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Anímese Sr. Presidente. Estimado Presidente: me propongo a través de la presente sugerirle una solución para los diferendos que mantenemos con Buenos Aires y no con la Argentina como nos lo quieren presentar. En el fondo no son muy diferentes nuestros problemas con el gobierno porteño a los que tiene cualquier provincia argentina que tenga la dignidad de pelear por su autonomía. Y bien agradecido que le estoy al interior argentino, que cuando mi padre lo necesitó, lo recibió con cariño y respeto, poblando mi vida de amigos que al día de hoy conservo. Bueno… no estoy descubriendo nada que Artigas en el 1800 no hubiera previsto.
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Como cada día los orientales somos menos ilustrados y menos valientes (por lo menos en cuanto a política exterior refiere), usted, como tantos de sus antecesores, está siendo rehén de su propio hijo: una política anticuada, mezquina y cortoplacista, que prioriza la posibilidad de acceder al poder por encima de los intereses del país. Siempre “los intereses del partido” (cuando no los propios) por encima del de los ciudadanos.
Por lo mismo, Sr. Presidente, se ve imposibilitado de recurrir a los uruguayos más ilustres y valientes, que bien que los hay, para así proveernos a todos de la mejor solución posible a los problemas que enfrentamos como país. Con respeto le digo que nunca lo creí un ilustre, pero sí hábil y experiente, y pensé que por su edad (y habilidad) podría alinear a los más capacitados (independientemente de su color político) para obtener muchos “logros país”. No se dé por vencido.
Mientras pergeña cómo recurrir a “nuestros mejores” y antes que en el mundo se comente que el Uruguay es el “enano llorón del Mercosur”, me voy a permitir sugerirle algo que aprendí en el fantástico mundo de los negocios: las mejores ideas suelen venir de los lugares mas inesperados. Permítame entonces, Sr. Presidente, sugerirle una: invite a China a construir el puerto de aguas profundas y dele todas las facilidades. Quiero ver cuántos guapos quedan en el barrio.
No cometa el error de construir nosotros el puerto, para luego enterarnos de que ni Argentina ni Brasil van a permitir que sus productos salgan por aquí. Termine con las bravuconadas porteñas, aliándose con un hermano mayor al que le interesa vincularse con una región del mundo donde la comida y el agua sobran. Un hermano mayor con quien hace años que comerciamos correctamente. Permítanos a todos los uruguayos convertirnos en socios del mayor consumidor de alimentos del mundo. Deje que el Uruguay se vea atravesado por rutas y rieles operando como el verdadero centro logístico que el mandato geográfico le dio. Basta que China disponga que la soja que consume deba salir por nuestro puerto, para que no quede uruguayo sin trabajo.
Anímese, para que no le pase como a Don José y tenga que emprender su propio éxodo, esta vez a Rincón de la Bolsa, murmurando que el sistema lo venció. Usted no es así.
Mire si todavía en el intercambio de culturas, logramos que algún uruguayo recuerde lo que es trabajar de sol a sol, cimiento de una meritocracia que nunca debimos perder.