Aunque a las cooperativas de producción de Uruguay “les va igual o mejor que a las empresas convencionales”, ese tipo de organizaciones representan un porcentaje “marginal” en la economía.
, regenerado3Aunque a las cooperativas de producción de Uruguay “les va igual o mejor que a las empresas convencionales”, ese tipo de organizaciones representan un porcentaje “marginal” en la economía.
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El venció tu suscripción de Búsqueda y Galería. Para poder continuar accediendo a los beneficios de tu plan es necesario que realices el pago de tu suscripción.
En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáAsí lo señaló a Búsqueda el investigador del Instituto de Economía (Iecon) de la Facultad de Ciencias Económicas y de Administración de la Universidad de la República, Gabriel Burdín, y analizó que la “sobrevivencia” de las cooperativas “no parece ser un problema” sino que la dificultad radica en la “baja tasa de formación” de entidades de ese tipo en el país.
Informó que actualmente existen unas 450 cooperativas de producción que emplean en total a unos 14.000 trabajadores.
Burdín integra el grupo de investigación “Instituciones, organizaciones y participación” del Iecon —junto con Andrés Rius, Andrés Dean, Rodrigo Gorga, Guillermo Alves y Paula Carrasco—, que se dedica al estudio de las cooperativas y su comparación con las empresas en general, como uno de sus temas principales.
De los análisis realizados por el equipo —de un panel de empresas uruguayas para el período 1997 – 2009— resulta que “el riesgo de disolución de las cooperativas de trabajo es un 24%-38% menor en comparación con las empresas convencionales”.
De acuerdo con las investigaciones del grupo, la pequeña cantidad de cooperativas de producción que funcionan en Uruguay, no se explica por su propensión al fracaso o mortandad respecto al resto de las unidades productivas.
“Los resultados indican que las cooperativas de trabajadores uruguayas no exhiben un mayor riesgo de disolución que las empresas convencionales. Por el contrario, en todas las estimaciones realizadas la condición de cooperativa tiene un efecto positivo sobre la permanencia en el mercado o, dicho de otra forma, un efecto negativo sobre el riesgo de disolución”, señalan en un documento titulado “¿Son las empresas controladas por sus trabajadores más propensas a fracasar? Evidencia para Uruguay”.
Explican que la mayor supervivencia de las cooperativas podría estar asociada a una “mayor estabilidad en el empleo”.
Si bien las cooperativas comparten características de empleo con las firmas convencionales, como que la creación de puestos decrece con la edad y aumenta con el tamaño de la organización, los investigadores destacan que dentro de las cooperativas hay “regímenes” de empleos distintos.
Así, señalan que para los trabajadores asalariados se observa una “alta creación y destrucción” de puestos mientras que sucede lo opuesto en el caso de los trabajadores-socios cooperativistas.
Según los datos procesados por el Iecon, la cantidad de cooperativas de producción creció sostenidamente desde el 2004 y también su diversificación.
“A mediados de los noventa, la mayoría estaban en el sector transporte; hoy se han diversificado, crecieron mucho en servicios”, señala.
Las estimaciones del número de cooperativas de producción se basan en datos del Banco de Previsión Social de 2008 y registros de nuevas cooperativas ocurridos en los años siguientes, además de “supuestos de mortalidad” de las mismas, explicó Burdín.
Agregó que del total de las 450 cooperativas —cifra que no incluye las cooperativas sociales creadas a partir de los programas del Ministerio de Desarrollo Social— dos tercios corresponden a cooperativas de trabajo cuya estructura se podría asimilar al concepto de empresa “autogestionada”, debido a que tienen una “baja presencia” de empleados con relación a trabajadores-socios.
Y apuntó que solo entre 10% y 25% de las cooperativas “califican” como empresas “recuperadas” por los trabajadores, es decir que se formaron luego del cierre de una empresa tradicional.
¿Por qué si su sobrevivencia es mayor a las empresas tradicionales, hay tan pocas cooperativas en la economía uruguaya?
Para Burdín, más que deficiencias en la regulación del sistema cooperativo, el problema está en la “baja tasa de formación” de ese tipo de organizaciones.
A su juicio, ese hecho está vinculado a dos tipos de dificultades que enfrentan las cooperativas: el acceso al capital y las debilidades en la gestión.
Para superar esas restricciones, Burdín señala que se requeriría consolidar instrumentos de política pública como el actual Fondo para el Desarrollo (Fondes), dado que el mercado de crédito tradicional no es un facilitador del capital para los cooperativistas.
Los bancos requieren garantías a los cooperativistas para respaldar el otorgamiento de créditos que, en general, los socios no tienen.
Burdín reflexionó que el “perfil mayoritario” del financiamiento que hasta ahora ha destinado el Fondes se dirigió al formato de “empresas recuperadas”, las que apuntó, representan una minoría del total de las cooperativas existentes.
A su juicio, el desafío para el Fondes es definir si en el futuro seguirá financiando exclusivamente proyectos de empresas recuperadas o si consolidará su funcionamiento a través del apoyo a otro tipo de empresas autogestionadas por los trabajadores.
Planteó que con ese fin, el Fondes podría hacer llamados a la presentación de proyectos de financiamiento con énfasis para las nuevas cooperativas y no necesariamente a las ligadas a empresas cerradas.
Asimismo, alegó que en el mundo desarrollado se está discutiendo el proceso de transferencia de empresas tradicionales a cooperativas de trabajadores cuando, por ejemplo, los directores no tienen a quién vender la propiedad y necesitan hacerlo debido a razones generacionales o de otro tipo, y en especial cuando la situación económica de la firma es buena.
Reflexionó que en Uruguay, la autogestión de una empresa se asocia o es vista como la “última solución” cuando una firma atraviesa problemas de viabilidad.
Por eso, Burdín consideró que “faltan herramientas legales y de financiamiento” para facilitar la transferencia de negocios a los trabajadores organizados cuando el propietario de una firma está afín a venderla.
El presidente José Mujica impulsó en los últimos años la formación de cooperativas para reabrir empresas fundidas a través del apoyo del Fondes, creado en setiembre de 2011 con un porcentaje de las utilidades del Banco República. Algunos ejemplos fueron la fábrica de cerámicos Metzen y Sena, las textiles Paylana (hoy Tessamérica) y Agolán (hoy Cooperativa Textil Puerto Sauce), Alas Uruguay (ex Pluna) y la imprenta Pressur en Nueva Helvecia.
El viernes 3, Mujica participó en la Fiesta del Pan y el Vino, que se realizó en las instalaciones de la cooperativa canaria Molino Santa Rosa, que celebró 15 años de su creación.
El mandatario destacó que “el poder no lo da el dinero que se tiene; el poder es la capacidad de gestionar colectivamente”.
“Cuanto más gente esté organizada, potencialmente hay mayor fuerza. Hay que aprender a diversificarse y no estar siempre en lo mismo; hay que seguir haciendo otros emprendimientos autogestionarios que acompañen al proyecto principal”, recomendó Mujica.