N° 1912 - 30 de Marzo al 05 de Abril de 2017
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáLa memoria histórica como un instrumento de lucha sin límites es un exceso que se transforma en dictadura de la memoria. Se agrava cuando pretenden convertir esa memoria en un imperativo moral; un principio que según sus promotores nadie puede obviar porque de lo contrario serán etiquetados como enemigos, traidores o defensores de la impunidad.
Con variaciones sobre ese razonamiento irrumpió este mes el historiador, periodista y analista político estadounidense David Rieff. En su libro “Elogio del Olvido” señala la inconveniencia de utilizar la memoria como un instrumento que afecte la paz, la convivencia y la reconstrucción social.(1)
Admite el autor que hasta no hace mucho coincidió con el más popular aserto del filósofo y ensayista George Santayana: “Aquellos que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”, escrito en “La razón en el sentido común” a comienzos del siglo XX.
Mucha agua corrió desde entonces y la experiencia de Rieff lo llevó a tomar distancia de esa posición de Santayana. Su trabajo como cronista de guerra en países sumidos en enfrentamientos internos le cambió la óptica. “En todos esos lugares pude ver los efectos nefastos del uso de la memoria utilizada como un arma de guerra”. La memoria como un instrumento para combatir a quienes piensan diferente y solo pretenden la paz y la convivencia social, explicó durante la presentación del libro en Madrid.
El director de Cultura del diario español “El País”, Borja Hermoso, razona con acierto que por su contenido el libro también pudo titularse “El exceso del recuerdo”, porque la superabundancia o el abuso interesado de la memoria puede trabar el avance de una sociedad.
Varios de quienes siembran esa filosofía son personas o grupos que utilizan la memoria en su propio beneficio o en el de sus organizaciones o partidos.
Se visten con un manto de imparcialidad para justificar su razón de existir y obtener financiamiento local o internacional. Agitan banderas de solidaridad y reclamos de justicia —como si jueces y fiscales se la negaran dolosamente— mientras arrastran a muchos que poco o nada saben del pasado y se guían por sus emociones. Y no es por su edad, sino porque simplemente no estudiaron o se plegaron a discursos unilaterales.
Rieff reveló que su ensayo provocó el enojo de algunos de sus amigos argentinos y chilenos con reproches centrados en la forma en que se salió de las dictaduras. Especialmente, por la aplicación de las llamadas leyes de punto final. “Entiendo que se enfaden pero este es el papel del escritor y del historiador, salvo que (el autor) pretenda caer en la corrección política”.
Mi lectura del libro coincidió con nuevas acciones violentas de la Plenaria Memoria y Justicia y de su apéndice, el Centro Social La Solidaria que ocupaba una casa en la calle Daniel Fernández Crespo casi Cerro Largo. La vivienda perteneció a la Iglesia evangélica alemana, que les había cedido un espacio para reunirse, pero los “solidarios” terminaron de intrusos. Cuando una mujer compró la casa, inició el desalojo que terminó con una orden de lanzamiento de la jueza de Paz Nelly Rodríguez Banfi.
Los ocupantes ilegales tenían claro que eso ocurriría. Sin embargo, desde el principio anunciaron que resistirían con un eslogan antidemocrático que no requiere explicaciones: “Sus leyes (las leyes del Estado) no detendrán nuestra lucha por la libertad”.
Consideran que a ellos no se les pueden aplicar las leyes. Mientras anuncian combatir la impunidad, reivindican su propia impunidad. Solo les valen las marginales leyes patoteras, sensibleras y populacheras a las que muchos se suman.
No les alcanzó con oponerse a la acción judicial, sino que mediante una pretendida defensa de “sus” derechos humanos atacaron los derechos de otros con bombas incendiarias contra una sede del Partido Comunista y un edificio en construcción de Abitab. Luego manifestaron frente al Juzgado penal exigiendo la libertad de dos detenidos.
“No se defiende ninguna causa popular agrediendo cobardemente a trabajadoras y trabajadores”, replicaron los comunistas.
Cito este ejemplo por ser el más reciente, pero desde el retorno a la democracia se han multiplicado similares reivindicaciones apoyadas en excesos de la memoria. Ahora la cuestión es defender el derecho a los piquetes y los escraches. Los desestabilizadores amparados en una pretendida defensa de los derechos humanos abundan y algunos ocupan cargos en el gobierno.
Incapaces de construir —porque no saben, no pueden o no les interesa—, son inoperantes para sus causas, para ellos mismos, para sus familias y para la sociedad. Están biológicamente vivos, pero en realidad están muertos: no construyen nada nuevo ni refuerzan lo existente.
Se encuentran en las antípodas de la filosofía de Rieff, pero conscientes de la ilegalidad de sus acciones ocultan cobardemente sus caras: el camuflaje de los terroristas. Pero a diferencia de estos, su cobardía les impide inmolarse, lo que algunos aplaudirían.
Volviendo a Rieff y a la memoria, resulta interesante vincular su libro con la plataforma de “la Plenaria”. Los energúmenos sostienen que su trabajo “busca ahondar en las causales políticas y los trasfondos ideológicos que dieran, y dan origen al conjunto de mecanismos que perpetúan la impunidad, para actuar en consecuencia”.
Apuntan a “quebrar la impunidad” concebida “en todos los niveles y órdenes de la sociedad” (salvo la propia) y “la recuperación de la memoria histórica”.
El viernes 24 en Facebook “La Solidaria” dijo: “Querer obligarnos a obedecer y respetar la dominación del capitalismo financiero, y sus alcahuetes, es pura estupidez de fanfarrones”. Deberían agradecer que no exista una ley para encarcelar idiotas porque estarían todos presos.
Para su ensayo Rieff no necesitaba cubrir las guerras fratricidas en Bosnia, Ruanda, Liberia, Sierra Leona o Kosovo. Le bastaba con observar aquí a estos enemigos de la sociedad y a quienes los amparan con un silencio cómplice porque temen incurrir en lo políticamente incorrecto.
(1) Penguin Random House, España, marzo 2017.