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    Los chicos malos

    No es broma

    Los Chicos Malos, para quienes leímos los cómics de Walt Disney en los años 50, 60 del siglo pasado (y capaz que para unos cuantos más, no tan viejos, también), son una banda de delincuentes.

    Se llamaban así en las revistitas de historietas que circulaban en Hispanoamérica, aunque nacieron en inglés como los Beagle Boys, y los españoles, con sus modismos tan estrambóticos, los llamaran “Los Golfos Apandadores”.

    Eran una pandilla de asaltantes que se dedicaban a robar al pobre Tío Rico MacPato, usaban antifaces negros, y unas camisetas atravesadas por unos carteles horizontales en los que figuraba su número de presidiario. Los lideraba una mujer, que se suponía que era la madre de todos ellos, aunque, como siempre pasa, había uno de los hermanos que era honrado, al que los demás llamaban “la oveja negra de la familia”.

    Cualquiera diría que los Chicos Malos acaban de salirse del trompo del tiempo, y aterrizaron en Montevideo, en la zona de Kibón.

    No roban al Tío Rico, no llevan remeras con el número de presidiario, no llevan antifaces negros.

    Llevan palos, garrotes, fierros, caños, cascotes, queroseno, encendedores. Lo único que tienen en común con los de las historietas es que son chicos malos.

    Rompen, roban, insultan, rapiñan, incendian, destrozan, agreden, ebrios, drogados, agresivos y aterradores.

    Capaz que estos jovenzuelos pudieran tener otro punto en común con los dibujitos de Disney. Por ahí, la jefa de la banda es la madre (putativa) de la pandilla, y capaz que se llama Irma. Pero no tengo pruebas.

    De lo que tampoco tengo pruebas —pero resuena en mi cabeza la frase del sketch de Eduardo D’Ángelo en Telecataplum: “¿Usted no sospecharía?”— es de la sorprendente impunidad, libertad y contundencia con la que actúan estos chicos malos, así como de la causa de la delicuescente respuesta de los fiscales y los jueces (las fiscalas y las juezas) que vienen actuando en este caso.

    —Hola, jefe, aquí, desde el Departamento de Inteligencia, nos llegó información de un aviso que circula en redes sociales sobre otro episodio de ataques esta noche en Kibón, como el de la semana pasada, pero ahora tenemos este dato… ¿Qué hacemos?

    —Tranqui, muchachos, hay mucha feic nius en la vuelta, en fija que es un manijazo vaya uno a saber de quién, está muy enredado este asunto, descansen y después vemos cómo pinta la cosa.

    —Mire que tenemos datos de que están saliendo de Casavalle, del Borro, de Verdisol, de una pila de barrios rojos, y que van rumbeando para la costa, y dicen los que los están viendo que llevan palos…

    —Es que es sábado de tarde, y los chochamu salen a pasear, a tomarse una en la rambla, ustedes ven fantasmas por todos lados, el Bicho dice que no hay que preocuparse tanto…

    Cuatro horas más tarde.

    —Jefe, disculpe que insista, de Inteligencia otra vez, nos dicen del 911 que los vecinos están llamando, que están rompiendo parabrisas de autos, rapiñando transeúntes, apedreando fachadas de vidrio de los edificios de la zona…

    —Bueno, dejame que me ocupo… ¿Aló? ¿Jefatura de Operaciones? ¡Acá el jefe! Che, manden un par de patrulleros a Kibón, que parece que hay algún agite allá otra vez… ¿Republicana? No, no es para tanto, vayan a disuadir, háblenles a los muchachos, parece que son muy jóvenes… ¡el Bicho pide que no se lastime a nadie!

    —De la Décima, jefe… siguen cayendo las denuncias… la gente está muy preocupada, ya van más de 70 autos dañados, 16 fachadas de cristal reventadas, ¡usan caños, jefe, y rompen las veredas para sacar baldosas, incendiaron una camioneta en la rambla!

    —Bueno, sigan registrando las denuncias, que no es para tanto, todavía van a decirme que estos también fueron los que incendiaron la torta frita más grande del mundo, o los que amenazaron a los jugadores de Atenas, que se bajaron del campeonato, maricones, ¡son gurises! ¿Hay detenidos?

    —Pasamos más de 50 a la Justicia, están actuando los fiscales…

    Se acaba de informar que de los 50 detenidos tan solo seis fueron formalizados, la jueza y la fiscala les están hablando a los que han sido condenados a dos meses de prisión domiciliaria, con incautación de los pasaportes, y prohibición de abandonar el país, aunque se informó asimismo que ninguno de ellos tenía pasaporte, y la mitad tampoco tenían domicilio fijo, por lo que van a tener dificultades de cumplir la sanción impuesta…

    —A ver, chicos, ustedes tienen suerte que les tocó una fiscala como la que actuó en este caso, y una jueza buena y comprensiva como yo, ligaron bien, tengan en cuenta que esas cosas no se hacen, y que las normas deben ser respetadas, tengan en cuenta que hemos interpretado los textos legales con base en la hermenéutica jurídica, que es un arte y un método que se utiliza para profundizar en el alcance de las regulaciones. Nos hemos movido en función de los indicios, que son hechos que tienen la propiedad de mostrar otro, pero que lo puede mostrar porque se encuentra dentro de las circunstancias que lo transforman de neutro a indicador. Saldréis de aquí con esa lección muy presente, y os comportaréis como el pueblo os lo reclama, porque sois víctimas de una sociedad opresora que os ha impulsado al vicio de la anomia, y…

    —¿Qué dice esta ortiba, ñeri? No cacho un pomo…

    —Yo qué sé… lo que importa es que quedamos libres…

    —¿Pero no nos mandó a prisión domicilianosequé?

    —No te preocupés. El sábado que viene la seguimos en Kibón. Y no te olvides de llevar el caño ese que le afanamos al taller de la esquina. La vieja Irma me llamó al celular hace un rato y me lo contó todito. Parece que hay que seguirle complicando la vida al cajetilla ese que ganó las elecciones…

    —¿Cómo es que se llama?

    —¡Qué sé yo! ¿Qué importa?