Nº 2184 - 28 de Julio al 3 de Agosto de 2022
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáCorresponde empezar por agradecer a Búsqueda la invitación a escribir columnas de análisis político. Es bien conocido el papel que ha jugado este semanario en la cultura nacional a lo largo de medio siglo (medio siglo ya) tanto en la dinámica de las ideas económicas (en particular, en la curva de ascenso del liberalismo económico) como en la formación de periodistas profesionales. Procuraré no defraudar la confianza depositada.
Me toca escribir sobre política. Hay que admitir que no es tan difícil. En Uruguay nunca faltan temas de interés para analizar. La rueda de la competencia no se detiene nunca. Sin ir más lejos, ahora mismo hay discusiones y especulaciones, públicas y privadas, sobre perspectivas electorales de bloques, partidos, fracciones y líderes. ¿Logrará el Partido Nacional retener la Presidencia de la República sin Luis Lacalle Pou como candidato? ¿Serán capaces sus socios en la coalición de mejorar sus desempeños electorales en la próxima elección nacional? ¿Qué pasará en la vereda de enfrente? ¿Logrará el Frente Amplio reponerse de su derrota en 2019 y recuperar el gobierno nacional? ¿Cómo quedará integrada su fórmula presidencial dentro de dos años?
Desde luego, en la medida en que son del mayor interés para quienes nos interesamos en los asuntos políticos, preguntas de este tipo serán objeto de análisis en este espacio en entregas sucesivas. Hacerse preguntas no es difícil. Responderlas con exactitud sí lo es. La vida se empecina en enseñarnos que, así como podemos tener razón en nuestros razonamientos y conclusiones, también podemos equivocarnos y mucho. Por cierto, aun así, vale la pena seguir tomando los diversos riesgos inherentes a compartirlas con toda claridad y máxima honestidad. Los que hacemos análisis político no solamente asumimos que, más temprano que tarde, nos vamos a equivocar. Además, dada la pasión que, por suerte, siguen despertando los partidos en una parte importante de la ciudadanía, tomamos el riesgo de que nuestras palabras sean consideradas “operaciones políticas” al servicio de algún partido, sector o candidato. En esta columna habrá algunos aciertos y otros tantos errores. Pero nunca tráfico de influencias.
Esto merece un párrafo adicional. Hay muchas formas de leer un análisis político. Supongamos que un analista sostiene que el partido A es el favorito para ganar la elección. Hay quienes, de inmediato, interpretan que se trata de una “operación política”. Infieren que ese analista quiere que gane el partido A y que lo está ayudando a conseguir la victoria. Sin embargo, lo dicho por ese analista podría ser perfectamente interpretado como un aviso para el partido B: “Tengan cuidado, si todo sigue así, ceteris paribus, podrían perder la elección”. En realidad, lo más probable es que ninguna de las dos interpretaciones sea correcta. Lo que está haciendo ese analista es, simplemente, decir lo que piensa a partir de la información disponible, de su propia experiencia y de su formación académica. No pretende llevar agua para ningún molino, sino ayudar al público a interpretar preferencias y a descifrar tendencias.
La competencia electoral es apasionante. Pero, además, y pidiendo permiso a la tradición colorada y batllista por tomar prestada la espléndida expresión que suelen usar para referirse al papel del Estado, la libertad política es el más ingenioso y potente “escudo de los débiles”. El poder político de la ciudadanía crece a medida que aumenta la competitividad del sistema porque ningún partido, en esas circunstancias, cuando hay incertidumbre sobre el resultado de la elección, puede darse el lujo de dejar de escuchar una sola demanda ciudadana. Pero la competencia política no es un fin en sí mismo: es un medio para seleccionar elencos de gobierno y alternativas de políticas públicas. Por tanto, tan o quizás más importante todavía que analizar la competencia electoral, es estudiar el desempeño de los políticos en tanto gobernantes. Cuando se observa la política desde este ángulo, aparecen otras preguntas de enorme interés. ¿Logrará el gobierno que encabeza el presidente Luis Lacalle Pou dejar una huella significativa en instituciones y políticas públicas o se quedará en el terreno de las intenciones? ¿Qué balance podremos hacer de su gestión cuando su mandato haya finalizado? La coalición prometió ley y orden, prometió crecimiento económico y apertura comercial, transformación educativa y reforma de la seguridad social. ¿Cumplió o no con los compromisos asumidos durante la campaña?
Seguir la pista de la competencia electoral y el rastro de las decisiones y políticas públicas de los gobernantes electos es una parte fundamental del análisis político. Pero con esto tampoco alcanza. El análisis político debería ser capaz de mirar todavía más lejos. La competencia política es la esencia de la democracia, pero hay muchas formas distintas de competir. Algunas son mejores que otras. No es lo mismo buscar el voto desde la mentira que a partir de la honestidad intelectual. El análisis político debería ayudar a distinguir estas dos estrategias, y contribuir a que la mejor prevalezca sobre la peor. Es muy difícil para cualquier partido cumplir con todas sus promesas electorales. Pero hay muchas formas diferentes de apartarse de un compromiso y de explicarle la divergencia a la ciudadanía. Algunas son mejores que otras. El análisis político debería señalarlas y penalizar los desvíos programáticos que no puedan ser debidamente justificados. Que nos disculpe Nicolás Maquiavelo: no es cierto que en política vale todo.
La pregunta siguiente ya no tiene que ver con la política, sino con nosotros mismos. ¿Hasta qué punto los analistas políticos contribuimos a favorecer las mejores prácticas políticas y a cuestionar las peores? Tengo la impresión de que nos estamos quedando cortos. Por evitar los excesos de los años sesenta, tendemos a caer en el error opuesto. La vieja conciencia crítica, que caracterizó a la elite universitaria en los tiempos de los “doctores” del siglo XIX, y que tuvo en la generación del 45 uno de sus momentos más recordados, parece haber pasado a cuarteles de invierno. Precisamos recuperarla, pero en su mejor versión, libre de excesos, si queremos que la democracia uruguaya siga siendo un ejemplo en la región y consiga corregir sus numerosos defectos. En este espacio se analizará lo urgente, lo que más atrapa, es decir, la dinámica de la competencia electoral. Pero con la mirada siempre puesta en lo que más importa: cómo mejorar nuestras prácticas políticas e instituciones democráticas.