El gobierno uruguayo hace consultas preparatorias con sectores empresariales, mientras maneja con “reserva” pero sin “secretismo” las conversaciones con los chinos
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáEl equipo negociador uruguayo se apronta para, en una fecha todavía no definida, iniciar las rondas con sus pares chinos bajo el aliento de parte del empresariado nacional; sin mucha información pública, otros mantienen dudas acerca del alcance de un eventual tratado de libre comercio (TLC) y les preocupa quedar entre el grupo de perdedores.
Para los sindicatos, el asunto parece no haber entrado de lleno en su agenda, pero sí en la del sistema político: el oficialismo está apoyando calurosamente —si bien también hay algún escéptico—, mientras la oposición respalda a regañadientes. Ese proscenio instalado tras el anuncio del presidente Luis Lacalle Pou de que se pasó el test de factibilidad para un posible acuerdo con China no es muy distinto al que en su momento se armó en otros países de la región al atravesar procesos similares.
En esos casos, ya con más de una década de vigencia de sus TLC, los balances son en general satisfactorios para Chile y Perú —si bien le siguen exportando sobre todo bienes primarios—, mientras Costa Rica no pudo sacarles gran provecho a las ventajas aduaneras y la inversión china tuvo algún episodio frustrante.
Como ocurrió con distinto grado en esos procesos, Uruguay hará el suyo bajo “reserva” pero sin “secretismo”. A pedido del gobierno de Pekín, ese sigilo aplica para el estudio de factibilidad elaborado en conjunto y para las etapas que siguen, alegó el canciller Francisco Bustillo, el miércoles 3, en la Comisión de Asuntos Internacionales del Senado.
El lunes 8 el equipo uruguayo inició una serie de contactos con organizaciones empresariales, que seguirá en las próximas semanas. El gobierno pretende negociar apoyándose en una “sala o cuarto contiguo” donde estén los “sectores interesados e involucrados para hacer llegar sus inquietudes, para ir entre todos los uruguayos armando ese acuerdo de libre comercio con China”, señaló el ministro de Exteriores.
No hay todavía fecha de inicio ni plazos para arrancar la fase propiamente de negociación, ni tampoco certeza sobre la profundidad que tendría el tratado. Bustillo usó metáforas para referirse a todo esto: el estudio de factibilidad fue el “prólogo del libro” o los “cimientos” de un “edificio” que “va a tener diez pisos, 20 pisos” o “un rascacielos”. Dijo que su “anhelo” es llegar a un TLC, pero acotó que no puede tener certeza al respecto. La actual administración espera “cruzar la meta. Pero si no fuera así, estamos convencidos de que vamos a entregar el testigo a quien corresponda mucho más cerca de ella”, agregó.
El estudio de viabilidad hecho junto con los chinos analizó lo típico de un acuerdo amplio: comercio de bienes; reglas de origen; procedimientos aduaneros y facilitación del comercio; medidas sanitarias y fitosanitarias; obstáculos técnicos al comercio; defensa comercial; e-commerce; comercio de servicios; movimiento temporal de personas de negocios; inversiones; e-commerce; compras gubernamentales; políticas de competencia; propiedad intelectual; micro, pequeñas y medianas empresas; medio ambiente; reglas de transparencia; cadenas globales de abastecimiento; cooperación; medidas administrativas e institucionales; y solución de controversias.
Aquellos sectores productivos que no reciban “tantos beneficios como otros” serán “motivo de especial tratamiento” y estarán “amparados con excepciones, plazos de desgravación extendidos y paulatinos, umbral de actuación, etcétera”, dando “los tiempos necesarios para realizar reconversiones, desarrollar procesos de inversión tendientes a mejorar la productividad y competitividad”, tranquilizó el canciller. El equipo negociador “tiene claro que no se puede abrir el mercado uruguayo de par en par en 24 horas”, dijo a Búsqueda una fuente oficial.
Entrevistado en Radio El Espectador el martes 9, el ministro de Industria, Omar Paganini, señaló que no se visualiza una “gran amenaza” y sí “muchas oportunidades” para el sector fabril nacional a partir de un TLC con China. Para los rubros “vulnerables”, como confecciones y textiles, se piensa contemplarlos mediante “salvaguardas” al acuerdo.
Tras aproximadamente dos años de negociaciones, Chile en 2008, Perú en 2009 y Costa Rica en 2010 firmaron tratados con China; el mes pasado tuvo lugar la primera ronda de negociación con Ecuador, que llevará una pequeña delantera al proceso uruguayo. Según un análisis entregado en diciembre por la Cámara de Industrias del Uruguay (CIU) al gobierno como contribución al estudio de factibilidad, la evaluación de esos tres TLC ya vigentes es “positiva”, ya que el comercio bilateral “creció significativamente”.
Hasta 2020 el intercambio entre Chile y China se había expandido a una tasa media anual de 17%. Las exportaciones chilenas se multiplicaron por cinco durante la vigencia (15% promedio anual) y el impacto resultó mayor a las proyecciones previas al acuerdo, que indicaban que las ventas aumentarían a una media de 3,7%. La fruta fresca fue de los rubros más dinámicos, con un crecimiento promedio anual de 73%. Además del incremento en los volúmenes, hubo una diversificación en cuanto a empresas y productos que ingresaron a China luego de suscrito el TLC.
El impuesto aduanero medio pagado por los bienes chilenos para entrar al mercado chino pasó de 11,8% a 0,04% con el tratado, que además permitió abatir barreras no arancelarias, en especial fitosanitarias y zoosanitarias.
El análisis hecho para la CIU por los chilenos Andrés Rebolledo y Milenka Montt identificó dos fases nítidas durante la vigencia del TLC. En los primeros años se produjo para Chile un incremento “explosivo” de sus exportaciones y en los últimos cinco eso se complementó con una “ola de inversiones” provenientes de China.
En el caso de Costa Rica, el análisis hace la salvedad de que si bien las cifras globales de exportación disminuyeron tras la firma del tratado, fue porque salió de la canasta el producto estrella (microprocesadores de computadores) luego que, en 2013, la planta de Intel se relocalizó en Vietnam. Sin considerar ese rubro, las exportaciones costarricenses a China aumentaron en alrededor de US$ 300 millones con la vigencia del TLC.
Sin embargo, cuando en 2021 se cumplían 10 años del acuerdo, la presidenta de la Cámara de Exportadores de Costa Rica, Laura Bonilla, hizo una evaluación crítica: pese a tener el 96% de las líneas arancelarias liberadas con China, faltaba mucho por abarcar. La expectativa de diversificar las ventas para sumar a la canasta productos como piña, banano, melones, leche y carne vacuna y de cerdo sólo se logró en parte.
Según recogió el diario local La Nación, los resultados obtenidos eran escasos. “El TLC con China ha sido un reto para Costa Rica, tanto así que una década después de su entrada en vigor no ha sido posible sacarle el máximo provecho. Es evidente que persisten dificultades para acceder al mercado asiático como las barreras culturales y del idioma, dificultades logísticas y la tramitología para comerciar ciertos productos, principalmente alimentos”, sostuvo Carlos Montenegro, director ejecutivo de la Cámara de Industrias costarricense.
En materia de inversiones, hubo un incremento significativo en los primeros años, pero después volvieron a niveles parecidos a antes del TLC, según datos del Banco Central de Costa Rica.
El inicio involucró obras públicas a través de acuerdos entre los dos Estados. Se amplió una carretera y se construyó una planta de refinación de petróleo, pero según el articulista en este campo el resultado fue “prácticamente un fracaso” porque los trabajos en la ruta “enfrentaron atrasos y problemas, y para la inversión de la refinadora se rescindió el contrato”. También se frustró el plan para que privados desarrollaran con los chinos una Zona Económica Especial —al estilo de los enclaves francos uruguayos—.
La rebaja de aranceles acordada con China fue escalonada, la primera, en 2010. A partir del 1º de enero de 2019, fecha de la décima reducción tarifaria, el 93,6% de las líneas arancelarias de China (7.259) quedaron totalmente desgravadas para las exportaciones peruanas.
Las ventas al mercado chino aumentaron a un ritmo medio anual de 13,5% y pasaron de US$ 5.580 millones en el primer año (marzo de 2010-febrero de 2011) a US$ 13.636 en el noveno (marzo de 2018-febrero de 2019). En el caso de las importaciones, el aumento promedio anual fue de 12,9%, con un saldo de la balanza positivo para el país sudamericano. Ambas partes se bene?ciaron con el TLC, evaluó en un estudio publicado en 2019 Julio Chan, entonces coordinador del Foro de Cooperación Económica Asia-Pací?co del Ministerio de Comercio Exterior y Turismo de Perú. Si bien el comercio mantuvo como característica que Perú exporta materia prima e importa manufacturas de China, las ventas de rubros no tradicionales crecieron “consistentemente y se avizora un futuro positivo”, sobre todo las del sector agroindustrial, opinó ese economista. “El reto sigue en pie: continuar incrementando nuestro comercio bilateral (…), promoviendo mayor e?ciencia y competitividad para maximizar el aprovechamiento de las oportunidades que ofrece el dinámico y variable mercado chino”, escribió.
Cuando hace unos años la soja explotó en los campos uruguayos y escaló en el ranking de exportaciones, China terminó por desplazar a Brasil como mayor cliente. Y como el pueblo chino que elevó su capacidad de consumo, la carne se afirmó como otro de los rubros principales.
El intercambio bilateral fue superavitario para Uruguay en el primer semestre de 2022. Excluyendo las zonas francas, las exportaciones a China totalizaron US$ 1.498 millones, un incremento de 27,4% respecto al mismo período de 2021. La carne vacuna fue casi 70% del total y, de manera consistente con eso, Frigorífico Tacuarembó se ubicó como el mayor exportador (US$ 100,4 millones), según un informe del Instituto de Negocios Internacionales de la Universidad Católica divulgado el 29 de julio.
A su vez, las importaciones de bienes procedentes de China sumaron US$ 1.054 millones en enero-junio pasado, 24,2% más que en los mismos meses del año pasado. Se concentraron en dos rubros: teléfonos inteligentes (68%) y aparatos para la recepción, conversión y transmisión o regeneración de voz (22%). La estatal Antel fue la mayor importadora (US$ 53 millones), aunque en total hubo unas 4.330 empresas que trajeron mercaderías desde ese origen por al menos US$ 1.000.
El arancel promedio simple que enfrentan las actuales exportaciones uruguayas al mercado chino ronda el 8%, si bien la mayor parte del volumen está gravado a entre 11% y 20%. China aplica un escalonamiento que protege con impuestos de importación más altos a ciertos bienes agrícolas y productos con mayor valor agregado, con picos de 65% para mercaderías que Uruguay ha exportado solo esporádicamente dado ese alto nivel de protección (arroz y trigo) pero que tiene un “gran potencial para crecer”, conforme con un estudio de los expertos chilenos contratado por la CIU.
Haciendo focus group con empresarios socios de la gremial, identificaron aquellos rubros industriales “sensibles” si se aprueba un TLC, básicamente por la competencia china que habría por el mercado interno. Textiles y vestimenta, un sector “pequeño y atomizado” en el que “aún subsisten fábricas”, son “potencialmente los grandes perdedores”. Para los plásticos el arancel en Uruguay hoy opera como protección frente a los productos chinos; un escenario probable es que los empresarios “se adapten y reduzcan la mano de obra contratada cambiando el foco hacia la importación desde China”. La producción siderúrgica uruguaya “se vería amenazada” con un tratado porque “existe una asimetría en la competencia” con ese país asiático. Sobre el sector del calzado, el estudio señala que solo con el 3% de su exportación China “ha desplazado a productores nacionales en los mercados locales latinoamericanos” y acota que actualmente el 70% de lo que ingresa a Uruguay tiene ese origen; es un rubro incluido en las listas de excepciones en los TLC con Costa Rica (solo para los de cuero) y Perú.
Pero, del otro lado, habría varios sectores fabriles nacionales beneficiados al poder venderle a China pagando menos impuestos de aduana. El TLC “debiera ser concebido como un punto de inflexión en la política comercial de Uruguay que le permita situarse de mejor forma en el mapa internacional y generar interés de otras economías para negociar futuros acuerdos comerciales con otros socios y, con ello, mejorar las condiciones de acceso de sus exportaciones en otros mercados internacionales relevantes”, afirma el documento entregado al gobierno por la CIU.
Casi 30 compañías de capitales chinos operan en Uruguay