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Roxana Blanco es una religiosa católica que trabaja en un programa de ayuda humanitaria y alfabetización en un poblado que ha quedado en medio de una zona de guerra, con sus servicios básicos (salud y educación) suspendidos. El lugar no está definido pero podría ser Siria, Irak, Libia, el Congo, Haití o cualquier sitio donde la cooperación internacional logra instalarse, con sus pros y sus contras. Un páramo arrasado por la violencia extrema, capaz de destruir barrios enteros con bombas de racimo o capaz de aniquilar la dignidad y la fe de una persona que ve cómo se derrumban a su lado las instituciones y los principios a los que ha dedicado su vida.
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La monja es testigo de un hecho ferozmente violento contra uno de los niños del lugar. Por más que no tiene pruebas contundentes, está segura de quién ha cometido el atropello y se ve enfrentada al dilema de acusar a quien ella cree culpable, lo que podría acarrear el fin del proyecto, o abstenerse y de ese modo garantizar la continuidad de la ayuda. La encrucijada compromete su condición vital y la sumerge en una profunda crisis de fe.
La travesía interior de esta mujer, magistralmente interpretada por la gran actriz uruguaya, es el vehículo elegido por el dramaturgo y director catalán Josep Maria Miró (Barcelona, 1977) para hablar de uno de los asuntos que más y mejor conoce. Miró, que presenció el estreno de la obra, invitado por la compañía, es una de las figuras más destacadas de la actual escena española y europea, con casi una decena de títulos traducidos a varios idiomas y estrenados en más de 20 países. Desde 2015 enseña dramaturgia en la Universidad de Girona y desde 2013 es miembro del Teatro Nacional de Cataluña.
A los 18 años, Miró juntó sus primeras pesetas ahorradas y atravesó toda Europa hasta Bosnia, donde se alistó como cooperante en un enclave, durante la última gran guerra que vivió Europa. Luego se dedicó al periodismo, oficio que le permitió conocer otros conflictos armados e informar para cadenas de radio y televisión de su país sobre los dramas humanitarios que conoció. Años después se doctoró en letras y cambió el periodismo por el teatro. Pero los asuntos que lo movilizan siguen siendo más o menos los mismos. La injusticia, el abuso de poder y la administración de la información en situaciones de alta presión. “Ya no digo que dejé el periodismo, sino que empiezo a asumir que fue el periodismo el que me dejó —quizás me expulsó— a mí. Veinte años empieza a ser un tiempo razonable para asumir lo que uno quiere hacer y de qué manera”.
Tiempo atrás Miró hizo una residencia de tres meses en Montevideo, y su vínculo con Uruguay es múltiple: Mario Ferreira, Sergio y Roxana Blanco y Gabriel Calderón son algunos de los artistas locales con los que se ha relacionado. En 2016 Ferreira dirigió en la Alianza El principio de Arquímedes, que narraba el drama de un profesor de gimnasia acusado de abusar de un niño en el vestuario del club. “Me he dado cuenta de que La travesía es una obra escrita en veinte años, comenzada cuando todavía ni sospechaba que un día me acabaría dedicando al teatro. (…) En estos veinte años han vuelto a fallar los organismos internacionales encargados de velar por la seguridad y la paz, las instituciones, nuestros gobiernos”, dice Miró, autor de obras como La mujer que perdía los aviones (2009), Humo (2012), El colaborador (2014) y Cúbito (2016). Y dejando claro qué tipo de autor elige ser, agrega: “Mi verdad no será mejor ni más fuerte ni más verdad que cualquier otra verdad que proponga cualquier otra persona. Siempre he buscado un espectador activo que participe en la construcción —y reconstrucción— del relato y que esto sirva para generar debate y reflexión, para tomar conciencia y posicionarnos”. Los lazos de Miró con el teatro uruguayo depararon que esta versión de Denevi sea el estreno mundial de La travesía. La siguiente será la versión alemana.
La travesía está construida en torno al personaje de esta mujer en crisis, que está durante todo el tiempo en escena. Blanco carga con notable aplomo con esa mochila. Su personaje pasa por estados muy intensos y exigentes en su representación. Su gestualidad, sus tonos de voz y su anatomía entera son atravesadas por la hermana Cecilia.
En la extensa carpa donde transcurre la acción, dialoga en constante tensión con el resto de los personajes. Un fotógrafo de prensa descreído de todo —Fabricio Galbiati en una buena labor— que está apostado en el lugar. Con un cooperante de una ONG allí instalada (un desconocido Leandro Núñez, muy lejos de su tono habitual, y muy convincente), que le pide que no denuncie nada para preservar la permanencia de la misión, y con un chofer de camión que conoce los horrores de la guerra como la palma de su mano. A cargo de Lucio Hernández, este personaje entrañable desarrolla un extenso monólogo que se desenvaina como una pieza de cámara para un instrumento solista. El espigado intérprete, uno de los más singulares del elenco oficial, logra abstraer al espectador y situarlo con los pies sobre el terreno polvoriento en medio de la más cruda y angustiosa realidad.
Denevi se mueve como pez en el agua con este texto profundo y generoso, que permite vislumbrar un enorme universo de ideas y emociones oculto a los ojos y oídos en una primera instancia, pero que se revela paulatinamente a través de cada parlamento, le permite a cada actor transitar por un camino rico en posibilidades expresivas. Pocos personajes pero muy bien construidos, y un texto de altas implicancias políticas. De hecho, Miró declara que uno de los disparadores de la obra fue la reciente foto del niño sirio Aylan Kurdi, ahogado en la orilla turca del Mediterráneo. “Todos nos indignamos con esa foto, ¿pero cambió algo? Miles de migrantes han muerto después en las mismas aguas. Se transformó en un ícono, y nada más”. De esa contradicción humana se nutre Miró y la transforma en combustible para su buen teatro. Él y Denevi saben cómo hacerlo, y los actores de la Comedia están a la altura del desafío.
La travesía, de Josep Maria Miró, por la Comedia Nacional. Dirección: Jorge Denevi. Sala Verdi (Soriano 914). Viernes y sábados, 21 h; domingos, 17. Entradas a $ 150 en Tickantel y boletería.