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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáJueces y verdugos, los médicos en la eutanasia*: la falsa autonomía del paciente. En el trasfondo de la discusión sobre eutanasia están en juego el respeto de la vida humana, la autonomía individual y la responsabilidad propia y ajena en la toma de decisiones. El lugar del profesional médico es decisorio y lo pasaremos a analizar.
Habitualmente, se cree que legalizar la eutanasia es reconocer que una persona tiene el derecho a disponer de sí mismo. Pero se equivocan. Legalizar la eutanasia es reconocer a algunos el derecho a disponer de la muerte de otros. Es otorgar a los médicos una nueva función, la de administrar la muerte, aunque sea a petición del paciente.
Se ve claramente que la legalización no remite a la elección libre y personal, en este caso de una persona que padece una enfermedad en etapa incurable e irreversible y que se encuentra aquejada por un sufrimiento insoportable.
Antes de que se cumpla su solicitud, la de morir, tiene que pasar por un engorroso proceso administrativo, en donde participarán el médico tratante y otro facultativo al que se le citará como segunda opinión, y a criterio del médico tratante puede citar a una junta médica entera si así lo necesita para tomar la decisión de eutanasiar al sujeto.
A todo esto, pasan unas semanas (en donde se estima que se le habrá dado alguna atención al sufriente). Se lo vuelve a citar esta vez con testigos para comprobar si mantiene la solicitud de morir.
Concluimos que el respeto a la autonomía de los pacientes no parece considerarse en el caso de aceptar la voluntad de una persona enferma, libre y responsable, que decide morir.
Es bueno referirse a la experiencia internacional. En Holanda (eutanasia legal desde 2002) los médicos suelen rechazar la mitad de las peticiones de muerte, luego de un proceso que tiene similitudes con el que se propone en nuestro país.
Caben formularse algunas preguntas, ¿a dónde van dichos pacientes aquejados de sufrimientos atroces? ¿A recibir los cuidados paliativos que fueron rechazados desde un comienzo? ¿Continuarán la relación clínica con el médico insensible que le negó morir?
Entre las razones del incremento de solicitudes en Holanda se citan el envejecimiento de la población y el mayor grado de información del afectado que supone que recibir la eutanasia es un derecho.
También ocurren solicitudes de muerte por el llamado cansancio vital o por sentirse una carga para la familia y la sociedad.
En este sentido, muchos médicos en aquellos países donde es legal practicar la eutanasia señalan sentirse presionados cuando reciben una solicitud. Les cuesta tolerar la carga emocional y la responsabilidad profesional de tener que tomar la decisión de aceptar o no dar muerte a un enfermo. Expresiones como: “La persona que ayuda al paciente a morir tiene que seguir adelante con su vida, no el paciente”, son muy representativas.
En muchos casos la legalización de la eutanasia favorece el control (o descontrol), pero no resuelve la complejidad de su práctica. En Holanda han tenido que crear “clínicas para morir” que acojan los casos más difíciles, se mencionan pacientes psiquiátricos, con demencia o cáncer.
Dicho sistema no funciona con una sede física, sino como una red de equipos ambulantes a demanda. Un médico relata su experiencia: “Inyectamos algo en las venas del paciente y, en menos de un minuto, se va, cae dormido y luego muere. Sin sufrimiento, sin dolor”.
En conclusión, el paciente no decide, solicita morir porque no quiere vivir sufriendo, y a modo de dar garantías lo someten a casi un ateneo médico en donde se va a decidir si aceptan o no. La legalización de la eutanasia pone sobre los hombros del médico la responsabilidad de elegir quién continúa con vida y quién no.
A su vez, la supuesta auditoría del procedimiento se hará luego de que el paciente murió. Poco eficaz como medida de prevención y protección de la vida del individuo.
*Consideramos el suicido médicamente asistido como una variante de la eutanasia.
M. Lourdes González Bernardi
Médica clínica, Mag. en Bioética