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    Los looks de la LUC

    No es broma

    Durante la cena, Fortunato y su familia discutieron sobre el tema de moda: ¿qué pasa con la LUC, votamos por Sí o por No?

    Como de costumbre, no se pusieron de acuerdo, pero más allá de la posición de cada uno, Fortunato decidió que lo mejor era informarse bien, y por eso, terminado el postre, se llevó su medio vaso lleno (de vino), y se sentó en su sillón a ver el informativo de cierre de la tele.

    Lo primero que le sorprendió fue ver el video de los artistas del Sí, con imágenes de una cantidad de personas del pueblo oriental, que sonríen una a una a la pantalla junto a su número de firma en el formulario, mientras un barítono y una mezzosoprano, con su voz en off y en tono firme, señalan las virtudes de votar por la derogación de 135 artículos de la LUC. La apelación que más le llamó la atención fue la que dice “no permitiré que se privatice la escuela pública a la que van mis hijos”. Fortunato estaba seguro de que todavía no se había dormido, como suele ocurrirle después de un rato de mirar la tele de noche, y se restregó los ojos, mientras otras tantas apelaciones de los locutores continuaban llamándole la atención.

    ¿En cuál de los 135 artículos que quieren derogar está la privatización de la escuela pública?, se preguntó Fortunato para sus adentros, mientras se tomaba otro traguito de su malbec preferido, y el sueño le iba ganando el partido.

    El informativista dijo a continuación que emitirían un reportaje realizado a uno de los delegados de las Organizaciones Sociales a las que los organizadores del FA y del PIT-CNT le han encargado la lucha del voto por la derogación.

    Por algo será que los titulares les encargan este partido a los suplentes, pensó Fortu, quien todavía no entendía la causa de que los de la primera fila salieran a la cancha y se quedaran en la concentración, salvo que, es cierto, no estaría bueno que el Bicho Bonomi saliera al terreno de juego a defender la derogación de los artículos sobre seguridad ciudadana, que tanto ha mejorado desde que él se retiró a cuarteles senatoriales y la LUC entró en vigencia.

    El informativista pidió a estudios que pasaran el reportaje a Braulio Elenmas Carado, secretario de la Organización Social “Por la Redención del Proletariado Olvidado”, con sede en La Teja.

    —Es evidente que hay que ir casa por casa, tocando timbre, como lo hicimos juntando las 800.000 firmas, para explicarle a la gente que estos neoliberales lo único que quieren es esquilmar al pueblo indefenso, robándole lo poco que tiene, y condenándolo al oprobio, quitándole sus derechos y cercenando sus libertades —dijo el Braulio, muy suelto de cuerpo, y conocedor del libreto.

    El informativista aprovechó para preguntarle por lo que tanto lo había preocupado a Fortunato, sobre la privatización de la escuela pública, pero a esa altura los párpados del Fortu ya habían bajado el telón.

    —Clarísimo, mi estimado periodista —dijo Braulio Elenmas Carado—, como usted verá, todo el clima en torno a la enseñanza es de una persecución cruel, quitándole a los docentes la...

    —Pero yo le pregunto por cuál es el artículo de la LUC que dice que se privatiza la escuela pública —insistió el periodista.

    —No me entendiste nada —replicó Elenmas Carado, pasando al tuteo y alzando el tono—, te dije que esta ley maldita no solo destruye la escuela pública, sino que además expropia los patios de los recreos escolares para destinarlos a construir depósitos de armas de fuego para el ejército, y polígonos de tiro para la práctica de los policías, que tienen cursos de gatillo fácil destinados a acribillar inocentes que rehúsen exhibirle su documento a los milicos, si se lo piden en la calle —insistió.

    Visiblemente inquieto, el periodista volvió al ataque.

    —Dígame entonces cuál es el número de alguno de esos artículos que usted menciona, que disponen esas medidas que ustedes quieren derogar…

    —Estos, y muchos otros —replicó don Braulio—, como por ejemplo el que dispone que todos los puertos nacionales serán entregados a empresas extranjeras, que podrán despedir a los obreros sin expresión de causa, y sin pagarles la indemnización, ¿eso no es violación de la soberanía y conculcación de derechos adquiridos tras la larga lucha del pueblo organizado? ¡Dale, papá! —enfatizó el Braulio, agregando casi a los gritos que también iban a derogar el artículo que dispone que los desalojos se harán de ahora en adelante sin expresión de causa, y ya no se tramitarán en los juzgados, sino en las comisarías. Y que —según ese artículo que ellos van a derogar— el propietario va y dice que quiere desalojar de su propiedad a un inquilino, y ya sale de la comisaría con una brigada policial y un patrullero, que van a la propiedad a desalojar, rompen la cerradura y echan a la calle al inquilino con todos sus enseres, y si se resiste lo llevan preso, y si tiene esposa se la llevan directo a la cárcel de mujeres, y si además tiene hijos menores, los llevan directo al INAU, donde quedarán internados hasta que cumplan la mayoría de edad.

    —¡Pah! —dijo el periodista—, ¿y qué número es ese artículo tan tremendo? —. Pero tampoco obtuvo respuesta, porque el Braulio seguía como desacatado, vociferando consignas de compromiso derogatorio y de voto al Sí.

    —¡Arriba los que luchan y abajo los que no escuchan! —decía con voz de megáfono—. ¡No pasarán! ¡Derogar el artículo que manda prohibir el mate en los comités de base! ¡Derogar el que dispone la censura previa para los cuplés de las murgas!

    —¡Vieja! —dijo Fortunato entreabriendo los ojos—: ¡un tipo que es del Sí dice que van a derogar el artículo que dispone censurar los cuplés de las murgas! ¿Vos habías oído eso?

    —Venite a dormir en la cama, Fortu, no van a derogar nada, ni ese artículo ni ningún otro…