La inversión que necesitan los frigoríficos para avanzar en este sentido y extender el seguimiento del rodeo es baja, interpretó el ejecutivo, aunque explicó que como “los mercados no se lo exigían directamente” se “estaban haciendo los vivos”. Pero la Comunidad Europea dijo “se terminó”, y “ahora van a tener que ponerse las pilas” para “cumplir con los requisitos” que pide ese socio comercial, enfatizó.
Por su parte, el vicepresidente de la Federación Rural, Manuel Béttega, expresó una opinión similar, y valoró que “sería bueno identificar el animal en la línea de faena”.
“Eso que dice el INAC (Instituto Nacional de Carnes) sobre el consumidor, que puede identificar la carne que consume, en la práctica no se da, porque los frigoríficos no están ingresando el animal identificado”, criticó.
En esos establecimientos el ganado “entra como grupo, y una de las contras” es si hay algún problema sanitario como la brucelosis”. En ese caso “queda identificada la tropa a la que pertenecía ese animal”, pero no el animal mismo, señaló.
Cambiar el chip
En octubre de 2006 se aprobó la Ley 17.997, que oficializó el sistema de trazabilidad de identificación animal. En uno de los artículos la ley estableció la obligatoriedad de registrar a los animales antes de los seis meses de vida, o previo al primer movimiento. Sin embargo, según dijeron a Campo empresarios del sector, ajustarse al marco legal representa dificultades, y en la práctica “a veces” se recurre a “algunas trampitas”.
“No se pueden mover animales que tengan errores”; entonces “hay gente que cambia” el arete de ese animal por el de uno muerto, cuyo registro sea “correcto”, relató en diálogo con Campo el delegado de trazabilidad de la Federación Rural, Martín Sanguinetti.
Esa práctica, que se realiza de todas maneras, entra en contradicción con la legislación, en donde se indica que los dispositivos de identificación individual “no podrán ser reutilizados en otro animal”.
Muchas veces se actúa de esa manera porque el productor “se ha visto acorralado al tener que mover ganado”, explicó Sanguinetti.
La ley también impide cumplir con los requerimientos de algunos mercados extranjeros, por lo que hay que hacer “alguna trampita piadosa”, agregó Estavillo.
Uruguay tiene socios comerciales que compran ganado en pie y que exigen que los animales sean vendidos con las caravanas que demuestran que están identificados. Sin embargo, la ley establece que esos dispositivos sean retirados antes de que los animales ingresen al barco. En ese caso, “o cumplías con la ley o perdías el negocio”, sopesó Estavillo. Y recomendó “modificar la normativa” para evitar estos problemas.
Por su parte, Béttega reconoció que “alguna manera de hacer trampa siempre hay”. “En algún lugar donde se había hecho un procedimiento por abigeato, se descubrieron en el abono chips que habían sacado de los animales” y de “alguna manera los reidentificaron”, describió, pero enseguida agregó que “eso no es una práctica habitual”. “Siempre existe la gente que está fuera de la ley”, pero “nosotros no avalamos ningún procedimiento de esos”, subrayó.
“Cuello de botella”
Uno de los “escollos” —según empresarios— que tiene el sistema de trazabilidad uruguayo es que no se capacitó adecuadamente a las personas que trabajan en el campo para que se adapten a él.
Los cursos de formación para operar los programas de computadora necesarios para hacer funcionar los dispositivos “fueron bastante mal desarrollados”, interpretó Estavillo. “No capacitaron a los operadores como debían” y eso generó un “entrevero bastante importante”, criticó.
“Faltó formación e información a los productores”, así como “también incluir a todas las partes que están involucradas en el sistema de comercialización del ganado”. “Muchos salían a hacer el trabajo sin leer los instructivos” y “de repente” les “quedaba mal hecho”, lamentó el empresario.
Por su parte, Sanguinetti apuntó que el sistema de trazabilidad “tiene mucho de informática”, y recordó que en la país “la mayoría de los productores son de mediana edad para adelante”, por lo que es difícil que se adapten a toda “la tecnología nueva”.
A su vez, señaló que en un principio el sistema también tuvo dificultades a la hora de ser difundido.
“En su momento el sistema tuvo sus fallas” por “problemas de comunicación”. “La gente no le daba la importancia” o “no creían” que el tema “iba a tener el peso que hoy tiene”, explicó. Y agregó: “Hubo intermediarios —consignatarios y rematadores—que incluso le decían al mismo productor que no le diera pelota”.
Otra de las críticas es que el sistema de programas no tuvo en cuenta las condiciones con las que se trabaja en el medio rural.
“El sistema fue armado por equipos de técnicos del Ministerio de Ganadería” que en “primera instancia” no consideraron —por ejemplo— que “hay lugares donde no podés trabajar porque la señal es muy débil o intermitente” y “esos son los puntos débiles del sistema”.
Valor agregado
Una de las preguntas que se plantean los productores es si la trazabilidad realmente se traduce en un aumento del valor de la carne, punto que despierta opiniones disímiles entre empresarios del sector.
“Al principio no te pagaban por el animal trazado” y “no veías que aumentaba el valor”, pero “empezaban a comprarte con más confianza”, señaló Estavillo. Y entendió que eso permitió a Uruguay “mostrarse al mundo de forma seria y confiable”.
Luego, se empezó a detectar un aumento en el precio de la carne, en el valor de algunos cortes —como la cuota Hilton y la cuota 481— y los frigoríficos trasladaron el aumento al productor, relató. Y añadió que en Uruguay “la trazabilidad se paga porque es exigencia del negocio”.
Para Sanguinetti, sin embargo, el hecho de que se pague extra por la trazabilidad no está del todo claro. El aumento del valor de la carne por la productividad “no se puede medir cuantificablemente”, indicó. “Para saber eso tendría que haber animales trazados y no trazados” y eso “no se puede porque acá es obligatorio”, fundamentó. Y aunque reconoció que “si no existiera la trazabilidad habría menos posibilidades de mercado”, señaló que “otros países no tienen trazabilidad” y “siguen comercializando con la Unión Europea”.
La tradición, la “vaca loca” y la aftosa
Toda la gente del pago está presente para ver uno de los espectáculos más célebres de la estancia. Uno de los peones aparta un animal. Con increíble rapidez lo enlaza, lo asegura y lo voltea. Luego, con una destreza similar, su compañero de yerra se acerca y marca en el cuero con un hierro al rojo vivo recién calentado en el fogón.
Ese ritual constituía una escena típica de la actividad ganadera uruguaya en el siglo XVIII, según se relata en el libro “La Trazabilidad en Uruguay”.
La actividad se siguió desarrollando con el correr del tiempo, y para el empresario del sector y director de Trazur, Hugo Estavillo, esa tradición de marcar al ganado estableció la plataforma para desarrollar — según su opinión— “uno de los mejores sistemas de trazabilidad que se desarrolló en el mundo”, con el cual incluso — aseguró— se puede “competir con Canadá, Nueva Zelanda y Australia”,
La trazabilidad que sirvió de ejemplo para Uruguay nació en Europa tras los primeros casos de la denominada enfermedad de la “vaca loca”.
Los países de esa comunidad querían asegurarse de que sus animales vacunos no fueran a alimentarse con harina de origen animal — que era por donde se transmitía la enfermedad— y entonces impulsaron este sistema.
En Uruguay, la trazabilidad comenzó a desarrollarse a partir de los casos de aftosa registrados en la década del 2000. En ese entonces, la aparición de la enfermedad en los bovinos hizo que se cerraran varios mercados para la exportación de carne uruguaya —como Japón, Estados Unidos y la Unión Europea—. Con la intención de recuperar esos socios comerciales, las autoridades —en conjunto con las gremiales de productores— iniciaron la implementación de un sistema de registro y monitoreo animal.
En 2006 el sistema se hizo obligatorio mediante la Ley 7.997, que a la vez fue complementada con la Ley 18.656 aprobada en 2010.
El sistema de trazabilidad uruguayo —inspirado en el europeo— está basado en un arete con información digital colgado en la oreja del animal que permite registrar todos sus movimientos. El dispositivo es acompañado con otra caravana de identificación visual.