N° 2031 - 01 al 07 de Agosto de 2019
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En caso de que tengas dudas o consultas podés escribir a [email protected] contactarte por WhatsApp acáComo ejemplo de algo imposible se utiliza la metáfora “arar en el mar”. Algunos se la atribuyen a Simón Bolívar, quien se decepcionó en el final de su vida por la descomposición social y política y la codicia personal que se anteponían a varios principios de su lucha.
Compararlo con el deporte puede parecer irreverente, pero hay muchos puntos de contacto y cada vez que abordo esta cuestión siento que aro en el mar. Es que parece imposible cambiar las arbitrariedades, la violencia, los delitos y la codicia que dominan al fútbol, un negocio en el que la ética y la honestidad son cada vez menores.
Nadie admite ser parte de acciones mafiosas. Por el contrario, las justifican con argumentos de descargo como el descontrol fomentado por la pasión o la condición de “futboleros”, un vocablo que se utiliza como elogio para distinguir a fanáticos desbocados.
La semana pasada en El País, en una entrevista de Eduardo Barreneche, el prosecretario de Fénix, Álvaro Chijane, se erigió en vocero de los dirigentes. Cuestionó al BPS por las denuncias penales contra clubes, a los que les atribuye la apropiación indebida de los aportes salariales. “Si la Justicia toca a un club, toca a todos”. Una amenaza mafiosa a fiscales y jueces.
Fénix no es el único. Según los especialistas la deuda general de los clubes desde hace una década supera los US$ 10 millones. El BPS inició juicio civil contra algunas instituciones y solicitó el embargo genérico.
La reveladora entrevista desnuda una perversa filosofía que parece ser la de todos los clubes: ningún dirigente desmintió a Chijane. Pretenden soluciones políticas y la protección del gobierno para clubes en bancarrota y para eso quieren utilizar el dinero de los contribuyentes.
Por esa vía los clubes contribuyen a crisis del BPS. Este año su déficit llegará a casi US$ 800 millones. En 2018 fue de US$ 700 millones y en 2017 de US$ 582 millones.
Para los dirigentes deportivos es más importante la situación financiera de los clubes que la del BPS pese a que es responsable del pago de jubilaciones, pensiones, seguros por enfermedad y asignaciones familiares. ¡Que se arreglen como puedan!
Chijane admitió que en 2017, cuando era presidente de Fénix, le formuló un reproche a Heber Galli, presidente del BPS: “En cualquier momento la Justicia va a procesar al presidente de un club. El fútbol va a parar por esa causa y vos tendrás la culpa”. Lo grave no es que lo admita, sino que considere más importante que se pare el fútbol que apropiarse de dinero del Estado, el de todos. Si como admite, los clubes siempre tienen números rojos, solo hay un camino: bajar la cortina.
El dirigente se refiere a los clubes como si fueran salvadores de la patria, un producto de primera necesidad o una solución para la economía nacional. Un razonamiento ideal para sociólogos y psiquiatras.
Como no le parece suficiente con la apropiación indebida, reclama para el fútbol el dinero que le fue incautado al mayor corrupto local, Eugenio Figueredo. Quiere que se destine a paliar el déficit de los clubes en lugar de que vaya a las arcas del Estado, donde legalmente corresponde. El Estado “nos está robando la plata”, afirmó. Ese dinero que según él los gobernantes le roban al fútbol se utiliza para combatir el lavado de activos y el tráfico de drogas.
La corrupción no es patrimonio uruguayo aunque muchos estaban (¿están?) atados a las irregularidades de la Fifa y de la Conmebol. En el juicio principal en Estados Unidos hay 40 dirigentes y empresarios investigados. De ellos, 22 se declararon culpables de 92 delitos y de aceptar más de 200 millones de dólares en sobornos.
Aquí el expresidente de la AUF, Wilmar Valdez, debió renunciar por su presunta intervención en maniobras irregulares que investiga la Justicia.
Pero la corrupción en el deporte no empieza ni termina en el fútbol. El gobierno sospecha que en el básquetbol existe una red para arreglos de partidos.
Fuentes del Poder Ejecutivo dijeron que la Secretaría Nacional de Deportes, que depende de la Presidencia de la República, está desde hace por lo menos tres años “en conocimiento y seguimiento” de la posible existencia de arreglos de partidos, tanto de segunda como de primera división del básquetbol, consignó el periodista Juan Pittaluga (Búsqueda Nº 2029).
Pusieron como ejemplo el enfrentamiento entre Unión Atlética y Peñarol. Antes del partido del 2 de julio el jugador estadounidense Corbin Jackson, de Unión Atlética, le comunicó a sus dirigentes que su rival de Peñarol, Agustín Zuvich —a quien conocía de la Liga Nacional de Básquet de la Argentina— le ofreció dinero para bajar su nivel y provocar una derrota de su equipo. Zuvich fue denunciado ante una fiscalía por la Federación Uruguaya de Básquetbol.
No es la única corrupción. Luego de una auditoría, la directiva de Defensor Sporting que preside Ney Castillo hizo una denuncia penal por ilicitudes constatadas durante la gestión del gerente general desde hacía 31 años. ¿Más de tres décadas y nadie se dio cuenta?
Similar importancia tienen las amenazas de muerte al vicepresidente de Nacional, Alejandro Balbi. El autor, ex barra brava tricolor, confesó. Fue sancionado con generosidad por violencia privada con libertad vigilada.
La cuestión se completa con los graves incidentes entre barras bravas de Peñarol y Nacional en el exterior del Gran Parque Central previos a la final del Campeonato Uruguayo Femenino.
Lo señala Amadeo Ottati la semana pasada en su columna de Búsqueda “¡Cómo estropear una fiesta!”. La responsabilidad fue de energúmenos violentos (todos hombres), los enfermos de siempre.
Varios fueron investigados y la Justicia condenó a un hombre por los delitos de violencia privada agravada y rapiña agravada a cuatro años de penitenciaría: los dos primeros de pena efectiva y el resto en libertad vigilada.
Muchas cosas huelen mal en el mundo del deporte, sin soluciones a la vista. En la campaña electoral cero propuestas ni opiniones sobre estas cuestiones. Una pasividad contribuye a la descomposición y a seguir arando en el mar.
Así nos va.