, un sentido de pertenencia”, agrega.
Pi y Reyna han colaborado mutuamente en numerosas ocasiones. La cantautora cuenta que “aunque no sabía bien de qué, hacía tiempo que quería hacer un recital con él”. Lo llamó en el verano de 2018, le contó su idea de los maridajes y le puso como ejemplo el único que tenía en mente, bien definido: La llorona con Flow My Tears. “Son dos músicas hermanadas por las lágrimas, el lamento y esa idea de que aunque pasen los siglos, hay temáticas de las que hablamos siempre: el dolor, el amor, el desamor, la luz, la oscuridad, la intensidad de la noche, el abandono, la soledad; son emociones que nos atraviesan y por más que las sociedades van cambiando con los tiempos, se seguirán perpetuando”.
De espinas y flores realza, en forma muy bien diferenciada, el poder expresivo de la cantautora, directora y arregladora coral montevideana. Por un lado, expone una emisión vocal delicada y dulcemente expresiva, en canciones difundidas mundialmente como La llorona y All You Need Is Love, y clásicos uruguayos como Y hoy te vi,Mejor me voy, La casa de al lado,Paso Molino yFinal. También hay lugar para una suite de lírica nocturnal, con Esta noche, de Jaime Roos, y En la noche, de Los Estómagos. Por otro, descarga su potente impronta lírica en las alturas celestiales de Flow My Tears, de John Dowland (compositor inglés del siglo XVI), en el aria final de Dido y Eneas, de Henry Purcell (inglés, siglo XVII), en la hermosa Aria de la Suite Nº3 de Bach (siglo XVIII) y en Nana, del español Manuel de Falla (primera mitad del siglo XX). La voz de Pi se vuelve portentosa en esos íconos de la tradición musical occidental; se expande, avasallante, acompañada por Reyna en su añejo instrumento y por la guitarra y el violín barroco de Gastón Gerónimo. “Transitar esos dos lenguajes me permitió una libertad enorme en lo vocal, porque en las canciones populares canto de una manera franca, no engolada ni impostada. Pero cuando paso al otro mundo tiene que estar presente la técnica lírica, lo que me presentó el desafío de preparar el cuerpo, el instrumento vocal”.
En otros temas aparecen como invitados la cantante lírica Isabel Barrios y los guitarristas Nicolás Ibarburu y Diego Carbonell. Con Barrios, ambas cantantes hicieron un tipo de combinación armónica que se practica hace siglos (pero que en la música popular fue bautizado recientemente como mashup) entre Paso Molino, de Cabrera, y una pieza de Barbara Strozzi, una famosa compositora y cantante veneciana del siglo XVII.
Reyna volcó en el proyecto “todo su saber del repertorio barroco y de la música antigua en general”, contó su compañera de ruta. “Entre los dos fuimos tejiendo las ideas. Yo propuse algunos temas que estarían como Y hoy te vi, de Mateo y La casa de al lado, de Cabrera, una canción muy influenciada por el Barroco, especialmente en su progresión de armonías, pues Cabrera optó por una instrumentación de ese estilo para la grabación original, con clave y oboe. Esa canción, con esa letra y ese sonido, tenía que estar. El resto eran incógnitas”.
Otro songwriter vernáculo que apareció rápidamente fue el Darno, con Final, una de las tonadas fundamentales de su obra, con esa intro de guitarra acústica que resuena más renacentista que nunca en las cuerdas graves del archilaúd. “El Darno fue un trovador, en muchas de sus músicas debe haber escuchado un sonido muy parecido al laúd en su cabeza”, especula Pi. Y confiesa: “Escuchando a Gustavo muchas veces lloré de emoción, sentía que trascendía los siglos; estoy segura de que al Darno le hubiese encantado tocar con un músico como él”.
De espinas y flores fue concebido originalmente como un recital y hoy es para Pi “una síntesis” de su carrera. “Devino en disco cuando al escuchar la grabación vimos que había quedado muy bien. Recién ahí pensamos en editarlo. Y ahora es un espectáculo que amo, no solo como intérprete sino como creadora, porque siento que generamos algo nuevo: encontramos una manera de volcar conocimientos e intuiciones, y para mí es una síntesis de mi camino en la música. En el momento no me di cuenta pero ahora, de lejos, lo veo como un mojón, una muestra de sincretismo entre mis mundos musicales”.
