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Entre el invierno que no se termina de ir, y la primavera que no se decide aún a entrar, el montevideano se ocupa, intelectual y confortablemente con los pokemones, último grito de la tecnología, los JJOO de Río, las interminables discusiones (pobres) en torno a nuestro raquítico fútbol; y las incongruencias de un gobierno que no se pone de acuerdo consigo mismo. Aunque no se desdice en lo que concierne a empuñar arrestos de soberbia, que no oculta las chambonadas con precarios saberes y verdades (caso Venezuela, caso seguridad, caso educación).
En asuntos pendientes está un hecho que no es nuevo pero es poco encarado por los agentes culturales, sociales, políticos, académicos y no académicos, que es donde se podría empezar por allí a desbrozar el terreno.
Este “hecho nuevo” se ejemplifica con el complejo y rico tema de la sexualidad humana. Un joven estudiante de liceo emprendió luego de pasar muchas dudas y tormentos, iniciar las formalidades para un cambio de elección sexual. Camino en que se sintió escuchado y apoyado por sus compañeros, no así con un profesor y una directora, de quienes recibió trato denigratorio (estos datos han sido tomados de un informe del diario “El País”).
Se puede entender así cómo en reciente jornada de psicólogos, psiquiatras, psicoanalistas, abordaran este espinoso tema que tomando las ideas del pensador francés Michel Foucault, retomaran en estos días, el amplio abanico de la diversidad en lo tocante a la sexualidad humana que, histórica e incomprensivamente, tanto daño ha causado a una población enorme de humanidad afectada por la exclusión, el ostracismo, la condena y la mengua vital de interminable duración.
Un ejemplo es lo que se llegó a ubicar como histeria femenina, que pasó por la hoguera, la posesión demoníaca, el estigma de la simulación y el enigma, a través de centurias.
El siglo XIX pasó luego a condenar, tratándola como perversión a la llamada homosexualidad, levantando una “normalidad”, que consiste en una dualidad reductora, en una bipolaridad masculinidad-femineidad que no recubre las complejidades de la sexualidad. Films como el caso Turing, “Código enigma” y “La chica danesa”, lo han planteado muy bien y no han sido ellos los únicos esfuerzos laudables.
Las consecuencias sociales que recayeron en muchos individuos talentosos tuvieron una dureza sin límites, desde condenas a muerte (aun en el siglo XVIII), hasta imposiciones estatales (prisión: Oscar Wilde en cárcel de Reading antes de ir a morir a París, sometimiento a tratamientos que significaron suicidio y homicidio, sin contar con tortura psicológica y una vida privada de libertad).
Ojalá que estas rápidas, panorámicas líneas sirvan para despertar la conciencia adormecida o ciega de muchos, que en nuestro país no quieren saber de enfocar este tema con la amplitud y la delicadeza que las honduras del mismo requieren, y hacerlo con coraje, con franqueza, con argumentos que denoten seriedad en su estudio.
La fácil y tranquilizadora posición del confort intelectual que nos encierra en una bipolaridad masculino-femenino, que ya Freud consideraba una conclusión no muy convincente, el ser humano se ha debatido, desde la cultura, desde la política, en esta rica temática, con reflejos de huida o de agresión larvada.
El ejemplo de Foucault con sus libros, sus coloquios, sus aportes epistemológicos han ayudado mucho a los estudiosos americanos librando a una población grande de estudiosos de las mejores academias americanas a armarse con ideas, apertura de horizontes mentales, red de nuevas cuestiones, lo que determinó que mucha gente se viera libre de la humillación y la pérdida de libertad, obteniendo a cambio una cosecha de textos que han ampliado esta batalla de persuasión por la verdad a mucha gente talentosa, que sin esa meritoria obra de Foucault, se habría visto privada de herramientas muy aptas para armarse en estos juegos de verdad, de saber, de cuidar de sí y vivir más libre.
