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La armónica es un pequeño instrumento inventado en China hace 3.000 años, sistematizado en Alemania en el siglo XIX, traído al Río de la Plata en los mismos barcos que trajeron el bandoneón y el acordeón. Acompañó lateralmente al dos por cuatro desde sus inicios, hasta que en los años 50 apareció un señor llamado Hugo Díaz que llenó los teatros y salones de baile con su cálida y metálica sonoridad. La hermana menor de los fuelles conoció el esplendor mientras vivió ese tanguero insular. Hasta que llegó desde Rosario de Santa Fé Franco Luciani, el músico que devolvió la armónica al tango, el pibe que tocará por primera vez en Uruguay en el festival Che Tango Che, el sábado 7 en El Galpón (18 de Julio 1618, entradas a $ 1.200 en boletería), luego de la apertura a cargo del trío Malajunta.
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El festival continuará el jueves 12 con el quinteto La Mufa, una de las mejores formaciones tangueras uruguayas, y el cantante Ariel Ardit, fogueado con la orquesta El Arranque, consagrado a nivel mundial y ahora nominado al Latin Grammy. El cierre, el jueves 19, será con el sexteto del pianista Alberto Magnone.
Hay instrumentos de viento frecuentes en los solistas, como saxos, flautas, clarinetes y bronces. Pero la armónica en un solista de tango parece algo novedoso. Luciani empezó como baterista y se convirtió en armonicista por insistencia de sus compañeros. Se consagró antes de cumplir 20 años en el Festival de Cosquín y se enfocó en el vasto repertorio tanguero y folclórico argentino. A los 33 ha desarrollado una carrera planetaria, en escenarios de las tres Américas, Europa y Asia. Junto al pianista porteño Federico Lechner, intérprete radicado en España que profesa la fusión entre el tango y el jazz, presentarán sus dos discos en conjunto, Falsos límites y el reciente Gardelería, dedicado al Mago, en un cuarteto que incluirá contrabajo y batería. El disco, bautizado en honor a un cuento de Leo Maslíah, contiene versiones de Gardel como Caminitosoleado, El día que me quieras, Lejana tierra mía y un arreglo “genial y muy freak” de Maslíah de Guitarra mía. “Acá el tango está muy presente, jugamos a mostrar a Gardel como artista atemporal. Sus canciones, porque él les decía ‘canciones’ a sus tangos, pueden pintar una época, pero podrían haber sido escritas ayer”, dijo Luciani, junto a Lechner y Ardit, ante unos pocos periodistas y unos cuantos tangueros de la vieja guardia convocados a una rueda de prensa en el hotel Radisson el lunes 19 de octubre.
¿Armonicista, armoniquista o armonista? El rosarino prefiere armonicista. Como sea, estamos ante un intérprete de excepción, formado en la Escuela Municipal y Universidad Nacional de Rosario, y graduado como Maestro Nacional de Música, especializado en percusión sinfónica y batería. Una vez obtenido el título, hizo su camino autodidacta con el pequeño artefacto de viento. “Empecé tocando la batería y la percusión en mi querida Rosario y llegué a la armónica casi sin querer, probando en los ratos libres de los ensayos. Como ya sabía leer una partitura fue mucho más simple. Mis compañeros de bandas me escuchaban en los rincones y empezaron a pedirme alguna introducción o algún solo. Empecé a combinar los palillos con la armónica hasta que finalmente dejé la batería. ¡Cambié el flete por el bolsillo!”.
Luciani explicó que la armónica cromática (con las doce notas de la escala diferenciadas), con su lengüeta, está presente en todo el mundo, en todos los géneros y hasta en la música clásica. “La armónica no es nueva en la música ni en el tango. Vino en los mismos barcos que el bandoneón y el acordeón, con los mismos inmigrantes. Quedó un poco relegada y tardó en hacerse profesional. Había armónica en viejas orquestas típicas, y así como en Estados Unidos se vinculó al blues, aquí explotó con la obra inmensa de Hugo Díaz en los 50. Un antes y después”. Agrega que tiene un sonido muy propio, pero a su vez tiene la posibilidad de “jugar al bandoneón, como en el chamamé me gusta jugar al acordeón”. Explica que la cromática permite tocar octavado, como los bandoneones, y usar la apertura de notas graves y agudas para obtener “ese fra fra fra que da el color del tango”.
Su música fluye caudalosa y con swing. Basta ver en YouTube la versión de Oblivión, de Piazzolla, junto a Lito Vitale, para apreciar la enorme musicalidad. Claro, a su lado tendrá en El Galpón a un talento como Lechner, que demuestra su sapiencia con conceptos simples. “Vengo del mundo del jazz”, dice Lechner, “y lo uso como materia prima para crear nuevas cosas a través del tango. No me interesa ese típico recurso jazzístico de exponer una melodía y después improvisar como si fuera Autumn Leaves. Mi desafío es improvisar con un lenguaje tanguero, re-crear a Gardel, algo para lo que Franco es el socio perfecto, el solista que necesitaba. Usamos el Gardel creador, no el Gardel cantor icónico, porque sus armonías y melodías son una grandísima fuente de inspiración”.
El oído promedio está más habituado a la armónica en cantautores como Bob Dylan o León Gieco, como acompañamiento, pero no tanto como la voz principal. “La armónica se lleva muy bien con el tango. Franco es como un solista de otro viento, con la misma dinámica y potencia de un saxofonista o trompetista, pero con esa tímbrica bandoneonística perfecta”, sostiene Lechner, y agrega que no le cierra el sonido del saxo o la trompeta en el tango: “Hay algo en el fraseo que lo veo como antitanguero. El de Franco es un timbre muy tanguero pero también lo es su articulación y su dinámica. Yo toco con bandoneonistas que improvisan, pero prefiero a Franco”, asegura con porteñísima sonrisa.
Cuando una figura argentina del tango llega a Montevideo, las conferencias de prensa adquieren códigos propios: más que periodistas, abundan los viejos tangueros como Ramiro Carámbula, de la revista Tanguedia, en este caso productor de Che Tango Che, o referentes de la academia arrabalera como Boris Puga y Ruben Borrazás. Luego de un rato se transforman en un pintoresco ida y vuelta entre tangueros, donde puede pasar cualquier cosa. Uno de los presentes recordó una grabación de Hugo Díaz, 40 años después de la muerte de Gardel, que está incluida en la banda sonora de la película alemana Los falsificadores (de Stefan Ruzowitzky), que empieza con Mano a mano. El hombre se preguntó qué tendrían esos tangos y especialmente el sonido de esa armónica, como para que un cineasta europeo haya ido tan atrás en el tiempo para armar la banda sonora de una historia de estafadores profesionales. En eso estaba cuando fue interrumpido por Ardit, quien mirando de reojo a Luciani declaró: “Está claro que el hombre, de alguna manera, quiso asociar la delincuencia con la armónica”. La sala estalló en carcajadas, y Franco retrucó: “Eso no lo pongan”.
Al joven de la armónica se le ilumina el rostro cuando habla de Hugo Díaz, a quien describe con pinceladas míticas, como a un prócer o a un padre. “Estoy muy en contacto con sus músicos, y hace poco lo homenajeamos en Buenos Aires con (el contrabajista) Horacio Cabarcos y (el pianista) Pepe Colángelo. Contaban que esa grabación fue espontánea. Entraron al estudio y no sabían lo que iba a pasar. Díaz decía el tema, todos empezaban a tocar y lo seguían. En las milongas de Europa, una de las pocas músicas que se bailan que no son de orquesta, son las versiones de Hugo Díaz. Por suerte ahora ese disco, llamado Hugo Díaz Tangos, con hermosas versiones de Milonga triste y El llorón, fue reeditado por el sello Acqua”, agradeció.
Como sesionista, Luciani ha tocado principalmente con Pedro Aznar y Mercedes Sosa —con quien compartió su última gira europea— y acompañó a Fito Páez, Juan Carlos Baglietto, Leo Maslíah, León Gieco, Gotan Projet y Lila Downs. Entre sus referentes destaca como “pioneros” a Toots Thielemans en el jazz y a Hugo Díaz en el tango, y a “los grandes bluseros” como James Cotton, Walter Horton y Sonny Boy Williamson.
Se declara admirador de la música uruguaya y en especial del candombe, presente en su versión de Amores de estudiante, con cuerda de tambores. Además de seguir a Maslíah, le encanta la voz de Diane Denoir, de quien es amigo y en cuyo último disco grabó un tema. Dice ser “muy fana” de Rubén Rada, Jaime Roos, Tótem y El Kinto. “Cuando estudiaba batería aprendí el candombe. Tengo un tambor en casa, he tocado candombes con Daniel Maza y con Luis Salinas, he ido con Diane a ver las Llamadas. Creo que me gusta más la percusión del candombe que la centroamericana y la brasileña, que son maravillosas. Pero el candombe con tres tambores me puede”.