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La rompió, realmente. Un sonido increíble, todos los solos con un encare diferente, gran sensibilidad en la ejecución y originales arreglos. Lo de Alphonso Johnson y su cuarteto el jueves 28 en el Solís fue tremendo. El tipo se plantó con su espigada figura y sus largos dedos (65 años muy bien llevados) y desde el bajo salieron sonidos como de la caja de los recuerdos, la fusión que imperaba a mediados de los 70 y era lo último, la emoción aparejada a esos sonidos, el recuerdo de las carátulas de Tale Spinnin’ y Mysterious Traveller.
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El repertorio fue básicamente un tributo a las composiciones de John Coltrane, como Resolution (del disco A Love Supreme), Equinox y Naima, o temas que el propio Coltrane hiciera famosos, como My Favorite Things. Y claro, también hubo música de la etapa de Johnson en Weather Report. El cierre del concierto fue, precisamente, con una maravillosa versión de Black Market.
Al lado del bajista estuvieron el sólido Chester Thompson en batería (favorito del público), el tecladista Gary Fukushima y un emocionado Federico Ramos en guitarras, quien recordó que antes de acompañar a semejantes monstruos tocaba en los bailes de Maldonado. Lo de este cuarteto fue, para mi gusto de viejo con poca paciencia, de mucha electrónica, pero realizada con tal exquisitez y sentido de las proporciones que te olvidabas de que allí no había ningún instrumento acústico. Fue una lección, algo así como olvidate del soporte de la música y escuchá, gil.
Dejemos de lado a Pastorius, que es de otro planeta. En la lista de los grandes bajistas eléctricos debemos incluir a Marcus Miller, a Steve Swallow, a John Patitucci, a Darryl Jones, a Brian Bromberg. Y con letras mayúsculas: ALPHONSO JOHNSON.