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    Muerta a los 87, Margaret Thatcher aún recibe aplausos y críticas

    Para una persona a quien llamaban “Dama de Hierro”, que como primera ministra británica entre 1979 y 1990 transformó a su país con una serie de reformas inspiradoras para liberales de todo el mundo, jugó un papel clave en el colapso de la Unión Soviética y condujo sus tropas a una victoria en la guerra de las Malvinas, la muerte llegó el lunes 8 de forma tranquila: Margaret Thatcher falleció a los 87 años en la suite del hotel Ritz de Londres donde residía desde diciembre, tras complicaciones producidas por un derrame cerebral, acompañada por colaboradores y amigos. Pero su figura emblemática como defensora de las virtudes del capitalismo y el libre mercado aún agita aguas, dividiendo a admiradores y críticos dentro e incluso fuera de su país.

    La importancia de su figura fue reconocida por líderes de diversos países después de la noticia del fallecimiento. La reina Isabel II manifestó su tristeza; el primer ministro británico David Cameron aludió a ella como “una gran líder” que “salvó” a su país; el presidente estadounidense, Barack Obama, dijo que el mundo perdió a “uno de los grandes campeones de la libertad” y el ex presidente soviético Mijaíl Gorbachov sostuvo que fue “una gran política y una persona brillante”. Pero quizás una de las mejores definiciones de Thatcher fue la que ella misma se colocó en 1979, cuando asumía las riendas de un país en dificultades económicas y con un poder en declive tras el triunfo de la II Guerra Mundial: “No soy una política de consenso; soy una política de convicciones”, advirtió.

    Sus críticos, que le atribuyen haber aumentado la desigualdad social británica, también se hicieron sentir. Hubo celebraciones callejeras en algunos barrios de Londres, Liverpool e Irlanda del Norte. Figuras laboristas como el exprimer ministro Tony Blair rechazaron esos festejos, pero diputados opositores cuestionaron a Cameron, del mismo Partido Conservador de Thatcher, por realizarle un homenaje en una sesión extraordinaria del Parlamento ayer miércoles 10. La Policía se organiza para garantizar la seguridad del funeral que tendrá lugar el miércoles 17 con honores militares (como el de la princesa Diana; no será funeral de Estado a pedido de la familia), ante el riesgo de que sea alterado por protestas callejeras.

    Según los especialistas, todo esto refleja el símbolo que encarnó Thatcher con su determinación para impulsar una revolución económica liberal en casa, dando legitimidad internacional, incluso en América Latina, a medidas difíciles de implementar y a menudo impopulares como privatizaciones, desregulación financiera, apertura comercial o recortes al Estado Benefactor.

    “Aun cuando en muchos aspectos su legado es discutido, todo el mundo está de acuerdo en que transformó la sociedad británica. Cuando ella se volvió primera ministra en 1979, los británicos tenían la confianza muy baja… y ella cambió eso. Cambió casi todo. Cambió el tejido social, cambió la economía y cambió la forma en que los británicos se veían: el Reino Unido no pensó más en sí mismo como un país cuyos mejores días habían pasado indefectiblemente”, dijo Richard Aldous, un profesor británico de Bard College (Nueva York), experto en historia política y diplomática del Reino Unido y autor del libro Thatcher y Reagan: la relación difícil. “Y una de las formas en que lo hizo fue transformando el papel del Reino Unido en la escena global”, agregó en diálogo con Búsqueda.

    Reformas y enemigos

    Hija de un almacenero, licenciada en Química y Derecho, Thatcher logró su primer escaño parlamentario a la edad de 34 años y una década después fue nombrada ministra de Educación en 1970. Con su victoria electoral nueve años más tarde, se convirtió en la primera mujer primera ministra británica y líder de una potencia occidental. A pesar de su lucha para hacerse lugar en un mundo político dominado por hombres, siempre rechazó la etiqueta de feminista que algunos insistían en ponerle.

    Dueña de un carácter fuerte y un estilo frontal, Thatcher procuró llevar a la práctica principios de economistas liberales como Milton Friedman o Friedrich von Hayek, un intelectual de la Escuela Austríaca que sirvió de guía a la primera ministra británica. Su programa de reformas para revertir el estancamiento económico incluyó la privatización de las empresas estatales de teléfonos, electricidad, agua y gas, así como la aerolínea British Airways. También recortó impuestos, subsidios y programas de salud y educación.

    Muchas de esas medidas fueron polémicas y, de hecho, la popularidad de Thatcher se desplomó en los primeros años de su gobierno. Pero la victoria bélica de 1982 sobre Argentina para recuperar las islas Malvinas, donde envió las tropas británicas pese a las dudas de sus asesores más cercanos, catapultó su nivel de apoyo doméstico. En 1983 fue reelecta con amplia ventaja y durante los dos años siguientes tuvo la misma firmeza para enfrentar con policías antimotines una emblemática huelga de mineros. “Debimos echar al enemigo de las Malvinas. Siempre debemos estar atentos al enemigo interno, que es más difícil de combatir y más peligroso para la libertad”, dijo en referencia a ese conflicto.

    De esa forma, y a través de reformas de la legislación laboral, Thatcher consiguió disminuir sensiblemente el poder de los sindicatos. A corto plazo el desempleo se redujo, aumentó la productividad en varias empresas y la economía británica comenzó a reactivarse. Londres se volvió uno de los principales centros financieros del globo con el “Big Bang”, un inédito programa de desregulación bancaria, y recuperó su influencia política global en base a alianzas que Thatcher tejió con el entonces presidente estadounidense Ronald Reagan y con Gorbachov, de quien dijo tras reunirse con él en 1984, en plena Guerra Fría y antes de que éste iniciara la “perestroika” que acabó con la Unión Soviética: “Es un hombre con el que se puede hablar”.

    Más aún, algunos observadores notan que el “thatcherismo” fue un referente para gobernantes de otras regiones, incluida Latinoamérica, donde en los años 90 se impulsaron privatizaciones y apertura de mercados en base al Consenso de Washington. “Se puede ver la influencia de las políticas liberales (de Thatcher y Reagan) aún en la izquierda alrededor del mundo”, sostuvo Aldous y comentó que gran parte de ese legado siguió vigente en el Reino Unido bajo el gobierno de Blair y en Estados Unidos durante los años de Bill Clinton. Incluso en Chile, gobiernos de centro-izquierda tras la dictadura de Augusto Pinochet mantuvieron varias de las reformas económicas impulsadas por el general, otro hombre cercano a Thatcher.

    Un legado peculiar

    La “Dama de Hierro”, como fue apodada por un periódico soviético tras un discurso firme que realizó sobre el poder militar de la URSS en 1975, volvió a ser reelecta en 1987. Cuando dejó el cargo en 1990 en medio de cuestionamientos dentro de su propio partido, era la política británica que había durado más tiempo al frente del gobierno durante todo el siglo XX.

    Sin embargo, su legado también tiene una amplia gama de críticos. Muchos señalan que en los años 80 la sociedad británica profundizó los problemas de desigualdad que arrastraba de antes y los volvió permanentes. Algunos argumentos de Thatcher contra el proyecto del euro se volvieron indiscutibles con la reciente crisis de esa moneda, pero hay quienes señalan que el tsunami financiero de 2008 también mostró los peligros de la desregulación bancaria que ella impulsó y que ayudó a que el sector de servicios financieros llegara a pesar 8% del PIB en 2007. Tras los rescates que necesitaron instituciones como Lloyd’s o Royal Bank of Scotland, el gobierno británico ha prometido imponer mayores reglas a los bancos.

    Al mismo tiempo, algunas de las medidas que Thatcher aplicó en su país a comienzos de los 80 para recuperar el crecimiento, como la austeridad financiera y el recorte de programas sociales, son hoy recetadas para sacar a países europeos como España, Grecia o Portugal de la grave crisis en que se encuentran. Fabio Barbieri, un profesor de historia del pensamiento económico en la Universidad de São Paulo especializado en la Escuela Austríaca, dijo que desde el punto de vista liberal hay cambios que se vuelven necesarios cuando el déficit público es grande y el intervencionismo hace crisis.

    “Dado que el clima político en el mundo moderno es hostil a las ideas liberales”, comentó Barbieri a Búsqueda, “por lo menos la existencia de Margaret Thatcher mostró que las reformas liberales son posibles”.