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    Omisión

    N° 1911 - 23 al 29 de Marzo de 2017

    Contundente. Lapidario. El informe del secretario general de la OEA, el uruguayo Luis Almagro, no deja dudas: “Venezuela viola todos los artículos de la Carta Democrática Interamericana” y fracasaron “los reiterados intentos de diálogo”.

    El alto funcionario, en 75 páginas, muestra de manera ilevantable —y se lo enrostra a unos cuantos— la situación imperante: dictadura, autoritarismo, hambre y miseria. Al mismo tiempo desnuda el rol de José Luis Rodríguez Zapatero, Ernesto Samper y el decisivo que cumplió el papa Francisco, que con la bandera del diálogo han viabilizado que el régimen, tras un momento de acorralamiento popular, se haya recobrado, gracias a ese “respiro  dialogante” y a fuerza de más y más represión.

    ¿Y qué dice Nicolás Maduro? Sin elevarse ni un milímetro del piso en que se revuelca, le llama “almugre” al secretario Almagro (muy ingenioso y sobre todo muy ordinario) y lo califica de inepto, basura y traidorcillo.

    ¿Y a quién le importa lo que diga Maduro, de quien no se espera otra cosa? Lo que importa sí es lo que dicen los países integrantes de la OEA. ¿Hasta cuándo Catilina?, se podría clamar parafraseando a Cicerón.

    Almagro no deja escape y plantea “que se realice en los próximos 30 días un llamado a elecciones generales, la liberación de los presos políticos, la validación de las leyes que han sido anuladas, así como la elección de un nuevo CNE (Consejo Nacional Electoral) y un nuevo TSJ (Tribunal Supremo de Justicia) conforme a los procedimientos establecidos en la Constitución”.

    “Los pueblos de América tienen derecho a la democracia y sus gobiernos la obligación de promoverla y defenderla”, les recuerda el secretario  general, quien manifiesta  su “convicción de que, tarde o temprano, la democracia volverá a ser el sistema de gobierno en Venezuela”.

    El reclamo de Almagro no es antojadizo, es su obligación como secretario de la Organización y además la natural consecuencia de un estado de cosas que él detalla acabadamente, con testimonios y pruebas de todo tipo. Una situación por cierto ya conocida y denunciada por Human Rights Watch, Amnesty Internacional y la SIP, entre otras organizaciones defensoras de los derechos humanos y la libertad de expresión y también por la Comisión de Derechos Humanos de la OEA, su relator para la libertad de expresión y el propio Almagro ya en un informe anterior al Consejo Permanente de la OEA.

     Pero ahora, en este informe, se señala la maniobra perpetrada con el llamado diálogo. Almagro es muy claro en este aspecto: “No podemos permitir que la premisa del diálogo siga siendo utilizada como cortina de humo para perpetuar y legitimar el poder autoritario de lo que se ha convertido en un régimen en Venezuela”. Añade certeramente, además, que “ese mecanismo de diálogo fue decisivamente funcional a la estrategia del gobierno de sostenerse en el poder a partir de reiteradas y continuadas violaciones a la Constitución”. Tras detallar todas esas violaciones cometidas por Maduro bajo el manto del diálogo, Almagro expresamente dice que esos “atropellos han sido instrumentados y ejecutados en paralelo a un proceso de mediación”.

    Es preciso recordar que “esa mediación” tomó fuerza por la directa intervención del Papa pocas horas después de recibir en Roma a un Maduro sin fuerzas que fue en busca de su auxilio. Y el Papa decididamente se lo dio, como surge del informe de Almagro, aunque este no lo señale directamente: los hechos que relata son elocuentes.

    Con este informe sobre lo que pasa en Venezuela ya nadie puede escabullirse; el que lo hace, en el mejor de los casos peca por omisión.

    No hay más vueltas que darle al tema Venezuela; el secretario general de la OEA se lo advierte a todos los países miembros: “Esperar soluciones de un proceso de diálogo que no es tal, porque ni es recíproco, ni ha ofrecido garantías, ni ha cumplido ninguna de sus premisas, que no ha hecho más que agravar la situación del país y legitimar la continuidad del deterioro de sus instituciones, nos hace cómplices desde la comodidad de esperar por la acción de otros”.

    “Genera responsabilidad por omisión. Nuestra inacción en esta situación es sinónimo de omisión en proteger la democracia y los derechos humanos en Venezuela”, agrega.

    Que después  nadie alegue ignorancia. El informe los compromete a todos y a quienes den vuelta la cara —otra vez— la historia los estará mirando de frente.

    © Danilo Arbilla. Derechos reservados. (Especial para Búsqueda)