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    Los papeles de don Pepe

    Julio María Sanguinetti, Enrique Iglesias, Gerardo Caetano y William Rey preocupados por el archivo Batlle

    Cada tanto el tema vuelve y se instala como un problema que no ha encontrado solución. Desde hace décadas el archivo de José Batlle y Ordóñez es motivo de preocupación para quienes saben que allí se guarda un verdadero tesoro histórico, social y político, aunque son contados los investigadores que han accedido al material. El archivo, bajo la custodia de la familia Franzini Batlle, ha estado repartido en diferentes casas sin haber recibido un adecuado proceso de conservación.

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    El miércoles 24, Búsqueda publicó una carta, firmada por cuatro representantes de diferentes áreas de la vida nacional, en la que manifiestan la “imperiosa necesidad” de que toda la documentación pase a integrar el Archivo General de la Nación (AGN) y que reciba el tratamiento profesional adecuado.

    Firmada por el ex presidente Julio María Sanguinetti, el historiador Gerardo Caetano, el contador Enrique Iglesias y el ex presidente de la Comisión de Patrimonio William Rey, la carta señala el valor de este archivo que está integrado no solo por el de José Batlle y Ordóñez, sino también por el de su abuelo, José Batlle y Carreó, y por el de su padre, el general Lorenzo Batlle Grau, quien fue presidente de la República entre 1868 y 1872. “Los tres cuerpos documentales permiten un abordaje de casi 130 años de historia que van desde finales del siglo XVIII hasta la primera mitad del siglo XX. (…) Se trata de un conjunto que alcanza una cifra cercana a los 18.500 documentos, ordenados en 422 carpetas, que deben entenderse como una unidad documental indivisible”, explican los firmantes.

    El 27 de junio de 2015 falleció María Antonia Batlle de Franzini, nieta de Batlle y Ordóñez, quien, junto con sus cuatro hijos, era custodia del archivo. La documentación quedó a cargo de los hermanos Franzini, quienes, al ser consultados por Búsqueda, decidieron no hacer declaraciones sobre la situación del archivo.

    Las negociaciones entre la familia Franzini Batlle y el Estado se originaron hace varios años. La directora del AGN, Alicia Casas, recordó que en agosto de 2008 comenzó a ocuparse de este tema. “Desde entonces he tenido entrevistas esporádicas aunque permanentes con la familia. Estuve mirando el expediente y el 5 de febrero de 2010 envié una nota al MEC en la que informaba de mi reunión con Luis, Jorge y José Pablo Franzini. El 9 de setiembre de 2010, comuniqué al MEC la necesidad de una evaluación académica dada la relevancia de la documentación. Esa evaluación la realizó Gerardo Caetano”.

    Por otro lado, el AGN encargó una tasación del archivo. Casas explicó que es una tarea complicada, pero que hay que hacerla. “Hay correspondencia privada a la que es muy difícil darle un valor, pero, ¿qué es privado en un presidente de la República? Todo lo privado está teñido de lo público porque son persona y cargo a la vez”. En la década de los 80 hubo dos tasaciones, una a cargo de Alba Cassina de Nogara y otra del historiador Enrique Mena Segarra, quien fue director del Museo Histórico Nacional y uno de los investigadores que pudieron acceder al archivo e incluso participó de su organización.

    La nueva tasación tuvo como referencia la compra del archivo de Pivel Devoto, que el AGN adquirió en 2007 por 358.000 dólares. Pero Casas afirma que nunca habló de dinero con la familia Franzini Batlle y que tampoco concretaron ningún acuerdo. “Nunca vi el archivo, tuve en mis manos inventarios e hice una evaluación sobre esos inventarios, partiendo de la base de que el archivo tiene lo que allí dice. Pero el Estado no puede comprar algo que no ve”.

    El archivo fue abierto solo para algunos investigadores. Tal vez el más privilegiado fue el historiador norteamericano Milton Vanger, autor de Batlle y Ordóñez. El creador de su época y de El país modelo, entre otros libros. En sus trabajos, ha citado fragmentos de cartas y documentos que figuran en el archivo, por lo que se ha vuelto un autor obligado para los estudiosos del batllismo.

    Para Caetano los documentos que manejó Vanger agregan un gran valor a sus libros. “Pero el historiador quiere ver el archivo en forma directa y no fragmentos. Tal vez lo que a mí me interesa no es lo que publicó Vanger”. El informe que hizo Caetano sobre el archivo fue parcial. “Manejé varios documentos sobre Batlle y Ordóñez, pero no todos, y estaban en buen estado. También conocí sobre estos documentos a través de Mena Segarra, y en las clases de Pivel que manejaba información de este archivo”.

    En su juventud, Caetano integró el plantel de Defensor y mantiene amistad con integrantes de la familia Franzini Batlle, y está seguro de que han hecho lo posible por mantener el archivo en el mejor estado. “Pero llega un momento en que esa hazaña familiar ya no es posible porque se requieren condiciones de conservación. Un archivo en una casa es un peligro, son centenares de cajas de un material combustible. Y además, este es un archivo que tiene muchos enemigos, porque Batlle sigue despertando amores y odios”. Para Caetano, el AGN es una garantía porque maneja la documentación con los mejores estándares del mundo.

    Por su parte, Casas está de acuerdo con lo que dice la carta recientemente difundida. “El archivo tendría que estar en dominio público y los investigadores tendrían que poder acceder a todos sus documentos. El Estado compra archivos, aunque ahora es difícil por las restricciones económicas. También recibe donaciones, como ocurrió en 2010 con el archivo Quijano. La familia no tenía espacio ni condiciones para conservarlo y querían que fuera de acceso público, entonces lo donaron y ahora está a disposición”. La directora agregó que se enteró por la prensa de la carta impulsada por las cuatro personalidades y que no ha recibido ningún pedido formal.

    Algunos indicios de lo que contiene el archivo los dio el programa El origen, dedicado a José Batlle y Ordóñez, que fue emitido por Teledoce en octubre de 2015. En uno de los pasajes, su conductor, Facundo Ponce de León, conversa con José Pablo Franzini en lo que parece una barbacoa. Allí Franzini muestra las fotos familiares de Batlle, que están sobre la mesa, algunas de ellas arqueadas, y lee un fragmento del diario de Ana Amalia, la hija de don Pepe que murió a los 18 años de tuberculosis, tal vez el episodio más doloroso en la vida del mandatario. El diario está escrito en un cuaderno de hojas amarillentas y de endeble encuadernación.

    En una de las fotos aparece la tabla donde Batlle escribió sus apuntes para la reforma constitucional de 1917 y que, curiosamente, entraba perfectamente en el bolsillo de su famoso sobretodo negro.

    Para su libro Lorenzo. El mundo íntimo del primer Batlle presidente, el historiador Marcos Cantera Carlomagno accedió a documentos del archivo. “En realidad, yo solo solicité material sobre Lorenzo y por lo tanto desconozco cómo puede estar el resto. Había carpetas sin carátula o descripción del contenido. Y había otras que sí tenían una descripción, pero luego descubrí que contenían el doble de cartas y tres o cuatro veces más telegramas de lo que anunciaba la carátula”, comentó.

    Entre algunas sorpresas y desórdenes, el investigador encontró una banda presidencial en una caja y en otra una serie de daguerrotipos de Garibaldi con una lista completa de los miembros italianos que vinieron con él a Uruguay. También aparecieron planos e indicaciones de Batlle y Ordóñez para la construcción de su casaquinta en Piedras Blancas.

    Cantera Carlomagno considera que el archivo Batlle tiene un enorme potencial pero que aún es un gran misterio. “Es ­inadmisible que un archivo que contiene tantas fuentes fundamentales para el estudio de la historia de un país no haya sido analizado, organizado y puesto a disposición de los investigadores”, señaló.

    En 1967 los herederos donaron al Estado la casaquinta que Batlle y Ordóñez había comprado en 1904 en el barrio Piedras Blancas y que desde entonces es sede del Museo Histórico Nacional y conserva el mobiliario y las pertenencias de la familia.

    “Hay documentos escritos en cuadernolas vinculados a la agenda que tenía la quinta, durante la segunda presidencia de ­Batlle, a las entrevistas que mantenía con vecinos, políticos o correligionarios”, explica el arquitecto Jorge Sierra, que se desempeña en el área de Arquitectura de los museos del MEC. Para Sierra, actualmente la quinta está en buen estado y también el mobiliario. Sin embargo, hay quienes recuerdan etapas de gran deterioro por el que pasó esa casa.

    “Hemos querido firmar la carta cuatro personas muy distintas, aunque es más en lo que coincidimos que en lo que discrepamos. Quisimos que se viera como una causa nacional. El archivo Batlle tiene que tenerlo el Estado, no por ser estatista, sino porque el Estado les da una verdadera dimensión pública a los archivos”.