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Los cambios del nivel del mar, las variaciones que se producen en las playas y costas, las tormentas y sequías, son una realidad con la que el hombre ha tenido que lidiar desde un principio. Las modificaciones se suceden y “no tenemos que luchar contra ellas sino adaptarnos”, dijo Alicia Villamizar, investigadora líder del Panel Intergubernamental de Cambio Climático de Naciones Unidas y directora del Instituto Recursos Naturales de la Universidad Simón Bolívar, durante su conferencia “El cambio climático en áreas costero-marinas de América Latina” en el XV Congreso Latinoamericano de Ciencias del Mar, que se realizó en octubre en Punta del Este.
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“No podemos pretender que no ocurran. Desde que aparecimos en la Tierra nos hemos estado adaptando. Antes nos adaptábamos a las condiciones naturales y ahora nos adaptamos a las condiciones que nosotros mismos nos hemos impuesto, como por ejemplo, las ciudades. Al ser humano le toca adaptarse”, dijo la ecóloga marina a Búsqueda.
América Latina se encuentra bajo presión. Es una región vulnerable ante el cambio climático y a sus consecuencias, está perdiendo biodiversidad, su población crece y aumenta la contaminación. “¿Pero qué tanto conocemos sobre lo que debemos hacer ante esta realidad? ¿Podemos manejar sus riesgos y los posibles cambios?”, cuestionó Villamizar. La solución es una gobernanza que tome el tema con responsabilidad y plantee planes de acción, analice los cambios que vendrán y se prepare para cuando ocurran, señaló la académica durante el congreso.
Sube y baja.
Los cambios en América Latina no son uniformes. La mayoría de las zonas marinas se están calentando y el nivel del mar está subiendo y acortando las distancias de playa, mientras en el norte de Chile las aguas se enfrían y la tierra está subiendo. Analizar “parte por parte” para adaptarse a los cambios locales es la recomendación de Villamizar.
De todos modos, ya se está registrando un aumento en la variabilidad climática en toda la región. Se traducirá en “un calentamiento del continente” con zonas de aumento y disminución de lluvias en distintas áreas, dijo la investigadora del IPCC. Los eventos extremos están afectando a América Latina y esta perspectiva a futuro debería ser tomada en cuenta por quienes gestionan los países latinoamericanos.
Un creciente cambio de uso de humedales por la agricultura está comprometiendo los humedales de las costas latinoamericanas y “se va a advertir con más acento en Mesoamérica, el Caribe y Brasil”. Existen zonas en las que hay mayor riesgo, como las costas bajas de América Latina, áreas que ya sufren de inundaciones de estas tierras bajas y son las más vulnerables ante el aumento del nivel del mar. Se encuentran en Brasil, Argentina, Uruguay, México, el Caribe y Mesoamérica.
Migración.
Las costas son lugares “per se conflictivos”, según Villamizar. Las zonas costeras son muy valiosas desde el punto de vista ambiental, ecosistémico, y son generalmente áreas de grandes concentraciones de población, ya sea por su valor recreativo o comercial. Esta tendencia está creciendo y existe una migración de las grandes ciudades a zonas rurales costeras en busca de mejor calidad de vida y porque también allí se abren fuentes de trabajo. Debido a los cambios que naturalmente ocurren en las costas, el asentamiento cada vez más grande de población en estas zonas “es una amenaza y no se está analizando el impacto”.
Es que las “costas bajas”, las preferidas para los asentamientos humanos, son las que están bajo mayor riesgo ante una tendencia del aumento del nivel del mar. “Hay eventos que se traducen en desastres precisamente porque estamos en condiciones de vulnerabilidad” y “depende de la capacidad que tenemos de adaptarnos”, comentó Villamizar.
Según datos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), entre 1900 y 2010 el costo de los desastres naturales (terremotos, tormentas, sequías e inundaciones) ha ido creciendo y los estados están en “serias dificultades” para afrontarlo, recordó la investigadora. Recomendó crear marcos regulatorios nacionales para “el manejo adaptativo” de las áreas marino-costeras, que tienen “muy poca consideración” en la actualidad. “Hay una gran desinformación en las comunidades, los gobiernos y los investigadores sobre cuál es la incidencia de estos problemas sobre la región”, opinó.
El desafío es “construir gobernanza costero-marina” que intente dar respuesta a la variabilidad climática. “Tenemos que enfocar el esfuerzo hacia la adaptación para estar preparados para lo que va a suceder en Latinoamérica”, concluyó.