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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáNuestros parlamentarios no cesan de pergeñar leyes ridículas e innecesarias, omitiendo hacerlo sobre temas que realmente importan.
La última ocurrencia: la ley de bienestar animal.
Sr. lector, ¿usted la leyó?
Cuando se refiere a los carritos, cito textualmente: “Que mientras la realidad social del país no haga posible la erradicación definitiva de la utilización de equinos para tareas de tiro y arrastre de vehículos de residuos (...) en zonas urbanas, los tenedores de los mismos deberán cumplir con la normativa adicional”.
Esto incluye adiestrar al animal previamente a su utilización en las habilidades requeridas para el trabajo que se le imponga, no utilizar al caballo en verano con temperaturas superiores a 32 grados “a fin de evitar problemas de deshidratación” y con temperaturas superiores a 25 grados “protegerles la cabeza del sol a fin de evitar posibles insolaciones”, bla, bla, bla.
¿Así que a los pobres caballos de las zonas rurales nadie les va a poner un sombrerito cuando haga calor o un impermeable cuando llueva? ¡Qué discriminación!
Y a los que esperan el transporte para su trabajo, llueva o truene, haga frío, calor o viento, ¿no los van a llevar en limousine? ¡Qué poco solidarios!
Y a los niños que acompañan a sus padres en los carritos, ¿quién los protege? ¿Alguien se preocupa de medir la temperatura para saber si se van a deshidratar o insolar? ¿Qué penas están previstas para estos casos? ¿O es que vamos a barrer la basura abajo de la alfombra de la emergencia social para que nadie haga nada?
En el siglo pasado (sí), cuando se prohibió la circulación de vehículos de tracción a sangre en la zona urbana de Montevideo, había carros de lecheros, panaderos, heladeros y éstos se adaptaron y aparecieron los vehículos de reparto a motor y no pasó nada. Fue una transición bienvenida por todos. No más bosta en las calles, no más caballos desbocados ni cansados.
Pero eso fue en el siglo pasado. Claro, ahora hay caballos por el Centro de Montevideo, pero no se preocupen: van a tener sombreritos y botellitas de agua mineral. Y los niños y los trabajadores, que se la banquen.
En cuanto a los zoológicos, en el siglo pasado llevábamos a nuestros hijos y nietos a Villa Dolores, los animales estaban razonablemente cuidados, nadie se comía a los cabritos ni vendían a los papagayos. Pero ahora es “Villa Olores”; la “D” se perdió porque se la llevó la desidia.
Y qué le voy a decir, Sr. lector. ¿A usted le parece que un circo es un circo sin animales? Claro, ¿a quién le importan los acróbatas, los trapecistas y el payaso triste que siempre recibe las bofetadas? Bueno, esos lucran, dirán los que hacen las leyes.
Y no es porque no me gusten los animales. Me gustan y los respeto, pero no los utilizo como moneda política. Los cuido, los alimento, los acaricio, así como cuido las plantas y las flores.
Pero me parece que en la vida hay prioridades y solo la educación en valores nos puede brindar esto.
Matilde Pisano
CI 774.340-3