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El Ministerio de Desarrollo Social (Mides) está en una etapa de evaluación de lo realizado en sus primeros 15 años de funcionamiento. En ese marco, sus autoridades se plantearon repensar cuál es la forma más adecuada de medir la pobreza y estudiar qué indicadores permitirían tener una mirada más completa del bienestar de la población. La semana pasada, como resultado de ese proceso, el ministerio junto con la Facultad de Economía de la Universidad de la República presentaron un estudio que propone mirar la pobreza de forma “multidimensional”. Las autoridades esperan que el próximo gobierno aplique esos nuevos criterios porque entienden que es la forma más efectiva de medir la desigualdad en el país.
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Hoy la pobreza en Uruguay se mide tomando en cuenta los ingresos de la persona y de su hogar. La última medición del Instituto Nacional de Estadística (INE) estableció en 8,1% el índice de pobreza en el país.
Pero en el plano académico se entiende que los ingresos no son el mejor indicador para medir el bienestar y la desigualdad. Por eso, en algunos países se trabaja para incorporar otras dimensiones —como el acceso y uso del sistema de salud, el entorno de la vivienda de una familia o el nivel educativo— en las mediciones de pobreza.
Hoy la pobreza en Uruguay se mide tomando en cuenta los ingresos de la persona y de su hogar. La última medición del INE estableció en 8,1% el índice de pobreza en el país.
En 2013, cuando el economista Daniel Olesker estaba al frente del Ministerio de Desarrollo Social, se presentaron los primeros estudios sobre la medición de la pobreza multidimensional.
Naciones Unidas recomienda medir la pobreza multimensional como una forma de cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible, un conjunto de 17 medidas que apuntan a terminar con la pobreza, el hambre, garantizar la educación, la igualdad de género, el acceso a la energía y el agua.
Para seguir con esa línea de trabajo, el Mides presentó un estudio redactado por Andrea Vigorito y Alina Machado, de la Facultad de Economía, elaborado mediante un convenio con el INE, el Ministerio de Economía, la Oficina de Planeamiento y Presupuesto y el Instituto de Economía.
“Pusimos el tema en la cancha grande. Se consultó a todo el mundo, y lo que se dejan son recomendaciones que el próximo gobierno verá si las toma o no”, explicó Juan Pablo Labat, director de Evaluación y Monitoreo del Mides.
Labat dijo que es necesario discutir este tema, y opinó que una forma de comenzar a medir la pobreza multidimensional es incluir dentro de la encuesta continua de hogares del INE algunas dimensiones como salud y educación.
Dimensiones
Hay un conjunto de 19 países que cuentan con medidas oficiales de pobreza multidimensional: Chile, El Salvador, Costa Rica, Ecuador, Honduras, Panamá, Dominicana, México, Colombia, Nigeria, Mozambique, Bhután, Vietnam, Pakistán, Filipinas, Mozambique, Armenia, Nepal, India.
En el documento presentado la semana pasada se afirma que para “contextualizar la privación en las condiciones de vida del conjunto de la población y dar cuenta de las inequidades existentes, el sistema propuesto debería comprender indicadores que permitan realizar evaluaciones de bienestar, desigualdad y pobreza”.
La propuesta plantea seis dimensiones y 11 subdimensiones.
Una de las dimensiones es la salud, entendida como la “condición física y mental de las personas para poder participar en la vida social”. La segunda dimensión planteada es la educación, referida al acceso al conocimiento y a la “potencialidad para generar ingresos”. Otra dimensión está vinculada a la seguridad social, el trabajo remunerado y el acceso a recursos. En este caso se refiere a las posibilidades de generación de ingresos, el acceso a la seguridad social y a la calidad del empleo.
Otro ítem a incorporar es la vivienda y el entorno barrial. Esto está vinculado a la infraestructura, el acceso a servicios de educación y salud, medioambiente y seguridad. En el documento se plantea como quinto punto la cohesión social y la discriminación. “En esta dimensión se refleja la capacidad de las personas para participar de la vida social, sus posibilidades de recibir ayuda en caso de un conjunto variado de situaciones como violencia y discriminación, así como su percepción de empoderamiento”. Como sexta dimensión se propone incluir el esparcimiento y la recreación, es decir, el tiempo libre del que disponen las personas.
