En los últimos años, varios historiadores estadounidenses han trabajado en una renovada visión de un período clave en la historia de su país: la época breve y dorada del legendario Far West.
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáNo es fácil luchar contra la imagen que Hollywood ha impuesto de esta fase de la historia norteamericana. Las incontables películas “de vaqueros”, con sus pistoleros malos y sheriffs buenos, con las puertas de vaivén del saloon y las peleas entre las mesas y las sillas, con las emboscadas a las diligencias y los galopes interminables por los desfiladeros, con las cascadas de pieles rojas atacando a los últimos sobrevivientes de la caravana y la trompeta del Séptimo de Caballería anunciando la salvación a último momento, han establecido a lo largo de las décadas una visión del Lejano Oeste que es muy difícil cambiar.
Durante cuatro años, la novel república quedó dividida y ensangrentada por la guerra civil, que duró de 1861 a 1865. Los estados del norte industrializado se enfrentaron a los del sur profundamente rural y esclavista, pero la división de aguas no fue nunca muy clara y de la misma manera que había opositores a la esclavitud en el Sur, había defensores de ese sistema en el Norte.
Finalmente, las armas de la Unión derrotaron a las de la Confederación. Cinco días después de la capitulación del general sureño Robert Lee, fue asesinado el presidente Abraham Lincoln, figura clave en la lucha contra la esclavitud.
Muchos sureños encuadrados en grupos paramilitares decidieron desconocer la capitulación y continuaron la resistencia a lo que consideraban una verdadera ocupación militar de su país por tropas del gobierno del norte. Un integrante de estos grupos rebeldes era Jesse James, legendario ladrón de bancos y trenes.
Jesse James fundó la estirpe de “pistoleros” que alimentarían la leyenda del Lejano Oeste. Su actividad incluyó una dimensión política (la lucha contra la ocupación de las tropas norteñas y lo que ellas significaban) y una dimensión personal, marcada por el fuerte resentimiento que había alimentado desde el comienzo de la guerra.
Al fin de la contienda (1865) comenzó el denominado “período de la reconstrucción”, que implicó una militarización de los estados sureños debido a la situación de caos interno y verdadera guerra civil de baja intensidad que caracterizó la vida en el sur de la nación, como consecuencia de la abolición de la esclavitud. Esta fase duró formalmente doce años, es decir, hasta 1877. Una de las muchas consecuencias de las medidas antiesclavistas que se impusieron por la fuerza en el sur fue la fundación (diciembre de 1865) del Ku Klux Klan.
El gran conflicto que amenazaba el futuro de la nueva nación en esos años era, pues, el que enfrentaba al Norte contra el Sur. Para intentar solucionar esta crisis, el gobierno federal, y muy especialmente el general Ulysses S. Grant —presidente de EEUU entre 1869 y 1877— impulsó la marcha hacia el Oeste.
El Oeste, con sus 175 millones de hectáreas prácticamente vacías, fue la válvula de escape a la presión que envenenaba la relación entre el Sur y el Norte.
Para que la marcha hacia el Oeste de docenas de miles de personas fuese lo más rápida posible, el gobierno les ofreció a las compañías dispuestas al trazado de líneas férreas, tierras gratis a ambos lados de las vías. En total, fueron cedidos 70 millones de hectáreas. Las compañías favorecidas (llegó a haber más de 350) las vendieron en parcelas a los colonos, que rápidamente se fueron estableciendo en los nuevos territorios.
Esta ecuación geográfico-matemática (N vs. S = O) parecía solucionar todos los problemas ocasionados a raíz de la guerra civil. Pero no se había tenido en cuenta un detalle: en esas praderas interminables vivían unos 300.000 indígenas que, no dispuestos a ser expulsados o reducidos en territorios especiales, atacaron a los colonos.
Las autoridades federales enviaron tropas bajo el mando de un personaje tan arrogante y joven como valiente y coqueto: el general George Custer. Custer había participado en prácticamente todas las batallas durante la guerra civil, demostrando inusual coraje. Al mando del Séptimo de Caballería se abocó a combatir a las tribus comandadas por los caciques sioux Caballo Loco y Toro Sentado.
Custer estaba poseído por el deseo de ser el protagonista central en este evento. Para su desgracia, le tocó un final “de película”…