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    Pasta de capitán

    Columnista de Búsqueda

    Es cosa sabida que los capitanes de un equipo de fútbol suelen elegirse según su veteranía y su calidad. Puede que estos sean los criterios tradicionales, pero en realidad los capitanes suelen ser jugadores que parecen estar hechos de una pasta un tanto distinta al resto de sus compañeros. Una pasta en la que se maceran, es verdad, la experiencia y la calidad deportiva. Pero en donde se destaca además una suerte de liderazgo natural, que poco y nada tiene que ver con la imposición o la prepotencia ante los suyos. Los capitanes suelen ser de una madera especial.

    Una imagen que puede resumir bien lo que es un capitán en el fútbol de hoy es la siguiente: el poderoso Barcelona está derrotando al humilde Rayo Vallecano 5 a 0. Se está jugando en la cancha del cuadro madrileño, que está peleando por no descender. Thiago Alcántara anota el sexto gol del Barça y no tiene mejor ocurrencia que hacer un bailecito con Dani Alves frente a la hinchada del Rayo. Comienzan a arreciar los silbidos y de pronto aparece Carles Puyol, capitán del Barcelona, a sacudirlos por los hombros, hablarles con cara de pocos amigos y, con un empujón y gesto molesto, mandarlos a jugar.

    Lo que Puyol entendió entonces (y siempre, a juzgar por su actitud profesional a lo largo de toda su carrera), es que es una falta de respeto festejar así cuando se está goleando a un cuadro que está a punto de descender. Que siempre el respeto por el rival y su circunstancia deben estar por encima de festejos excesivos o tomaduras de pelo. Lo que Puyol entendió también es que es el capitán quien debe actuar como reserva moral y deportiva de su equipo. Por eso los capitanes suelen ser sobre todo los referentes futbolísticos y humanos del cuadro.

    Obviamente, imágenes como esta y otras exhibiciones de igual ecuanimidad deportiva no son tan raras como parecen, aunque a veces queden perdidas en medio de los malos modales y el escaso fair play que muestran muchos jugadores. De hecho, en algunas culturas futboleras el fair play es visto no solo como una tontería sino como una imposición hipócrita de quienes deciden qué es buen fútbol y qué no lo es. Lo cierto es que no en todas partes se lo percibe así.

    Quizá es por eso que el ejemplo de Puyol viene como anillo al dedo: resume perfectamente el fútbol jugado con la intensidad más absoluta y, a la vez, con una ética deportiva no menos absoluta. Otro ejemplo puyolesco: clásico contra el Real Madrid por Copa del Rey, partido cerrado y tenso que se juega en el Santiago Bernabeu. Se cobra un corner en el arco del Barcelona cuando cae un encendedor en el área chica y golpea a Piqué en el codo. Este lo recoge y llama al juez, pidiéndole que tome medidas al respecto. Antes de que el árbitro se percate de lo que ocurre, Puyol se acerca, le saca el encendedor de la mano a Piqué, lo tira afuera de la cancha y le dice que marque. Respeto por el juego antes que nada.

    Como Puyol, Diego Godín es un ejemplo de capitán que no solo vive con intensidad total el juego sino que no tiene el menor problema en ser él quien aporte los goles en las victorias clave para sus equipos, sean estos sus selecciones nacionales o sus cuadros habituales. Y también como Puyol, Godín es un capitán integral, capaz de dar la cara por los suyos dentro y fuera del campo.

    Eso fue lo que ocurrió el año pasado cuando, acompañado por otros dos Diegos también capitanes, Forlán y Lugano, encabezó el reclamo de los jugadores de la selección uruguaya por sus derechos a la imagen, intimando a la empresa Tenfield a dejar de explotar esos derechos. Uno podría preguntarse: ¿qué sentido tiene para jugadores millonarios y consagrados hace tiempo, meterse en una pelea que en todo caso les reportará beneficios más bien colaterales? Lo mismo se puede preguntar actualmente sobre Lugano, quien es un poderoso vocero de ese mismo reclamo pero en la escala del fútbol local en estos días.

    Viendo la clase de actitud deportiva que todos ellos manifiestan en su juego, en donde la calidad técnica se da la mano con la entrega más absoluta, no es raro que se involucren en cuestiones que, si se las mira de cerca, hacen a la esencia misma del juego en su versión profesional. Esto es, la justicia en las remuneraciones de quienes son el leit motiv de todo el negocio: los futbolistas.

    En un fútbol firmemente profesionalizado, las funciones del capitán han ido cambiando, aunque no exista un reglamento que codifique estos cambios. Entre la legendaria capitanía de un Obdulio Varela y los ejemplos actuales, el fútbol ha dejado de ser un deporte que solo se jugaba profesionalmente en algunos países, para convertirse en uno de los más poderosos negocios globales. Cuando las cámaras de todo el planeta están sobre el campo de juego y también mirando fuera de él, los capitanes necesariamente se tienen que dedicar a otros aspectos que no eran los de su cometido original.

    Cometido original que se podría resumir así: ser el intermediario entre jugadores y entrenadores, representar a los jugadores y ser el responsable del team en ausencia del cuerpo técnico. El capitán es también el responsable de resolver las tensiones y conflictos entre los jugadores y el árbitro. A esto se suman las tareas de comienzo del partido: elegir junto con el capitán rival, campo o pelota. Es, en resumen, el representante del equipo dentro del campo de juego.

    Obviamente no existe una estadística que dé cuenta de la pasta de la que están hechos los capitanes de los equipos profesionales del mundo en la actualidad. Se trata de algo mucho más difícil de medir que los pases dados, los goles anotados o los fouls cometidos. Es más bien una forma de entender el juego y, en particular, de saber el papel de capitán frente al juego, antes que un dato estadístico evidente.

    Cualquiera que haya visto a, por ejemplo, Steven Gerrard ponerse al hombro a su equipo, el Liverpool, en la final de la Champions League de 2005, sabe que esa pasta especial existe y ha existido siempre, aun cuando no siempre se vea fuera del campo. En aquella final disputada contra el Milan, el equipo red arrancó perdiendo a los pocos segundos con un gol de otro capitán histórico, Paolo Maldini. La cosa se puso muy cuesta arriba para el cuadro inglés antes de terminar el primer tiempo, con los dos goles que anotara el argentino Hernán Crespo. Para levantar ese 3 a 0 en contra, jugando contra el poderoso cuadro italiano, hizo falta un liderazgo como el de Gerrard, quien anotó el primer gol de la remontada y se puso al frente de sus compañeros durante el resto del match, tanto en lo futbolístico como, muy especialmente, en lo anímico.

    Para cerrar con otro detalle que muestra cómo esos gestos de alta ética profesional que se pueden rastrear en el campo, muchas veces salen de este, conviene regresar a Puyol. Una vez retirado, el excapitán blaugrana fue convocado por la directiva del Barcelona para hacerse cargo de la dirección deportiva del club de sus amores. Cuando al cabo de pocos meses, en los que prácticamente no había tenido opción de desarrollar su tarea, la directiva perdió las elecciones en el club y fue sustituida por otra, Puyol presentó su renuncia irrevocable, aunque nadie se la había pedido. ¿El motivo? Quienes habían confiado en él para el cargo, ya no lideraban el proyecto. Ética deportiva y personal, dentro y fuera del campo. Pasta de capitán.